viernes, 28 de enero de 2011

1Q84: la última novela de Haruki Murakami


El suplemento El Cultural del diario español El Mundo publica, además de una entrevista a Haruki Murakami (Kioto, 1949), el novelista japonés más exitoso de la actualidad y mencionado como futuro Premio Nobel, un fragmento de su último libro 1Q84 (editado por Tusquets), cuya lectura podemos disfrutar a continuación:

AOMAME No se deje engañar por las apariencias La radio del taxi retransmitía un programa de música clásica por FM. Sonaba la Sinfonietta de Janácek. En medio de un atasco, no podía decirse que fuera lo más apropiado para escuchar. El taxista no parecía prestar demasiada atención a la música. Aquel hombre de mediana edad simplemente observaba con la boca cerrada la interminable fila de coches que se extendía ante él, como un pescador veterano que, erguido en la proa, lee la aciaga línea de convergencia de las corrientes marinas. Aomame, bien recostada en el asiento trasero, escuchaba la música con los ojos entornados. [...]

Aomame había tomado el taxi cerca de Kinuta y, en Yoga, se habían metido en la Ruta 3 de la autopista metropolitana. Al principio, el vehículo circulaba con soltura; pero, antes de llegar a Sangenjaya, de repente se formó un atascó, y poco después casi no podían ni moverse. En el carril contrario, el tráfico circulaba con normalidad. Su carril era el único que sufría un atasco calamitoso. Normalmente, las tres de la tarde pasadas no solía ser la franja horaria en la que aquel carril de la Ruta 3 se atascaba. Por eso le había indicado al conductor que tomara la metropolitana.

-El precio no va a aumentar porque estemos en la metropolitana -le dijo el conductor, mirando por el espejo-. Así que no hace falta que se preocupe por el dinero. Sin embargo, señorita, supongo que le supondría un problema llegar tarde a la cita, ¿no?

-Claro que sí, pero antes me ha dicho que no se podía hacer nada, ¿verdad?

El conductor miró de soslayo la cara de Aomame por el espejo retrovisor. Llevaba unas gafas de sol de tono claro. Debido a la luz, no podía atisbarse su semblante.

-Oiga, no es que no haya absolutamente ningún modo. Existe un recurso de emergencia un poco forzado, pero podría ir hasta Shinjuku en tren.

-¿Un recurso de emergencia?

-No precisamente a la vista de todo el mundo.

Aomame, sin decir nada y con los ojos entrecerrados, esperó a que el señor hablara.

-Mire, ahí hay un espacio al que podría arrimar el coche -explicó el conductor, señalando hacia delante-. Donde está el panel grande de Esso.

Aomame fijó la vista y vio un espacio de estacionamiento en caso de accidente a la izquierda del segundo carril. Como en la metropolitana no hay arcenes, en ciertos sitios habían habilitado lugares de evacuación para emergencias. Tenían una cabina amarilla con un telé fono de emergencia desde el cual se podía contactar con la administración de autopistas. En aquel momento no había allí ningún coche parado. En el tejado del edificio que separaba aquel carril del carril contrario había un enorme panel publicitario de la compañía petrolera Esso. Consistía en un sonriente tigre que tenía en la mano la manguera de un surtidor de gasolina.

-El asunto es que ahí hay unas escaleras para bajar al nivel del suelo. En caso de incendio o de un gran terremoto, el conductor puede abandonar el coche y descender por ahí. Normalmente, la utilizan los obreros de mantenimiento de carreteras. Tras bajar por esas escaleras, hay una estación de la red Tokyu cerca. Si coge un tren, llegará enseguida a Shinjuku.

-No sabía que hubiera escaleras de emergencia en la metropolitana.

-Por lo general, nadie lo sabe.

TENGO

Una idea un tanto diferente
El primer recuerdo de Tengo era de cuando tenía un año y medio. Su madre se había quitado la blusa, había desanudado el lazo de la combinación blanca y daba el pecho a un hombre que no era su padre.

