lunes, 30 de noviembre de 2009

José Emilio Pacheco gana el Premio Cervantes 2009

No cabe duda que José Emilio Pacheco, el prestigioso poeta Mexicano, está viviendo un año de reconocimientos a la calidad de su obra literaria. Su exigencia en la escritura, su constancia para navegar con fuerza en el mar de las palabras sin rendirse ni agotarse en el camino, lo han hecho merecedor no sólo del respeto interencional, sino también de dos premios claves en el mundo de la literatura: hace poco el Premio Reina Sofía y hoy día el Premio Cervantes 2009, que es considerado el equivalente al Nóbel en el ámbito de la lengua castellana. A continuación la nota difundida por la agencia EFE.


El escritor mexicano José Emilio Pacheco ha ganado este lunes el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras hispanas, según el fallo del jurado anunciado por la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, en una rueda de prensa. Poeta mexicano, prosista y traductor, con una obra poética incluida desde los años 50 entre las principales antologías latinoamericanas por su enfoque universal. Con motivo de recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2009, aludió al hecho de escribir poesía porque es una forma de resistencia contra la barbarie.

Pacheco nació el 30 de junio de 1939 en Ciudad de México, urbe que a lo largo de los años se ha convertido en inhóspita y, para este prosista, en la perfecta desconocida, como recoge el título A la extranjera de su poemario La edad de las tinieblas (2009): Nací en un lugar que se llamaba como éste y ocupaba su espacio. Ahora también en mi suelo natal soy extranjero en tierra extraña. Ya no conozco a nadie ni reconozco nada.
Miembro del Colegio Nacional mexicano desde 1986 y, desde 1994, creador emérito del Sistema Nacional de Creadores Artísticos (SNCA), ha sido director y editor de colecciones bibliográficas y diversas publicaciones y suplementos culturales.

Dirigió la colección Biblioteca del estudiante universitario y, con Carlos Monsiváis, el suplemento de la revista Estaciones; y fue secretario de redacción de la Revista de la Universidad de México, donde él estudió Derecho y Filosofía y Letras e inició su actividad literaria dentro de la revista Medio siglo.

Ha editado La antología del Modernismo y obras de autores como Federico Gamboa y Salvador Novo. Entre sus traducciones figuran Cómo es (Samuel Beckett), De profundis (Oscar Wilde), Un tranvía llamado deseo (Tennesse Williams) -en 1983 Premio de la Sociedad de Críticos Teatrales a la mejor traducción-, Cuatro cuartetos (T.S. Eliot) o Vidas imaginarias (Marcel Schwob).

También ha ejercido la docencia en Universidades de EEUU, Canadá y Reino Unido, y ha sido investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH Quintana Roo). Desde 1976 publica la columna Inventario en la importante revista política de México Proceso.

En 2006 fue homenajeado durante los Encuentros de Poetas Iberoamericanos (Salamanca) y de Poetas del Mundo Latino (México). Pacheco, que se califica a sí mismo como un observador consternado, que opta por la cobardía ante los acontecimientos en su país y en el mundo
-según reveló a la prensa en junio de 2009, cuando Ciudad de México le homenajeó por su cumpleaños 70-, fue ese año uno de los autores a los que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) dedicó actos en su honor.

Títulos representativos de su poesía, reunidos todos ellos en 2000 como Tarde o temprano (Poemas 1958-2000): El castillo en la aguja (1962); Los elementos de la noche(1963); El reposo del fuego 1966); No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes); Irás y no volverás (1973); Islas a la deriva(1976); Ayer es nunca jamás (1978); y Desde entonces (1980).

Después aparecieron Trabajos en el mar (1983); Fin de siglo y otros poemas (1984); Album de zoología (1985); Alta traición: Antología (1985); Miro la tierra (1986); Ciudad de la memoria (1989); El silencio de la luna (1994, Premio colombiano de Poesía José Asunción Silva de Colombia); La arena errante (1999); y las antologías Gota de lluvia y otros poemas (2006); Epitafio de fuego" (2006); la antología Contraelegía (2007), que incluyó tres textos inéditos; y sus poemas en prosa de La edad de las tinieblas (2009). En su narrativa cabe citar las novelas Morirás lejos (1967, Premio Magda Donato) y Batallas en el desierto (1981), y cuatro libros de cuentos: El viento distante y otros relatos (1963); El principio del placer (1972, Premio Xavier Villaurrutia un año después, compartido con su compatriota Jaime Sabines, autor de Mal tiempo); El pozo y el péndulo (1977); La sangre de medusa (1977, edición aumentada en 1990); y Las batallas en el desierto (2006).

Aparte del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009) y otros galardones ya citados, ha recibido el Premio Nacional de Periodismo Literario (1980); Premio Nacional a la trayectoria ensayística Malcolm Lowry (1991); Premio Nacional de Lingüística y Literatura (1992); Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (2001); Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2003); Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2004); Premio Internacional Alfonso Reyes a su labor divulgadora de la literatura y la cultura hispanoamericanas (2004); Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2005); y Medalla de Bellas Artes de Ciudad de México (2009).


POEMAS DE JOSÉ EMILIO PACHECO


La diosa blanca

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en
su ausencia,
la nieve vino a despedirme.
Pintó de Brueghel los árboles.
Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

Imposible dar gusto a todos.
La nieve que para mí es la diosa, la novia,
Astarté, Diana, la eterna muchacha,
para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Estorba sus labores y sus ganancias.
La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
La relacionan con el sudario y la muerte.

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.


El reposo del fuego
(Don de Heraclito)

Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.

Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.

Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:

Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.

Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.

No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.


Tarde o temprano

Homenaje a Nezahualcoyotl *
I

No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
sólo un instante breve.

También se quiebra el jade
y rompe el oro
y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.

No tendremos la vida para siempre:
sólo un instante breve.

II

En el libro del mundo Dios escribe
con flores a los hombres
y con cantos
les da luz y tinieblas.

Después los va borrando:
guerreros, príncipes,
con tinta negra los revierte a la sombra

No somos reyes:
somos figuras en un libro de estampas.

III

Dios no fincó su hogar en parte alguna.
Solo, en el fondo de su cielo hueco,
está Dios inventando la palabra.

¿Alguien lo vio en la tierra?

Aquí se hastía,
no es amigo de nadie.
Todos llegamos al lugar del misterio.

IV

De cuatro en cuatro nos iremos muriendo
aquí sobre la tierra.

Somos como pinturas que se borran,
flores secas, plumajes apagados.

Ahora entiendo este misterio, este enigma:
el poder y la gloria no son nada:
con el jade y el oro bajaremos
al lugar de los muertos.

De lo que ven mis ojos desde el trono
no quedará ni el polvo en esta tierra.

* A partir de las traducciones de Angel María Garibay
y Miguel León Portilla.



Más poemas.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Poemas inéditos de Karina Valcárcel

Karina Valcárcel (Lima 1985) publicó el año pasado “Poemas cotidianos” (Editorial Casatomada) y su segundo libro está casi listo para entrar a la imprenta. Esta vez para acompañar sus textos ha trabajado una serie de ilustraciones, tanto para la portada como para los interiores, en una especie de extensión visual de su poesía, como podremos constatarlo en una de ellas. En los poemas inéditos que a continuación presentamos, la sensualidad es patente como un camino que puede atravesar ciudades, países, planetas, o sencillamente la más pura intimidad. Su visión del erotismo va, incluso, más allá: es una marca de agua y de fuego impresa en el horizonte, que logra fusionar al uno con el otro de tal forma que asoman “cascadas de silencio” y de palabras que se callan para revelar lo divino en el centro mismo de lo cotidiano. Y así, en adelante, “hasta que nada tenga sentido”, como dice la poeta; y por ese motivo tenga sentidos múltiples y diversos, como el vacío y la plenitud.



Sobre el nivel del mar

Mar, no puedes contra mí
ni tu salpicadura submarina arañándome la falda
ni tu ronroneo pedregoso a las 3 am.
ni los castillos de arena deshechos en mis botas
ni el dragón de la luna reflejándose en tus ojos.

No puedes
simplemente no puedes llevarme
mi cuerpo es un peñasco habitado por la espuma
mi sangre brisa turbia
No puedes quitarme las manos para que cesen de caer
las rocas en tu cuerpo
en la sábana acuosa donde fui feliz
enredándome en las redes de los desempleados.