Un bebé yacía en una cuna; probablemente fuera Tengo. Él se veía a sí mismo en tercera persona. Aunque quizá fuera su hermano gemelo... No, no lo era. Aquél debía de ser el propio Tengo, con un año y medio de edad. Lo sabía por intuición. El bebé estaba dormido, con los ojos cerrados, y podía oírse débilmente cómo respiraba. Para Tengo, aquél era el primer recuerdo de su vida. Aquella escena de apenas diez segundos había quedado grabada con nitidez en las paredes de su mente. No había antes ni después. El recuerdo estaba completamente solo, aislado, como un pináculo en una ciudad anegada por una gran riada, cuya cabeza asoma por encima de la superficie turbia del agua. Cada vez que se le presentaba la oportunidad, Tengo preguntaba a las personas que lo rodeaban qué edad tenían en el primer recuerdo de sus vidas. La mayoría, cuatro o cinco años. Como muy pronto, tres años. Nadie solía recordar cosas de una edad más temprana. Era como si un niño debiera tener al menos tres años para poder presenciar y comprender, con cierta lógica, las situaciones que ocurrían a su alrededor.

En fases previas, todo se reflejaba como un caos incomprensible. El mundo era cenagoso como una papilla diluida, carecía de armazón y resultaba elusivo. Se escapaba por la ventana sin llegar a constituir un recuerdo en el cerebro.

Por supuesto, un lactante de un año y medio de edad no puede juzgar qué significa el hecho de que un hombre que no es su padre chupe los pezones de su madre. Eso es evidente. Por lo tanto, si aquel recuerdo de Tengo fuera verdadero, la escena se le habría quedado grabada en la retina tal y como la vio, sin ser enjuiciada. Igual que una cámara que graba mecánicamente los cuerpos en la cinta de celuloide, amalgamando luz y sombra. Y a medida que la mente se desarrolla van analizándose paulatinamente las imágenes reservadas y fijadas y se les da un sentido. Pero ¿podría haber sucedido aquello en la realidad? ¿Es posible que tal imagen se almacene en el cerebro de un lactante? [...]

martes, 25 de enero de 2011

"Orilla" de Luis Hernández cumple 50 años





Hoy en la Casa de la Literatura se celebran los cincuenta años de la 
publicación de “Orilla”, el primer libro de nuestro gran poeta
Luis Hernández Camarero. A continuación reproduzco el artículo
publicado en la Web de RPP:

 “A los veinte años Luis Hernández, quien no llegó a doblar esa edad, publicó 
su primer libro. Era una breve colección de breves poemas a los que tituló Orilla (1961) y a cuyo texto inicial le antepuso esta patética pregunta de François Mauriac: ¿Quién soy yo, ser sin forma que el océano roe? Ahora, a los seis años de su muerte, al canto y a la luz de su obra, sentimos todo el peso de esa angustiada indagación existencial, a la vez que nos alcanza la certeza del jubiloso logro de su propia identidad en el espacio creado por su palabra poética”, así escribe Javier Sologuren en el prólogo a su Obra poética completa (1983).


Este martes 25 de enero se cumplen cincuenta años de la aparición de Orilla, libro que en 1961 dio a conocer a Luis Hernández, escritor de culto de las letras peruanas. Este poemario fue la primera publicación del autor y apareció bajo el emblemático sello editorial “La rama florida”, dirigido por el poeta Javier Sologuren.

Luis Hernández (1941 - 1977) estudió en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y luego en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A la par de su profesión de médico, Hernández cultivó la poesía y fue uno de los más destacados representantes de la denominada Generación del 60. Fue uno de los primeros en incorporar el humor y  las citas metatextuales en la poesía peruana. Dueño de una obra singularísima, Hernández es también uno de los responsables de la incorporación en la poesía peruana de la astronomía y de las ciencias en general.

Para conmemorar el medio siglo de la publicación de Orilla, la Casa de la Literatura Peruana ha preparado un homenaje donde destacados representantes de la música y las letras nos acompañarán leyendo los textos que conforman este libro y contándonos cómo la poesía de Luis Hernández ha influenciado en su arte.

Los músicos Rafo Ráez y Piero Montaldo; y los escritores: Milagros Martínez, 
Gabriel Rimachi y Josefina Jiménez nos acompañaran en este homenaje.

La cita es el martes 25 de enero en el auditorio de la Caslit (Jr. Ancash 207, 
Centro Histórico de Lima), a las 6:30 p.m. El ingreso es libre.



POEMAS DE ORILLA 

Jardinera de Cizaña 


¿Quien soy yo, ser sin forma
que el océano roe?
Francois Mauriac


- Por arriba
donde nunca puedan
verla,
tu señal,
jardinero de cizaña
- ya vienen tras de ti.
Pronto,
por arriba tu señal.

1

Cielo nuevo
que por un momento
del alma al corazón
creímos nuestro.
Desvanecido ya,
triste es tu huida,
intento, afán
amado, florecido...
Donde uno, una vez
quiso llamarte
rostro, corazón, luz y silencio,
suyo serás, no serás nuestro,
perdida así
toda tu vida.


2

Hemos vuelto a vivir
lo mismo
de ayer y
de mañana.
El agua sube ya,
cubriendo
los días
y las horas;
de mí
ya sólo queda
el mar claro y naciente,
de mí
ya sólo queda
el mar, triste, apagado.


3
Poniente sol,
perdida tu belleza,
oculto ya, no hallado
tu destino.
Solo serás, siempre;
infinito en su ocaso,
inmenso tu silencio.
Estarán en ti tan sólo
las rosas muertas,
canciones sumergidas,
tinto en el mar,
inmóvil en tu vida,
ignorado tu cielo.

4
Aunque nada hubiera
llevado al mar con mi alegría,
no sentí nunca
el sonido de las ondas,
la espuma en la ribera.
Ahora
el amor a las playas
es demasiado
lejano.
Sin el soplo
fugaz de la arena,
brota el mar
desde el fondo
sin hallazgo.

5
Cerrado, adormecido cauce
de todo lo que aún quisimos
deshecho ya, deshecha vida
cerrada hacia poniente la sonrisa
Poniente sol, que no regresa
a cubrir de luz
lo ya apagado, no vivido,
tan limpio de recuerdos.
Legiones de senderos inconstantes
que el mar y lo ignorado
cierran juntos.
Sabemos ya el final,
aún así inmenso es el fracaso,
muertos ya, cerrada la sonrisa.


y 6

El agua al fondo
cortada
en la línea de las algas.
Yo pensaba en el mar
como cuando leía
y el mar sonaba igual:
No es posible sentarse,
los bancos están mojados,
los bancos están mojados,
y podridas las maderas.
Porque ahora han llegado
el mar y los senderos
a la proa en la noche
sobre ondas azules
y no puedo tomarlos.
No es posible sentarse.
Viven aún como arena
las luces de la calle.


Mar 

Entre la sombra voy

Juan Ramón Jiménez

1

REFLEJOS SOBRE EL AGUA

Las franjas suaves del agua
se pierden en la orilla.
- Es posible vivir;
está húmedo el aire
y reseca la arena....
- El viento trae gotas
fugaces y salinas.

El mar antes surgía,
sereno sin ser visto,
mi amor por él, ahora,
olvidará hasta el cielo.

El agua antes cantaba
infiltrada en la arena;
hoy, la busco hasta a ella
por el mar no saciado.

Ayer vimos las ondas
que subían perfectas,
hoy
nuestros pies las perturban,
nuestros cuerpos las quiebran,

Está el mar muy amargo,
hemos bebido
en un día sus aguas,
pisado sus riberas.



2

La última onda,
limpia y azul,
ha caído tan cerca
de mí
que puedo sentir
su pensamiento.



3

Vuelvo mi rostro,
arriba...
abajo en el fondo
pétreo y salino del pozo,
oriónidas estrellas
se hunden en la noche.



y 4

He cubierto en el mas
el vacío
entre estrella y estrella
creyéndolas mías;
mas la noche muere
y estoy tan solo
como antes.