No puedes destilar todo este alcohol que llevo dentro
quitarme el beneficio del licor y de la duda
ahora sólo eres un perrito chapoteante
por más que me rodees y me mojes la falda
y me vistas de algas
y me olvides

Y aunque me naufragues y me aísles y termines por amarme
no puedes contra mí

Tengo que arribar a la marea
convertirme en bandera pirata
destesorarme
alimentarme de ballenas de ser necesario
parchar nuestros temores
entonces,
cuando marquemos los límites
y creemos nuevos mapas
cuando la sal de tu llanto se transforme
en un botecito de vela y mi furia en un león dormido
podremos ir juntos contra el mundo.




A veces cuando aúllan los perros

Siento que eres tú que está llorando
y tengo que subir las escaleras de cinco en cinco
como a galope
e irrumpir abruptamente en el cuarto donde sigues dormido,
abrazando el colchón polar que ahora es muy grande

como un ring en plena mañana
y mi estómago vuelve a colocarse en su lugar de costumbre.

Entonces, otra vez a la rutina del pan y la manzana
e infusiones que valientemente
se entregan a mí.

A veces, cuando aúllan los perros
tengo que despertar con los zapatos puestos
secar la baba derramada en mi cabello
mear de madrugada e ignorar las cascadas de silencio
morder el cúbico hielo de aguardiente
lágrimas rodando en la cortina
soñando que sueño y que caigo sentada
mis cocodrilos subastados sin postor alguno.

Toda empijamada bajo a calentar el agua
para tus manos
diminutas y agarrotadas
porque a veces cuando aúllan los perros
y no tengo certeza alguna de lo que está pasando
veo que algo se agita en mi pecho
grito,
el dolor no sirve en mi cuerpo
abro mi bata
para darme cuenta
que cargo una jauría
llena de hambre.





Prohibido extrañarte a las 3 de la mañana

cuando en la tele sólo pasan películas viejas
y pornografía

nada de desmantelar mis pensamientos
para colocar tazas calientes
sobre la hendidura en
que termina mi espalda.

Prohibido desearte a las 4:30 cuando los pajaritos
aún duermen empachados esperando dé el alba
cerrar bien las cortinas y juntar las piernas
o viceversa
parecer una señorita hasta la hora de salida
cuando minutos antes
mi sangre ha comenzado la tierna labor de hinchar mis venas

Prohibido acumular la angustia
sorberte un poco de alma por la boca
detener el tiempo
el tránsito
las voces
el clima
las estaciones
y dejar en movimiento
Sólo tu lengua
convertirme en un busto renacentista de la madona masturbándose
ante la mirada estupefacta y aún petrificada de los peatones.

Prohibido confundir el aroma del pan tostado con tu aliento
subir al techo e izar una bandera con tu nombre
más prohibido aún quedarse despierta hasta las 2 am
contando ovejas que con cada brinco se asemejan a tu rostro
como si tú mismo las hubieses parido.

Prohibido no quitarme las medias
al momento en que ya me has quitado toda la ropa
prohibido colocar corazones sobre la i de tu nombre
Y cantar mentalmente boleros de Los Panchos
mientras camino por calle Scorza
prohibido soplar dientes de león deseando encontrarte
picar cebollas sin derramar una lágrima
por querer reservarlas para tu partida.

No cruzar los límites de la conciencia si el semáforo está en lila

Paradero prohibido
no estacionar
no follar en los pasozebra
bajar la velocidad en el rompemuelles de mi matriz
amarnos
hasta que nada tenga sentido.


miércoles, 18 de noviembre de 2009

BALADA DE LA PIEDRA QUE CANTA DE JUAN PABLO MEJÍA SE PRESENTA EN LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS


Este jueves 19 de noviembre, a las seis de la tarde, el poeta Juan Pablo Mejía (Lima, 1982) presenta Balada de la piedra que canta (Dragostea, 2009) en la Universidad de San Marcos (Auditorio Auxiliar de la Facultad de Letras, 2do piso)..

Los comentarios estarán a cargo de Sonia Luz Carrillo, profesora Principal de la universidad San Marcos y destacada poeta miembro de la generación del 70, y de Karina Valcárcel, joven poeta, artista y reconocida promotora cultural
Balada de la piedra que canta es una canción al desencanto (amoroso, existencial, urbano), con toques de surrealismo y metaliteratura, con collages y experimentaciones, tal vez por eso sea hasta cierto punto difícil de clasificar en un estilo, señala la nota de prensa.

Añade la nota que la obra está divida en dos partes, cada una de nueve textos. La primera reflexiona sobre el desamor, en un tono intimista. En la segunda en cambio, hay una visión que intenta ser totalizadora, existencial, y contemplativa, un yo que habla de lo que le rodea, con un sentido de premonición.

Como parte de la celebración se ofrecerá un recital poético a cargo del autor en compañía de las presentadoras. El ingreso es libre y el libro se venderá a sólo 5 nuevos soles.


COMENTARIOS SOBRE EL LIBRO

Esta opera prima es un diálogo con sus fuentes: Pizarnik, Wesphalen, Eielson e Hinostroza, principalmente. Poética que apunta a los elementos y al desasosiego, igual a una ventana abierta/ en dirección al ocaso, para desenmascarar a esa realidad inexpugnable. (Miguel Ildefonso)

El canto de la piedra enternece. Es la balada de los que esperan tranquilos el impacto de la bala, el tiempo, el clima y la sensación. La melodía nos pinta de acuarela la mente, hace nuestra otras memorias que Juan Pablo comparte, ficcionando o confesando, lo cierto es que en algún momento todo esto nos pertenece e involucra. (Karina Valcárcel)

Balada de la piedra que canta, llega a nosotros como texto y también como huella. Algo que por ser lenguaje carece de aquello que añora y ha perdido; pero que sólo por ser lenguaje, guarda la esperanza de una comunión a través de él, de la completitud del signo que forma el cantor y significa en quien lo lee -por fin- lo único que el lenguaje siempre querrá decir, y que no es sino nuestros vínculos. (Alberto Salas Oblitas)



POEMAS DEL BALADA DE LA PIEDRA QUE CANTA Y POEMAS INÉDITOS


Proyección del invierno

Dónde tu negra voz de pájaro agorero
que entre el ramaje caldeado de los árboles
calla y se adelanta a la noche

Dónde tu mirada festiva de constelaciones
que gastada de ilusiones sigue rodando
bajo el agua hostil del tiempo que todo lo descifra

Dónde el alado artefacto de fuego
que graba su escritura de límpido epitafio
sobre el corazón musical de la piedra.


Slowly

Klimt
igual a una ventana abierta
en dirección al ocaso

algo así como doscientos cincuenta mil parejas
una frente a otra
de pie
haciendo el amor
frente al espejo dorado de sus necesidades
durante c-u-a-t-r-o minutos

o sombras
que bajo de la piel luminosa del deseo
se quejan.


Balada de la piedra que canta

I who have seen you amid the primal things
Was angry when they spoke your name
In ordinary places.
EZRA POUND


I

Y esos inquietos muchachos
de modales sediciosos
y sordera brutal

han reñido frente a sus padres
—han avergonzado a sus padres—
y la culpa frescamente ha sonreído en sus ojos
como si el abismo de luces que los separa
no fuera también arena de sus desiertos.

Ya no reconoceré las blancas mandíbulas
creciendo peligrosamente sobre su presencia.

No diré más
que se encabrita su corazón
al verlos deambular
por los pasillos de la ausencia
mudos testigos de esta canción
y mártires de su primera luz.

A mi parecer
los niños han crecido
y en sus genitales se deposita ya
la nueva semilla de estas palabras.


II

Y vendrán los tiempos de espíritu generacional:
los encanecidos aros de luz
reinarán sobre la tierra de todos los caballos

y será todo verlos anudarse a su cintura
todo será entretenerlos
y valer dos veces la sensación de penetrar
entre esos obstáculos
que se empecinan en castrarnos la sonrisa

[ los iniciales dichos que la juventud promete
anidarán secretamente en sus proverbios ]

y verlos bailar frente a un espejo
como en primavera
será para ellos
amanecer en los rojos precipicios de la noche

entonces
una canción
nacerá de su sonrisa valiente de cascada

y del pozo de su voz
brotarán sus últimas palabras
para animarlos

y del cuenco de su voz
una promesa
cantará sus nombres

sólo un nombre

impronunciable bajo la luz de esta piedra que canta.



Proyección del verano

Deja que te tome ese recuerdo prestado.
CAFÉ TACVBA

Retener el tabaco de tu mirada
En los cabellos del tiempo

En la prisión que el ojo guarda
En su interior alado de fuego

O morir un poco cada día
Hasta acabar con la muerte

Cíclica canción
A modo de antiguo conjuro:

Tanto ruido para el triunfo final
de la hoja en blanco.