LLUVIA

Vamos afuera, la lluvia,
mojara
la cara, el traje.
Vamos afuera,
saltaremos
los charcos,
y al mirar el cielo
se nos llenaran los ojos
de agua y de contento.








lunes, 24 de enero de 2011

Poemas de Gösta Ägren




El blog Sol Negro que dirige nuestro amigo el poeta Paul Guillén publica textos del vate finés Gösta Ägren (Nykarleby 1936), traducidos de manera impecable por el escritor peruano Renato Sandoval Bacigalupo (1957).  A través de estos poemas aparecen ante nosotros dos figuras esenciales del pensamiento del siglo XX: Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger, en una sucesión intensa de ideas e imágenes que sólo la poesía es capaz de revelar. 



Martin Heidegger


Solo, como un jefe pagano
y oficiante, examinaba
cada palabra como se examina
un detalle en la penumbra bajo
la totalidad, pero las palabras seguían
siendo palabras. Ni en los discursos
del dictador escuchó el aullido del chacal.
La raza era un mensaje biológico
de algo desconocido que
lo cotidiano aún no había profanado;
la violencia de la historia una elevada
misión; el pueblo una torpe
danza bajo los solitarios amos
de las palabras. No dudaba
y por eso se hizo
profundo como un niño. Todo
era enorme como una saga
de camino a la conferencia, donde
solo quedaba el ser,
un corazón sin
límites ni rostro.





Ludwig Wittgenstein



El pensamiento se vuelca siempre
hacia adentro y se destruye.
Él lo sabía, pero
usó su desesperación
como método. El caos debe ser ordenado,
aun a costa de
fracasar. ¡Todo,
incluso un fracaso,

puede ser algo más!
El filósofo pagó
el mismo precio que Rimbaud,
que escribió su último poema
primero, luego los otros,
línea tras línea.


 Haga click para seguir leyendo.





sábado, 22 de enero de 2011

La civilización del espectáculo



El número 1,000 de Babelia, el prestigioso suplemento del Diario El País de España, publica hoy el prólogo del próximo libro de Mario Vargas Llosa, “La civilización del espectáculo”. En este texto, inteligente y polémico como siempre lo es nuestro Premio Nobel, hay fragmentos que aperciben a la cultura dominante actual, como los siguientes:

“Nunca hemos vivido como ahora en una época tan rica en conocimientos científicos y hallazgos tecnológicos ni mejor equipada para derrotar la enfermedad, la ignorancia y la pobreza y, sin embargo, acaso nunca hayamos estado tan desconcertados y extraviados respecto a ciertas cuestiones básicas como qué hacemos aquí en este astro sin luz propia que nos tocó, si la mera supervivencia es el único norte que justifica la vida, si palabras como espíritu, ideales, placer, amor, solidaridad, arte, creación, alma, trascendencia, significan algo todavía, y, si la respuesta es positiva, qué es exactamente lo que hay en ellas y qué no”.

“Antes, la razón de ser de la cultura era dar una respuesta a este género de preguntas, pero lo que hoy entendemos por cultura está exonerada por completo de semejante responsabilidad, ya que hemos ido haciendo de ella algo mucho más superficial y voluble, o una forma de diversión ligera para el gran público o un juego retórico, esotérico y oscurantista para grupúsculos vanidosos y de espaldas al conjunto de la sociedad”.

“En el pasado, la cultura tuvo siempre que ver con esos temas y fue a menudo el mejor llamado de atención ante semejantes problemas, una conciencia que impedía a las personas cultas dar la espalda a la realidad cruda y ruda de su tiempo. Ahora, más bien, lo que llamamos cultura es un mecanismo que permite ignorar los asuntos problemáticos, distraernos de lo que es serio, sumergirnos en un momentáneo "paraíso artificial", poco menos que el sucedáneo de una calada de marihuana o un jalón de coca, es decir, una pequeña vacación de irrealidad”.

“Quiero dejar sentada mi protesta, por lo que pueda valer, que, lo sé, no será mucho. Hay demasiados intereses de por medio, helás. Probablemente, el fenómeno que este ensayo describe en unos cuantos apuntes no tenga remedio, porque forma ya parte de una manera de ser, de vivir, de fantasear y de creer de nuestra época, y que lo que este libro añora sea polvo y ceniza sin resurrección posible. Pero podría ser, también, ya que nada se está quieto en el mundo en que vivimos, que ese fenómeno, la civilización del espectáculo, perezca sin pena ni gloria, por obra de su propia inanidad y nadería, y que otro lo reemplace, acaso mejor, acaso peor, en la sociedad del porvenir.”

Haciendo click aquí se puede leer el prólogo completo, disfrútenlo.

viernes, 21 de enero de 2011

Billy Collins: navegando por el centro del poema

En el siguiente artículo, el escritor peruano Miguel Ángel Zapata (*) reflexiona sobre la poesía en los Estados Unidos y uno de sus mayores representantes actuales, Billy Collins (22 de marzo 1941), de quien ofrece tres hermosos textos traducidos al español. Collins es un poeta norteamericano nombrado Poet Laureate of the United States (Poeta Laureado de los Estados Unidos) desde 2001 al 2003. Es un distinguido profesor en el Lehman College de la Ciudad Universitaria de Nueva York y miembro principal distintivo del Winter Park Institute, en Florida. Ha sido reconocido como un Literary Lion por la Biblioteca Pública de Nueva York (1992) y seleccionado como el poeta del Estado de Nueva York en el período 2004-2006.


En una nación tan dispersa como los Estados Unidos, encontrar alguna señal de apoyo para las artes y la literatura podría ser casi un milagro para ciertos inocentes. Pero hay que reconocer que los Estados Unidos es una de las naciones donde la cultura posee un apoyo enorme (sin alcanzar el que debería tener debido a sus altos ingresos), el cual se cristaliza con premios, becas, patrocinios, y honorarios por cada lectura de poesía o presentación literaria. Como en el resto del mundo, la poesía es un paraíso secreto, y los medios de comunicación casi no le prestan atención. Eso, al menos pudiera ser positivo si defendemos su soledad y su misterio. Una sola excepción me viene a la memoria: Bill Moyers. El periodista norteamericano, a fines de los ochenta (1989) inició una serie en la televisión pública, The Power of the Word, dedicada a la divulgación de la obra poética de un grupo selecto de escritores, con el fin de que una gran mayoría pudiera ver y oír lo que tenían que decir los poetas en la actualidad. Después, publicaría un libro de entrevistas con varios poetas de los Estados Unidos. Ese fue un gran intento de llevar el arte al pueblo, esencialmente a los adolescentes de ese entonces, y a los niños en las escuelas públicas y privadas. Uno de los premios más significativos de los últimos tiempos ha recaído en el poeta y profesor universitario, Billy Collins (1938). Billy Collins fue nombrado Poeta Laureado por dos años consecutivos (2002-2003), y Poeta Laureado del estado de Nueva York (2004-2006). Collins es autor de varios libros de poesía, entre los que destacan Picnic, Lightning; The Art of Drowning; Questions about Angels, Sailing Alone Around the Room, y Nine Horses. Ha publicado sus poemas en revistas norteamericanas de renombre internacional tales como Poetry, American Poetry Review y Paris Review. Billy Collins ha recibido numerosos premios, así como el reconocimiento de la Fundación Nacional para las Artes y la Fundación Guggenheim. Escribir y publicar poesía en una nación donde hoy en día la oscuridad es la metáfora del desconcierto, es ya un acto heroico de supervivencia. El sueño de lo cotidiano es una rareza, y el sueño de lo imposible sólo se puede conseguir en el imaginario de las artes y las letras. Se podría decir que la mayoría de los gobernantes de los Estados Unidos han estado más preocupados en el arte de la guerra que en la situación de su literatura o de las artes, o más seriamente en la situación de los seres humanos que viven en el gran país del norte, o en los que se fueron a morir por la patria. Estados Unidos es una tierra de grandes poetas, los cuales son y han sido muy influyentes en la literatura universal. Basta señalar algunos nombres: Ralph Waldo Emerson, Edgar Allan Poe, Amy Lowell, Gertrude Stein, William Carlos Williams, H.D., T.S. Eliot, Erza Pound, e.e. cummings, Hart Crane, Ernest Hemingway, Robert Bly, Allen Ginsberg, Frank O’Hara, John Ashbery, W.S. Merwin, Mark Strand, Theodore Roethke, Charles Simic, Louise Glück, Margaret Atwood, James Tate, Yusef Komunyakaa, y Billy Collins. Y mientras los candidatos a la presidencia de la república discuten sus posibilidades para controlar Irak y el terrorismo, los poetas leen su poesía en cafés, universidades, museos, publican sus libros, y en el fondo oscuro de las ciudades salen a veces a gritar al cielo y al gobierno sus injusticias y olvidos, como una señal de insatisfacción, y para la salud de la mística del cielo y de la vida citadina, se oye alguna canción mundana y avasallante de los Beastie Boys, y otra de Miles Davis para la larga noche. 