De: Balada de la piedra que canta (Dragostea, 2009)



Última canción de setiembre

10 de mayo:

alrededor de tu dormida mirada de aerolito
gira & florece a colores la lluvia
como una canción de cuchillos que danza
en el viento
en la caja de piedra de tu corazón alado de fuego
tu corazón inmóvil cifrado de estrellas
tu corazón rojo - amarillo - azul - naranja - violeta
tu corazón perfumado
tu corazón marino de ave
que destruye con su canto el ocaso y el meridiano

05:45:

cuando tu canción es una plaza desierta
el silencio descansa en mi guitarra de piedra.


Contemplación

Escapar de tu mirada enojada de vidrio
tu mirada clandestina de encierro
tu mirada descalza de manos
tu mirada atrapada de relámpago
tu mirada desnuda de árbol
tu mirada profunda de hiedra
tu mirada festiva de constelaciones
tu mirada de orquídea que abre paso a la hoguera de la noche
que nos arrastra la noche entera.



De Nascimiento de la noche en Do sostenido (inédito).



La foto del poeta pertenece a Handrez García-Gonzales.


EL NADADOR: UN POEMA DE HÉCTOR VIEL TEMPERLEY

En 1967, el poeta argentino Héctor Viel Temperley(1933-1987) publicó El Nadador, uno de cuyos poemas publicamos a continuación. La imagen del nadador en la poesía de Viel es reveladora, como lo dice Tamara Kamenszain, quien prologó la obra poética completa de ese insular poeta: Porque en una poesía como la de Viel, vida y literatura confluyen de entrada por la vía regia que abre la natación. Al revés de lo que sucede en un diario íntimo donde se fecha para dar cuenta de que los hechos realmente se vivieron, aquí se fecha para anticiparse a cualquier hecho transformándolo de antemano en acontecimiento. Por eso hay que aprender a nadar. Para sacarle al tiempo la ventaja de su fecha. (Colección Pez Náufrago, Ediciones del Dock, Bs. As. - Argentina, 2006).



EL NADADOR


Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Soy el hombre que quiere ser aguada
para beber tus lluvias
con la piel de su pecho.
Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo
para tus lluvias mansas,
para tus fuertes lluvias,
para todas tus aguas.
Las aguas como lonjas de una piel infinita,
las aguas libres y la de los lagos,
que no son más que cielos arrastrados
por tus caídos ángeles.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.
Tuyo es mi cuerpo, que hasta en las más bajas
aguas de los arrollos
se sostiene vibrante,
como en medio del aire.
Mi cuerpo que se hunde
en transparentes ríos
y va soltando en ellos
su aliento, lentamente,
dándoselo a aspirar
a la corriente.

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada
hasta las lluvias
de su infancia,
que a las tardes crecían
entre sus piernas salpicadas
como alto y limpio pajonal que aislaba
las casonas
y desde sus paredes
celestes se ensanchaba.

Soy el nadador, Señor, el hombre que nada
por la memoria de las aguas
hasta donde su pecho
recuerda las pisadas,
como marcas de luz, de tus sandalias.

Y recuerda los días cuando el cielo
rodaba hasta los ríos como un viento
y hacía el agua tan azul que el hombre
entraba en ella y respiraba.
Soy el hombre que nada hasta los cielos
con sus largas miradas.

Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.
Gracias doy a tus aguas porque en ellas
mis brazos todavía
hacen ruido de alas.

martes, 17 de noviembre de 2009

HOMENAJE A HERÁCLITO


En la Armonía Oculta: Conversaciones sobre Heráclito, publicada este año por el Grupo Editorial Norma, se transcriben las palabras con que el filósofo Osho rinde un lúcido homenaje a Heráclito de Efeso, quien en su tiempo y a tono con su línea de pensamiento filosófico fue llamado paradójicamente el oscuro, no obtante haber constituido siempre una presencia luminosa en el pensamiento universal.



Heráclito es verdaderamente bello. De haber nacido en India, o en Oriente, se le habría considerado un buda, pero en la historia griega, en la filosofía griega, fue un ser extraño, una persona ajena. En lugar de referirse a él como un ser iluminado, en Grecia se le ha llamado Heráclito el Oscuro, Heráclito el Misterioso, Heráclito el Enigmático. Aristóteles, el padre de la filosofía griega y del pensamiento occidental, ni siquiera reconoce en él a un filósofo. Cuando más a un poeta, dijo, aunque también a pesar suyo. En otras obras, dijo más adelante: Debe haber una falla en el carácter de Heráclito, algo malo en su biología, por eso, habla de una manera tan misteriosa, en paradojas. Aristóteles lo consideraba un poco excéntrico, un poco loco -y Aristóteles domina todo el mundo occidental-. De haberse aceptado el pensamiento de Heráclito, toda la historia de Occidente habría sido enteramente distinta. Pero nunca nadie lo comprendió. Se apartó cada vez más de la corriente principal del pensamiento y la mente occidental.

Heráclito fue como Gautama Buda o Lao Tse o Basho. El suelo griego no le fue propicio en lo absoluto. Habría sido un árbol formidable en Oriente: millones se habrían beneficiado, millones de personas habrían encontrado su camino a través de él. Pero los griegos lo consideraron raro, excéntrico, un poco extraño y ajeno; no era uno de ellos. Por eso, su nombre permanece al margen, en un rincón oscuro, hasta que finalmente la humanidad se olvidó de él.



TULIO MORA Y HORA ZERO: NO HAY CADUCIDAD PARA LA POESÍA QUE EXPRESA UN TIEMPO

El periodista peruano Eduardo Corrales nos remite desde Nueva York una entrevista a Tulio Mora, autor de Hora Zero: Los broches mayores del sonido, obra que recientemente ha sido presentada en esa ciudad. Mora ha sido invitado por America´s Society y participa de las celebraciones de los 400 años de la publicación de los Comentarios Reales, del Inca Garcilaso de la Vega.


El mejor verso es aquel que nace asombrado de que aun se sostenga el mundo

Hemos esperado cuatro décadas y lo que más destacan de nuestra poesía es su frescura, como si hubiera sido escrita hoy. No hay caducidad para la poesía que expresa un tiempo y el drama en que el planeta entero se desenvuelve, sostiene Tulio Mora (Huancayo, 1948), una de las voces más reconocidas de Hora Zero, el movimiento poético que irrumpió a inicios del año 1970 para remecer el orden establecido de las letras peruanas e hispanoamericanas.

El mejor verso es aquel que nace asombrado de que aun se sostenga el mundo, agrega el poeta, de paso en Nueva York, invitado por America´s Society para participar de las celebraciones del cuarto centenario de la publicación de los Comentarios Reales, del Inca Garcilaso de la Vega.

La visita del autor de Mitología a la Gran Manzana ha servido además para que él presente su antología Hora Zero: Los broches mayores del sonido, una monumental celebración de las cuatro décadas de vigencia del movimiento fundado por Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz. De esa larga historia habla en esta entrevista.

Hora Zero había cuestionado severamente a la poesía peruana y como represalia fue producto de un silenciamiento y de guerra sucia durante estos 40 años, señala Mora.

(Creemos impostergable el deber de expresar las circunstancias presentes sin contemplaciones, porque es hermosa y ardua la tarea que abarca ser sincero con uno mismo. Siempre ha sido fácil establecerse en lo que hoy está hecho, en plan de observador indiferente que se omite. Pero ahora es preciso propiciar los hechos participando en su realización, rezaba el manifiesto Palabras urgentes, suscrito por Pimentel y Ramírez Ruiz en Enero de 1970).

Nosotros sabíamos a lo que nos enfrentábamos, eso nos volvió más persistentes en la búsqueda de textos sumamente exigentes, desafiantes, que demostraran que nuestra propuesta no era una mera declaración. Y creo que lo logramos, asegura el autor cuya novísima expresión creativa está plasmada en Ángeles detrás de la lluvia (2009).

Infras y horazerianos

Entre estos 40 años Hora Zero ha publicado libros notables, entre los mayores de la poesía peruana. Sin embargo, la guerra sucia continuó. Hubo un momento que dos escritores hasta pretendieron borrarlo de la historia en una antología que originó una dura polémica conmigo. Desde entonces (eso fue por el 95 o 96) tuve claro que si no hacíamos algo para que los jóvenes entendieran la dimensión de Hora Zero podíamos ser borrados de la historia, explica.

Ya desde el 2000, cuando Bolaño (con quien nos escribíamos siempre o nos enviaba sus libros mientras se hacía famoso) ganó el Gallegos, le propuse una antología que salió en Venezuela. Fue un primer intento, algo reducido, en una modesta edición que me sirvió como referente para elaborar esta otra. Pasaron ocho años pero valió la pena porque infras y horazerianos me ayudaron muchísimo para hacer este trabajo lo más completo posible, añade el autor de Cementerio General (1989).

La referencia apunta hacia el ahora celebérrimo escritor chileno Roberto Bolaño, fundador junto al mexicano Mario Santiago, del Infrarrealismo, en 1975 en México.

(El filósofo de Mario era Nietzsche, el mío Pascal. Pero en otros puntos nuestro acuerdo era completo, aunque difiriéramos en algunos detalles. Uno de esos puntos era Hora Zero y Pimentel, al que pronto se agregaría Ramírez Ruiz, a quien Mario leyó con mucho más cuidado que yo, y Nájar, Cerna, Tulio Mora y Verástegui. En general estábamos de acuerdo en que la joven poesía peruana era de lejos la mejor que se hacía en Latinoamérica en aquel momento, y cuando fundamos el infrarrealismo lo hicimos pensando no poco en Hora Zero, del cual nos sentíamos arte y parte, dejó constancia el autor de Los Detectives Salvajes, en un texto escrito poco antes de su muerte, ocurrida en 2003.

Santiago, por su parte llegó a proclamar en una entrevista periodística: Yo en realidad soy un poeta peruano nacido en México. Hora Zero de Perú es el movimiento poético más radical de América Latina en este siglo; y nosotros fundamos el movimiento infrarrealista (chavos de menos de 20 años) precisamente cuando conocimos a estos cuates…)

Acerca de la relación entre los horazerianos y los infras, Mora dice: En pocas palabras: tuvimos una misma paternidad (la nada) y todo un continente por reproducir en un cambio que lo transformó desde 1970 para adelante. Lo que justifica nuestra presencia es indudablemente nuestra insatisfacción con la poesía que se estaba haciendo cuando surgimos.


Siga leyendo.


La foto de Tulio Mora pertenece a Juan Carlos Caballero Montes.


domingo, 15 de noviembre de 2009

MARIÁTEGUI MÁS ALLÁ DE MARIÁTEGUI: PRESENTAN LIBRO SOBRE EL GRAN AMAUTA PERUANO

El próximo 19 de noviembre en el Instituto Porras Barrenechea, a las siete de la noche se presenta el libro José Carlos Mariátegui y los estudios latinoamericanos, editado por Mabel Moraña y Guido Podestá – Eds. (Pittsburgh: IILI, Serie Críticas, 2009). Esta obra incluye artículos de prestigiosos investigadores de la obra del amauta como Antonio Cornejo Polar, Nicola Miller, Augusto Ruiz Zevallos, Javier Sanjinés, Roland Forgues, Michelle Clayton y Fernando Antonio Melis.

En la ceremonia estarán presentes, junto con Gonzalo Portocarrero, tres de los autores que participan de la obra: Mabel Moraña, José Ignacio López Soria y José Antonio Mazzotti, quien generosamente nos ha alcanzado el prólogo del libro. A continuación fragmentos de esta interesante antesala a un compendio que revisita la producción del amauta para, como señalan los editores: asumir el reto de ir con Mariátegui más allá de Mariátegui. La cita es en Colina 398, Miraflores.


JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI Y LOS ESTUDIOS LATINOAMERICANOS

Los trabajos que integran este libro intentan ofrecer una interpretación a nueva luz de la obra de José Carlos Mariátegui, sin duda uno de los representantes más brillantes y polémicos del pensamiento latinoamericano. Fuertemente afincada en su momento histórico, la obra de Mariátegui ha logrado sin embargo proyectarse de muy diversas formas y en distintas etapas en la reflexión y en la praxis política de América Latina.

En las últimas décadas, en el contexto de la teoría poscolonial y a pesar del lugar marginal que ocupara hasta ahora la reflexión sobre Latinoamérica en los debates y publicaciones europeos y orteamericanos, el nombre Mariátegui ha sido, junto a los de Aimé Cesaire y Franz Fanon, una referencia recurrente que llama la atención sobre el pensamiento anti-colonialista emergido en áreas periféricas y sobre los temas especificos que este pensamiento logró introducir en la agenda intelectual y política anti-imperialista.


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Reconocer la importancia de estas aproximaciones surgidas desde la mirada des-centrada de intelectuales periféricos hace ya muchas décadas, no equivale a indicar que sus ideas deben ser transplantadas sin más a contextos actuales, ni que constituyen una forma de verdad revelada sobre la realidad poscolonial,
ni que deben ser consideradas como un repositorio fosilizado y ahistórico de fórmulas e interpretaciones que no pueden ser reemplazadas por nuevos e incluso divergentes enfoques. Como es obvio, las profundas transformaciones que viene sufriendo el mundo occidental desde el fi n de la Guerra Fría requieren teorías y prácticas otras de resistencia a los embates del neoliberalismo y la globalización, en las que se articulen las categorías de clase, raza y género de maneras inéditas, que el marxismo europeo y sus apropiaciones posteriores no pudieron preveer.

También es evidente que una lectura crítica, ni apologética ni celebratoria de las vertientes del pensamiento liberador se hace imprescindible, no sólo para historiar los modelos utilizados para la comprensión de la realidad sino para analizar con rigor las estrategias político-ideológicas utilizadas hasta
ahora en pos de la liberación de los pueblos sometidos por las diversas formas de colonialismo que han asolado a América Latina desde sus orígenes. Para ello, es necesario, a nuestro criterio, interrogar los textos y contextos en los que se funda el pensamiento latinoamericano desde nuevas posicionalidades,planteando otras preguntas que puedan ayudar a guiar la refl exión a partir de paradigmas conceptuales que respondan a los problemas a que nos enfrenta el nuevo milenio, tanto en la región latinoamericana como a nivel internacional.


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Los estudios que se presentan en este volumen constituyen no sólo una colección de ensayos sino una lectura colectiva en la que los aportes y aproximaciones realizados por los estudiosos de la obra de Mariátegui se articulan entre sí, creando un espacio fl uido de interpretación en el que dialogan la historia y las ciencias sociales, la crítica literaria y la teoría cultural. Se abren así caminos para una comprensión de Mariátegui no sólo en relación con fi guras centrales de la historia cultural de América Latina cuyas vinculaciones con Mariátegui todavía no están suficientemente estudiadas (las relaciones, por ejemplo, de la obra de Mariátegui con la de Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Enrique Rodó, Aníbal Ponce, José Vasconcelos, José Martí y tantos otros) sino también para la
exploración de los vasos comunicantes que existen entre la obra del Amauta y los estudios culturales y poscoloniales, desde los que es posible sobrepasar las fronteras disciplinarias y proponer nuevas categorías de análisis textual e ideológico.


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MARIÁTEGUI Y LA MODERNIDAD

Bajo el título Mariátegui y la modernidad se reúnen en este libro tres estudios que enfocan, desde distintos ángulos, las posiciones críticas que el pensador peruano asume con respecto a los proyectos de modernización en la región andina, particularmente en lo relacionado con la asimilación de la cultura indígena a los modelos europeos que la elite criolla adopta, generalmente con escasa adaptación, en la prosecución del progreso y desarrollo social y económico.

El trabajo de Antonio Cornejo-Polar, ya clásico dentro de los estudios mariateguianos, plantea justamente los nudos ideológicos de esa articulación, y las bases de lo que habría constituido una propuesta alternativa de modernidad que nutriéndose de las tradiciones, creencias y necesidades específicas de las comunidades indígenas, fuera capaz de integrar productivamente a los sectores marginados de los procesos de socialización y avance económico que Mariátegui concibe para la región andina.


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El trabajo de Cornejo-Polar analiza las elaboraciones de Mariátegui en torno a las ideas de identidad y nación en relación con los problemas vinculados al mestizaje y las contradicciones del indigenismo como producción ajena a los contextos representados por la intelectualidad criolla en el arte
y la literatura.

Nicola Miller estudia también la especificidad de la propuesta mariateguiana de “revolución en la modernidad” y las innovadoras perspectivas a través de las cuales Mariátegui revisa el papel de la razón y de la tradición en la prefiguración del socialismo andino. Para él, la autenticidad, concepto que Miller rastrea en varias de sus modulaciones histórico-filosófi cas, es “elemento constitutivo de una subjetividad liberada” (39) que sólo podía lograr su realización plena a partir del debate abierto, el ejercicio de la razón crítica y el compromiso con el cambio social.

El tercer estudio, realizado por Mabel Moraña y titulado “Mariátegui en los nuevos debates. Emancipación, (in) dependencia y ‘colonialismo supérstite’ en América Latina” ofrece una visión general de los distintos aspectos que en la obra del autor de los 7 ensayos apuntan a una concepción emancipada y descolonizadora del pensamiento y de la praxis revolucionaria, en los cuales es posible percibir antecedentes de debates actuales, cristalizados en el contexto del pensamiento postmoderno y de la teorización poscolonial. La obra del Amauta dialoga así productivamente con problemas que las nuevas coyunturas marcadas por el multiculturalismo y la globalización presentan como inéditos en los comienzos del nuevo milenio.9



EL MARXIMO DE MARIÁTEGUI Y EL FENÓMENO DE LA CREENCIA

El segundo apartado del libro, El marxismo de Mariátegui y el fenómeno de la creencia entrega tres estudios sobre el controvertido tema del mito, de raíz soreliana, que atraviesa la obra del escritor peruano, y sobre el papel que juega la religión en la concepción de nuevas formas de socialización en la región andina. En “Mariátegui, historia y verdad” Augusto Ruiz Zevallos afi rma que Mariátegui “se alejó de la epistemología marxista y, en general, de la epistemología moderna que subyace al pensamiento de Marx” (99), aunque reconoce que “Mariátegui no sólo no está en contra de Occidente, sino que considera que el Perú está y debe seguir en la órbita de la cultura occidental”
(109).

El ensayo nos acerca a algunos de los puntos más polémicos del así llamado “marxismo de Mariátegui” y de algunos de sus juicios respecto a la cultura de su época, por ejemplo en lo referente a la relación entre pensamiento científi co y no científi co, y al rendimiento de ambos en el conocimiento de la realidad.

Javier Sanjinés enfoca el tema del papel de la religiosidad en la concepción general de Mariátegui y particularmente en su comprensión de la cuestión nacional y del papel que juegan las subjetividades colectivas en la configuración de la ciudadanía y, más ampliamente, del concepto de pueblo.

Como Sanjinés indica, Mariátegui descubrió el poder movilizador que tienen los mitos, las tradiciones, la religión, cuando van trascendiendo el fervor individual –la “celda ascética” de la que habla Mariátegui– y se van confundiendo con las multitudes. (119)

Su estudio ayuda a entender las complejas relaciones que guardaba el pensamiento de Mariátegui con el occidentalismo y la modernidad, y las negociaciones que realiza en su afán de adaptar el marxismo y la utopía socialista a las realidades latinoamericanas. José Antonio Mazzotti aborda la apropiación que hace
Mariátegui y el pensamiento de su época en general de las ideas de Georges Sorel, reivinidicando aspectos de su filosofía que fueron utilizados estratégicamente por el Amauta para la canalización de sus propuestas sobre la construcción del socialismo en el Perú.

Como indica Mazzotti, al estudiar “La fuerza del mito (andino)” “es importante mencionar que la atención prestada por Mariátegui a la fuerza movilizadora del mito está en consonancia con el impulso de las revoluciones mexicana y soviética de apenas unos años antes” (146).

Mazzotti contextualiza las ideas de Mariátegui en torno al controversial
tema del impulso que el mito incorpora a las movilizaciones sociales y deconstruye sus lecturas de Sorel, nutriendo así con erudición y sentido crítico uno de los puntos más recurrentes en los estudios mariateguianos.

La frontera de la raza es el título que se ha dado al apartado en el que se presenta el trabajo de Roland Forgues, el único en el libro que se ocupa centralmente del tema de la representación de lo étnico en la obra de Mariátegui, aunque casi todos los estudios aquí reunidos se refi eren, en mayor o menor grado,
dentro de contextos más amplios, al tratamiento que da a estepunto el autor de los 7 ensayos. Forgues trata el tema de la cultura negra en los escritos de Mariátegui, por contraposición a la preeminencia que este autor concede a la cuestión indígena en el Perú. Forgues recuerda la declaración de Mariátegui en carta de abril de 1928 a Enrique López Albújar, en la que el Amauta indica:

la cuestión afroperuana [es] digna de estudiarse por nuestros hombres de arte y ciencia. Hagámosle con ésto dúo al indigenismo. Frente al indio, pongamos al negro, al zambo, al cholo, al mestizo en una palabra. Si el indio es la base de nuestra población, el mestizo es la base de nuestra nacionalidad. (154)

Forgues contrapone las posiciones de Mariátegui de la primera y segunda etapas de su vida –antes y después del viaje a Europa– y trae a colación opiniones controversiales del autor de los 7 ensayos con respecto a la cultura negra en el Perú, a la cual considera un elemento exógeno que viene a superponerse a los componentes básicos de la nacionalidad: el indio y el blanco. El trabajo de Forgues vuelve a poner sobre el tapete y a re-centrar el polémico tema dentro de la obra del escritor peruano y en el más amplio espectro de los estudios de colonialidad en América Latina.



LITERATURA Y CINE

La sección dedicada a Literatura y cine incluye cuatro ensayos que cubren de manera exhaustiva la atención que prestara Mariátegui a temas vinculados a la representación simbólica (visual y literaria) y a las relaciones entre estética y política.

Mónica Bernabé analiza las continuidades que presenta la obra de Mariátegui desde los tiempos de Juan Croniqueur hasta los trabajos posteriores, de más largo aliento e intención más ensayística que cronística. La figura de Charles Chaplin, que fascina a Mariátegui como crítica de la modernidad burguesa y como retrato de las formas de marginalidad que ésta propicia, articula los vaivenes entre revolución y decadencia, aristocratismo y cultura popular, abundancia y pobreza, entre los que Mariátegui percibe el espacio para una refl exión desmitifi cadora de la noción de progreso a que adherían los sectores dirigentes de la sociedad criolla y para la prédica de la ética revolucionaria.

Grinor Rojo vuelve sobre el siempre revisitado tema del análisis del proceso de la literatura emprendido por José Carlos Mariátegui como parte de los 7 ensayos pero también abordado por el pensador peruano en comentarios periodísticos, notas, correspondencia, etc. En este estudio se abordan cuestiones críticas, teóricas e historiográfi cas, así como la práctica de Mariátegui como lector y comentarista de textos. Rojo vuelve sobre la tripartición propuesta por Mariátegui para el estudio de la literatura peruana: colonial, cosmopolita y nacional, analizando sus conceptos en relación con otros críticos de la época, por ejemplo Pedro Henríquez Ureña, para encontrar la lógica que guía el trabajo del Amauta y sus valor como criterio ordenador de la producción cultural de su país.

En un sentido similar, Aymará de Llano estudia las vinculaciones entre indigenismo y vanguardia, relación atravesada por tensiones estético-ideológicas que tocan centralmente el proyecto mariateguiano de integración social y democratización de la cultura. Según de Llano, el propósito de su estudio es:

deconstruir [el] enfrentamiento [entre nacionalismo y vanguardia], problematizar el campo y mostrar las interrelaciones de manera tal que no queden como paradigmas paralelos sino, más bien, como intersecciones espiraladas de emergencia discontinua según los períodos históricos que dibujan un mapa complejo desde principios del siglo pasado hasta nuestros días. (216)

Estudia así las fluidas relaciones que percibe Mariátegui entre representación simbólica e ideología y los modos en que sus refl exiones cristalizan en el trabajo crítico e historiográfico.

Finalmente Michelle Clayton enfoca los aportes de Mariátegui sobre la importancia del cine en “la escena contemporánea”, sus relaciones con la literatura y su valor como síntoma de una época en que lo nacional no puede ya encontrar defi nición ni expresión fuera de los más amplios contextos internacionales.

Clayton indica que en un mundo marcado, como Mariátegui advierte, por el papel creciente de la tecnología, “[l]o que emergía de este cruce entre narrativa y cine no eran sólo nuevas técnicas, sino también nuevas preguntas sobre las relaciones entre arte y sociedad en un contexto cada vez más global” (232). El artículo aproxima las experiencias del cine y la del viaje, como desplazamientos que colocan al sujeto en contextos diversos y variables, y se refiere a las reflexiones del Amauta sobre las relaciones entre modernidad y discurso fílmico.

Escritura, retrato y espacio urbano se abre con un estudio de Fernando Rivera sobre el tema de la escritura en Mariátegui como producción a menudo inorgánica o fragmentaria, que según la idea de Nietzsche que encabeza La escena contemporánea, llega a constituir el libro de manera espontánea.

Este no es, entonces, resultado de un proceso deliberado sino la consecuencia de un fl ujo de ideas a través de las cuales se expresa la subjetividad tanto en su dimensión individual como colectiva. Rivera analiza la proximidad, en la obra de Mariátegui, entre la escena vital y la escena de la escritura, y las
articulaciones entre vida, pensamiento y cuerpo. La escritura es la confluencia de los desplazamientos propios de la existencia y también el lugar en el que convergen expresiones del yo, de la misma manera en que también son escritura la tradición y la nación: discursividad y textualidad, travesía en la que palabras, ideas y estilos pugnan y se combinan hasta formar las bases de las identidades colectivas.

En “El retrato de Mariátegui en el mundo andino” Julio E. Noriega refl exiona sobre el valor icónico de la imagen de Mariátegui y su diseminación como elemento emblemático del proyecto de democratización de espacios culturales y búsqueda de formas alternativas de modernización en los Andes. Distribuida masivamente desde las cubiertas de sus libros así como en revistas, boletines y panfl etos, la imagen de
Mariátegui constituyó, en distintos contextos, el dispositivo que canaliza la entrada de su ideario al mundo andino.

Como indica Noriega, los legendarios dirigentes del siglo XX, Mariano Larico Yujra y Saturnino Huillca, indígena aymara el primero y quechua el segundo, vieron en los retratos de Mariátegui el emblema de un héroe, de un estratega en la organización de confederaciones y sindicatos campesinos. (289)

Noriega estudia los modos en que el retrato de Mariátegui ocupa los espacios domésticos y encarna la figura de un héroe y de un líder intelectual y político cuyo programa sigue vivo en la región andina.

El artículo de Guido Podestá, “El Indigenismo y las estrategias de la modernidad”, es parte de un trabajo mayor suyo titulado José Carlos Mariátegui y las erratas de la modernidad, trabajo en el que Podestá examina el discurso y las fuentes en base a las cuales Mariátegui buscó responder a cómo se fueron estableciendo posiciones frente a la modernidad particularmente en Lima, en un período que se extendió desde mediados del siglo XIX hasta los años en los que se publicó la revista Amauta. En este ensayo, Podestá presenta el Indigenismocomo una narrativa que no sólo se respondía al “problema del indio” y al mundo andino sino también a un mapa cultural moderno en Lima que pese a sobrepasar al estado peruano no es adecuadamente interpretado. A partir de ciertos escritores que Mariátegui incluye y excluye en su “proceso” a la literatura peruana y de una relectura de los debates en los que Mariátegui se involucró, Podestá intenta rescatar la complejidad cultural del momento.


MARIATEGUI PERIODISTA

El apartado final dedicado a la tarea periodística de José Carlos Mariátegui, presenta dos estudios en los que se analizan cuestiones vinculadas a la labor desplegada por este autor en diversas publicaciones y a través de una variedad de modalidades escriturarias.

El conocido mariateguista italiano Antonio Melis estudia el estilo literario de Mariátegui, tanto en sus escasos textos creativos como en su prosa ensayística. Advierte los cambios que se producen en la escritura del Amauta en las distintas etapas de su vida, las diferencias entre su estilo cronístico, literario
y periodístico, sus recursos retóricos, el uso de la imagen, así como aspectos léxicos, elementos todos que dan base para una consideración de Mariátegui no sólo como pensador y crítico de enorme infl uencia en América Latina sino como escritor, cuya obra se manifi esta a través de las múltiples formas del artículo,
el ensayo, la correspondencia y la escritura creativa.

Jorge Coronado se refiere particularmente a las contribuciones de Mariátegui al periódico Labor, órgano de prensa desde el cual se buscaba no sólo la diseminación de información entre amplios sectores populares sino la interpelación concreta del indio como sujeto de la acción social. Coronado parte de la
hipótesis de que:

para adentrarse en la formación de una sociedad igualitaria en los Andes, las prácticas letradas indigenistas tuvieron que explorar estrategias que efectuaran la comunicación en vez de basarse en una representación alienante. (356)

Desde este punto, Coronado explora las vinculaciones entre intelectuales, indios y obreros, y los procesos que debe seguir el indigenismo para lograr puentes entre oralidad y escritura, mundo indígena e intelectualidad criolla, nacionalismo y telurismo, espacios rurales y espacios urbanos. Como indica Coronado, el periódico Labor constituyó una de las plataformas a partir de las cuales Mariátegui trabajó en su propósito de interpelar y unifi car al sujeto de la revolución.

El libro se cierra con una nota de José Ignacio López Soria en la que da cuenta de algunas de las reacciones que despertó la publicación de su libro Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna (2007) en ese país. El libro se aproxima al tema de la modernidad en el Perú a partir del análisis de dos discursos que habrían servido, según López Soria, para conceptualizar la modernidad a nivel nacional: el discurso de las libertades y el discurso del bienestar.

El propósito de su libro es proponer nuevas categorías conceptuales y nuevos ángulos crítico-teóricos para analizar a la sociedad peruana, como el de la interculturalidad. De esta manera, no puede eludir la referencia a Mariátegui, a quien López Soria coloca como fi gura fundamental del pensamiento moderno, pensamiento que habría descaecido en los nuevos escenarios marcados por los procesos de globalización. La nota nos ayuda a refl exionar sobre el lugar que hoy ocupa Mariátegui en el pensamiento latinoamericano, sobre la utilidad de proponer lecturas plurales y abiertas sobre este pensador excepcional de América Latina,
y sobre la pertinencia de un “adiós” que el título de López Soria propone como apertura a la posmodernidad pero que sólo relativamente encuentra correlato en las propuestas de su libro.

Ya al final de esta presentación, sólo nos resta, como coordinadores de este libro, agradecer el aporte de todos los colaboradores que participaron en este proyecto editorial cuyos estudios sin duda servirán para reavivar los debates y abrir nuevos caminos que nos ayuden, como ha propuesto David Sobrevilla y como hubiera querido el Amauta, a “asumir el reto de ir con Mariátegui más allá de Mariátegui”.



(Mabel Moraña y Guido Podestá)


SUCEDIO EN EL PERÚ: BIOGRAFÍA DE MARIÁTEGUI


















sábado, 14 de noviembre de 2009

TULIO MORA Y HORA ZERO EN LA GRAN MANZANA

El periodista Eduardo Corrales nos envía un correo con fotografías y un video, dando cuenta de la presentación de Los broches mayores del sonido. Antología de Hora Zero, del poeta huancaíno Tulio Mora, la noche del último viernes en la McNally Jackson de Nueva York, durante la que ha dado lectura a un poema de su último libro Angeles detrás de la lluvia. Lo ha acompañado el poeta piurano Róger Santiváñez, quien en la segunda de las fotos remitidas aparece con Tulio y con Eduardo Corrales. A continuación de las fotos, la lectura del poema El ángel detrás de la lluvia dedicado a Carlos Oquendo de Amat.






LECTURA DE POEMA A OQUENDO (VIDEO)






miércoles, 11 de noviembre de 2009

ANDREA CABEL ESCRIBE SOBRE LA NOVELA MIGRACIONES DE VÍCTOR CORAL

En agosto de este año, Migraciones, la segunda novela del poeta, periodista y escritor Víctor Coral inauguró la colección que Ediciones Altazor dedica a la publicación de novelas de autores peruanos.

Nacido en Lima en 1968, Coral fundó la revista literaria Ajos & Zafiros en 1998, ha publicado los poemarios Luz de limbo, Zignos, Cielo estrellado y Parabellum, así como la novela Rito de paso. En esta oportunidad, publicamos la reseña que sobre Migraciones ha escrito la poeta Andrea Cabel (Lima, 1982), autora de los poemarios Las falsas actitudes del agua y Uno rojo, además de otras publicaciones.





LAS MIGRACIONES ÍNTIMAS Y LA ILUSIÓN DE LIBERTAD

Andrea Cabel


Acerca de la primera parte y la metateatralidad: Odio la primera persona. Me parece fácil, vulgar…

Bruno Larco (el personaje principal de la novela) sigue, -casi- siempre con una mueca de desdén, los consejos de su amigo editor, quien le recomienda que escriba su libro, Migraciones –el que leemos, el que comentamos–, en primera persona. Le dice que con ello atraerá más lectores, le recomienda que deje de lado ciertas tramas y le enfatiza que vaya rápidamente a la historia, y por supuesto, le dice también que su primer párrafo debe ser contundente.

Como dice este personaje presente/ausente en la obra, su amigo editor, la verosimilitud siempre ha sido y es una treta, un recurso para jugar con los lectores y para generar en ellos un clima de empatía y complicidad de tal modo que se va armando, poco a poco, una historia en la que es posible colarnos –los lectores– y observar desde diferentes planos los sucesos en la vida de los personajes y mejor aún, nos permite sentir la obra como un gerundio, es decir, la obra está sucediendo, y nosotros, con ella.

He ahí la ventaja a la que alude el amigo editor, la voz consejera en el hombro del personaje que cuenta su historia, la ventaja de hacernos parte de la historia desde el primer párrafo. Y, ciertamente, estamos sucediendo conforme avanzamos las páginas, el tránsito íntimo y vital del que trata el presente libro nos incluye, nos conversa directamente, nos mete en su discurso, nos cuestiona y nos responde; estamos ante una novela que nos atrapa desde un primer momento más que por la trama o por el lenguaje o por los personajes bien delineados, por la capacidad de aproximarnos a nosotros mismos a través de dos historias paralelas que vemos atentamente conforme pasamos, migramos.

De ahí que el primer punto para comenzar el viaje sea el uso de la metateatralidad dentro de su obra narrativa, el uso de la vida real contando una historia seudobiográfica. Me explico, todas las obras artísticas, posiblemente, carguen con una marca biográfica, de ahí que esta no sea la excepción; sin embargo, el autor de Migraciones y el personaje principal de la novela, más parecen ser reflejos que un mismo personaje-autor bifurcado.

Sucede que la trama principal de la novela es la vida de Bruno, quien comienza, como dice, …contraviniendo una tendencia dominante, no empezaré por mi infancia. No creo que la mía, pueril y hasta monótona (...) tenga mucho interés para el desarrollo y sentido de este relato. Por lo demás, el psicoanálisis clásico freudiano y su obsesión con la importancia de la primera infancia en el derrotero de la vida de los hombres, siempre me causó suspicacias…(p. 9)

El personaje es un adulto que transita por las calles de Lima sin un sol en el bolsillo que le alumbre los ojos, y con ojos grandes y verdes para leer y leer de manera rigurosa y disciplinada todos los volúmenes que pudieran caer en sus manos. El personaje es un crítico y un asiduo corrector de su propio estilo –aunque luego conseguirá justamente un trabajo de corrector de estilo–, uno que se construye de modo fresco e inteligente, como en el teatro, en donde nada está colocado por azar, todo tiene una razón y el mismo personaje-autor constantemente nos da las explicaciones del caso y nos induce a pensar más fríamente, más cercanamente a él.

Poco se sabe de sus padres, de su infancia. Como bien dice, va a la historia de frente, una historia que es justamente la suya propia, la que está sucediéndole: sus encuentros amorosos, sus encuentros sexuales, sus encuentros literarios, sus encuentros consigo mismo, sus desencuentros, el profundo fantasma que le persigue a lo largo de sus cavilaciones y páginas: el alcohol.

Bruno tiene más que inteligencia para defenderse de sí mismo, para ello, por ejemplo, usa la literatura, usa los libros y se aferra a los espacios físicos y metafísicos (sus reflexiones, sus críticas y autocríticas, sus concienzudas maneras de acercarse a las cosas) para reivindicar su propia disidencia, su propia necesidad de reforzar su tránsito.

Si bien es cierto que el personaje es un observador y gracias a eso podemos acercarnos a los personajes que construye y deconstruye también (el caso de Cecilia y de Sheyla, los dos primeros y opuestos amores que narra, son muy claros sobre este último punto) esta primera parte nos deja en claro ante quién estamos y ante qué tipo de lectura estamos también.

No es solamente una novela, una historia personal con rasgos biográficos, es la deconstrucción de un sujeto aparentemente subalterno que transita de su condición periférica y posiblemente muda, hacia una hegemónica, puesto que maneja el lenguaje y la conciencia por sobre el vicio que lo aturde. Ante todo, Bruno (palabra sinónima de oscuro) tiene luz para leer los trazos de sus manos y los trazos de sus viajes, escribe con la perseverancia zurda de un hombre que ha probado el golpe del asfalto contra sus propios huesos, las caídas y las varias veces que debe levantarse para seguir y encontrar una razón más allá, un fin en sí mismo.


El reencuentro entre Leopoldo Panero, Martín Adán, Bruno Larco, Oquendo de Amat y Víctor Coral: Me pides que te cuente mi paso por tu país, mi paseo por los pasillos de la muerte de tu literatura. Sea. (p.66)

La segunda parte marca un quiebre con la trama principal –la vida de Bruno Larco– y muestra, más bien, la subtrama en el libro: la correspondencia del personaje principal con su principal personaje ficticio.

Nuevamente, una historia dentro de otra, como la vida misma: la metateatralidad como juego de espejos y de reflejos, una complicada y natural forma de explicar lo cotidiano en un escritor; es decir, cómo la anécdota puede ser narrada y puede trascenderse a sí misma siendo contada desde la perspectiva de un autor que juega a ser personaje y viceversa.

La segunda parte, posiblemente sea la más lograda del libro. Esto por tres razones. En primer lugar, porque el autor logra imitar una voz mucho más complicada que la de un personaje que no existe, el autor imita la letra y la voz de Panero, un poeta interesado en las tierras del Perú, interesado en conocer a Martín Adán e interesado en conocer el color azul y rojo del cielo y las tierras de Puno, lugar de nacimiento del gran poeta peruano Oquendo de Amat, a quien también admira.

Las cartas son un valioso testimonio para Bruno de que su admiración puede tener un correlato real, y al mismo tiempo puede generar un margen de duda en el lector puesto que están redactadas con una pericia y una sensibilidad rigurosa y fluida. La imaginación pasea entre líneas en una novela y el conocimiento sobre autores, sucesos, teorías y demás también; sin embargo, lo que realmente llama la atención de esta inclusión de las cartas que Panero le respondía a Bruno es que dentro de este proceso migratorio, las cartas en verdad existieron.

Con esto no quiero decir que las cartas incluidas en este libro constituyan parte del patrimonio del poeta, si no que más bien constituyen parte de la aguda creatividad del otro poeta, del autor, que aunque presente ahora una novela, no deja de ser poeta de alto vuelo.

Es en este momento en el que el lector presiente –es decir, la sutileza se mantiene hasta el final– que se quiebra el espacio metateatral en el que el personaje puede jugar con su imagen y con la del autor mismo y puede transitar por Lima, por Puno, por Madrid, y por los cuerpos de algunas mujeres que posiblemente no amó (porque esta no es una novela de amor hacia los cuerpos si no, en todo caso, hacia las letras, hacia los reencuentros, hacia las búsquedas); el amor existe en la necesidad de este personaje que se construye poco a poco como una sensible y enajenada víctima de sus conscientes excesos y desencuentros.

Sobre los espacios que transita en su viaje vital, Puno resulta uno importante, quizás, más importante que el Sanatorio en el que Bruno encuentra a su admirado poeta Leopoldo Panero con quien había llevado la correspondencia, en parte, incluida en la segunda sección de sus Migraciones. Señala con destreza y harta verosimilitud el poeta –ficticio– Panero: Allí, en Puno, supe que se podía permanecer intocado y profundo sin renunciar a la belleza y a la luz, tal como el lago lo hacía (p. 88).

El lugar se combina con el autor de esta tierra, por decirlo de un modo literario, con Oquendo de Amat; respecto de él, Panero dice en la última carta incluida: el poeta fue un guía en este viaje de las imágenes y el aprendizaje de lo real. Sus versos no me ayudaron a comprender nada, evito maquillar; pero fueron como una brisa continua que aireara mi visión de este autodescubrimiento deslumbrante…

La primera relación está fuertemente hecha: los viajes de Panero coinciden con los viajes de Bruno, sus búsquedas, sus amores y vicios, sus excesos y sensibilidades transitan por huellas y caminos similares. Por último, sus ojos, los de ambos, observan el mismo lugar de homenaje: por un lado, Martín Adán, quién recibe a Panero cuando –ficticiamente– este viene a Lima y lo busca para acabar luego de media hora de conversación, dejado de lado por el poeta Adán al no conocer lo suficiente de literatura española justamente, y por otro lado, hacia Oquendo de Amat, quien en forma musical, de acordeón, con sus Cinco metros de poemas, alberga los ojos y las distancias rurales, culturales y literarias con Bruno y con Panero. Ambos, finalmente, poetas. Sujetos de búsqueda, hechos de tránsito.

Luego, el poeta autor de sus Migraciones nos dice: el resultado, como había previsto con mi acostumbrado fatalismo, fue distinto. Entreví lo que podía entenderse como una nueva apertura: la comprensión del paisaje andino como un reflejo mudo de nuestra identidad perdida u oculta…(p.95) Las dos experiencias de viaje, las de Panero y las del personaje–narrador Bruno Larco, nos muestra de modo paralelo el triunfo que es equivocarse a veces. La fortuna que es decir, finalmente …en adelante, solo había camino hacia arriba. Eso estaba bien” (p.97).

La ilusión de la libertad: …Luego de haber experimentado todo o casi todo, a mis 29 años, arrojado por mi propia vida al agradable reto de vérmelas con la escritura, única forma de superar el desencuentro de mi ser con lo externo

El final de la historia mantiene la calidad formal de las dos primeras partes, incluye una escena extensa narrada a modo casi cinematográfico en la que el autor conoce a una mujer que sufre la agonía eterna de su esposo escondido en un sótano, una mujer a la que él mismo llama mujer y encontramos un otro reconocido por el sujeto –ya capaz de nombrarse y de nombrar las cosas que le rodean con la autoridad que se siente al saber (o presentir) el fin de su viaje–; es decir, a estas alturas de la novela, en palabras del personaje principal: …el poeta se había construido, primero, una nueva visión (de la poesía) luego una misión (personal), y finalmente un motivo para sosegar sus impulsos y dedicarse a lo que más le importaba: crear. Este proceso constructivo había sido completamente necesario, y si así quería verse, era análogo a un proceso terapéutico, en gran medida.

En su búsqueda de la pureza andina de Oquendo, Panero ponía en juego, qué duda cabe, toda su admiración auténtica y febril por la poesía, algo notable en estos años. Pero también había allí una necesidad interna de cerrar una etapa, de clausurar una ventana que, a diferencia de las del mundo real, daba a una pared destartalada y negra, que el poeta se había empeñado en embellecer, con innegable éxito, desplegando todo su talento. Lo mismo pude pensar yo de mi viaje (p.95).

Por ello la inclusión de esta etapa, en la que conoce a esta mujer, Ariana, y entabla una relación con ella y se da cuenta del horror que esconde tras una puerta, solo sirve como un vaso conductor del narrador para incluir un tema político en medio de la obra hasta ahora poética y narrativa. Tema interesante para acabar la novela, puesto que el misterio de la mujer genera en él el horror necesario para ofrecerme a mí mismo la posibilidad de ser otro sin abandonar lo mejor de mí (p.107). Y esta posibilidad lo llevó a buscar al poeta con el que se había escrito tanto y del que nos cuenta el paralelismo vital, Leopoldo Panero, y la maravilla que le causó encontrar en él la más pura insolencia.

Y el viaje acaba aquí, en una pared blanca extendiéndose a lo largo del camino que Bruno había tratado de pintar durante toda su vida, como sentenció en su única frase Panero: La oscuridad es solo ausencia de luz (p110) y Bruno (oscuro) encontró la voz amable de la insolencia, de lo impecable que es el reencuentro, finalmente, con la posibilidad de recuperar una percepción distinta de lo real, entendiendo lo real, no como lo entendería Zizek, sino como lo dice el mismo Bruno, como las relaciones e interconexiones que se dan entre lo material, lo interpersonal y lo supraindividual en el tiempo que compartimos (p. 107). Y se cumple lo dicho anteriormente a partir de esto, en adelante, solo había camino hacia arriba. Eso estaba bien(p.97), y el camino es el que él mismo propone y reconoce como el correcto en el encuentro final con Panero, ambos disidentes, lúcidos y transgresores sujetos de letras y situaciones.





*En las fotos: Leopoldo María Panero, Víctor Coral y Andrea Cabel, respectivamente.

martes, 10 de noviembre de 2009

EDUARDO CHIRINOS: DOS POEMAS DEL LIBRO GANADOR DEL PREMIO GENERACIÓN DEL 27


La semana pasada, exactamente el jueves 5 de noviembre, llegó de España una muy buena noticia para el Perú: con el poemario Mientras el lobo está, el poeta y escritor nacional Eduardo Chirinos Arrieta ganó la XII versión del prestigioso Premio Internacional de Poesía Generación del 27, dotado con 20 mil euros y la publicación de la obra.

El poeta Manuel Caballero Bonald, presidente del jurado, dijo al anunciar el fallo del concurso que este libro trae una nueva savia léxica, sobre todo, a la trayectoria del premio, y tiene también un tono y una forma de traspasar la experiencia vivida a la experiencia del lenguaje que resulta desde el primer momento muy atractiva. Agregó que del ganador del premio convocado por el Centro Cultural de la Generación del 27, con sede en Málaga (sur de España), le llamó la atención la reflexión del lenguaje y que sondea en las posibilidades expresivas de la lengua, que es lo que a él -dijo- más le interesa en la poesía.

Aurora Luque, directora del Centro de la Generación del 27 sostuvo que en el poemario le sorprenden las ideas germinales que el poeta utiliza para construir los poemas, que son muy buenas ideas de partida y destacó la sorprendente resolución formal de los textos.

Eduardo Chirinos nació en 1960 en Lima y forma parte de la denominada generación de los ochenta, al lado de Magdalena Chocano, Rocío Silva Santisteban, Luz María Sarria, Mariela Dreyfus, Róger Santiváñez, José Antonio Mazzotti, Domingo de Ramos y Jorge Frisancho, entre otros destacados vates. Vive en Missoula (Estados Unidos) y es profesor de Literatura Hispanoamericana y Española en la Universidad de Montana.

En 1981 publicó Cuadernos de Horacio Morell, Crónicas de un ocioso en 1983,Archivo de huellas digitales en 1985 y Rituales del conocimiento y del sueño en 1987, entre otros libros. Es, además ensayista y traductor. Son notables las traducciones de las obras de Mark Strand (Sólo una canción, 2004) y Louise Glück (El iris salvaje, 2006).



DOS POEMAS DE
MIENTRAS EL LOBO ESTÁ



Círculos cerrados


CON LOS años uno espera que los círculos
se cierren. Una noche sin dormir puede ser
la clave, un simple descuido y todo empieza
a encajar: el azul se reconcilia con el rojo,
el rencor infantil con el amor correspondido,
el antiguo desdén con la más loca pasión.
Los círculos sonríen y giran como aspas
sin esperar respuesta. Pero la pasión
reclama su veneno, el rojo hace lo suyo
y el rencor infantil asoma con crudeza, justo
cuando nos alegrábamos de llegar a viejos.
Ah, los círculos cerrados. Ellos se dibujan
en la frente, se hunden en la carne y brillan
como el aura de los santos en las viejas
pinturas. A menudo veo círculos cerrados.
Me inquieta su vana geometría, su terca y
vacilante redondez. De nada sirve abrir los ojos,
afilar las puntas. Ellos actúan por su cuenta,
les somos tan indiferentes. Todos esperamos
que los círculos se cierren. Ellos nos ahogan
cada noche. Y al día siguiente nos rescatan.



Los vencejos se aparean en el aire


A VECES me río. No puedo contra eso. Me río
como si nadie me observara, como si el sistema
nervioso me dijera ríete y no tuviera más que
obedecer. Lágrimas. Por supuesto hay lágrimas.
Y música, como latigazos en la espina dorsal.
¿Dije «latigazos en la espina dorsal»? Intento
explicar lo que nadie pidió que le explicara.
El caso es que se sigue repitiendo. Lo oscuro
huye, cede a su pasión por lo más claro. Sé de
memoria el recorrido: la sordera de siempre,
el cerrojo, la risa inevitable. Al revés también
ocurre: lo claro brilla y brilla hasta aguzar el
oído, la insoportable tempestad de agujas.
Apago entonces cualquier lámpara, me hundo
irremediablemente en el silencio. De pasar
pasan cosas: un ángel apoya su sien contra
la mía y canta la canción que ignoro, un niño
señala el paisaje con el dedo y debo adivinarle
la tonada. Siempre hay una tonada. No sabría
explicar de dónde viene. Son colores fríos.
Vencejos que se aparean en el aire. Vientos.
Y unas ganas tremendas de reírse.



*La foto pertenece a la fotógrafa peruana Pilar Pedraza.