Por eso, para el lector extranjero, y para los interesados (que no siempre son poetas) que no viven en los Estados Unidos, las traducciones (versiones) de poesía norteamericana son una ventana abierta necesaria para conocer su cultura y a sus poetas. El hecho de admitir que la poesía en este país tiene sus adeptos no es un sueño romántico ni nacionalista sino una realidad palpable. Algunos amigos, y el mismo Billy Collins ha dicho en más de una ocasión que los lectores de poesía son tantos como los poetas mismos. Hay una salvedad: en Nueva York, el público que asiste a los recitales de poesía es cada vez más numeroso, y tampoco es extraño escuchar recitales de John Ashbery, Charles Simic, Louise Glück, David Lehman, Philis Levin o Billy Collins, y decenas de poetas de varias partes del mundo que ofrecen recitales todas las semanas en distintos lugares de la gran manzana. El arte en la ciudad de Nueva York no sólo puede percibirse mirando la sombra de los rascacielos en la era de la postciudad, sino también en la inmensa cantidad de galerías de arte, cafés, museos, y universidades. Entre esa multitud selecta se pasea el poeta Billy Collins con su abrigo negro, saliendo de clases, o yendo a tomar un café y leer un libro de Thomas De Quincey. 
La poesía de Collins trae un lenguaje refrescante para la poesía norteamericana. Es una poesía en apariencia lineal y transparente, pero si se le lee con paciencia y desconfianza, el lector se encuentra con un poeta profundo e irónico: sus poemas encierran en sus paredes una extraña transparencia. El principio de cada poema siempre trae algo inesperado: “Derramo una capa de sal sobre la mesa/ y trazo un círculo con mi dedo”. El silencio es inmediato, y pareciera confundir el encabalgamiento suscitado por una imagen inusual. Leemos a Billy Collins porque en sus poemas hay una compleja transparencia, y no un barroquismo que se queda en no decir nada. Es una transparencia que nos lleva por jardines olvidados en los sueños, por la grama de una pesadilla, y el descubrimiento de una palabra nueva. La poesía y su lenguaje siempre están escuchando al poeta escribir sus versos. La novedad está en como lo inesperado se configura en un poema: “les pido que hagan esquí acuático/ a través de la superficie del poema”. Tal vez sugiere alguna nueva forma de moldear la superficie del poema cuyo centro es el agua que cambia de aspecto con el viento de la pluma, o forzada por un esquí acuático. Pero mejor aún, aquí tiene el lector tres versiones de su fresca y profunda poesía, como el agua, como los trenes que vuelan por Manhattan. 



Poemas de Billy Collins
Versiones al español de Miguel Angel Zapata


Diseño


Derramo una capa de sal sobre la mesa
y trazo un círculo con mi dedo.
Este es el ciclo de la vida
le digo a nadie.
Esta es la rueda de la fortuna,
el Círculo Ártico.
Este es el anillo de Kerry
y la rosa blanca de Tralee
les digo a los fantasmas de mi familia,
los padres muertos,
la tía que se ahogó,
mis hermanos y hermanas venideros,
mis hijos por venir.
Este es el sol con sus rayos relucientes
y la luna amarga.
Este es el círculo absoluto de la geometría
le digo a la hendidura en la pared,
a los pájaros que cruzan la ventana.
Esta es la rueda que acabo de inventar
para rodar por el resto de mi vida
y lo digo
tocando mi lengua con el dedo.


De Sailing Alone Around the Room (New York: Random House, 2001)



Centro


Les pido que agarren un poema
y lo sostengan en alto a contraluz
como una transparencia de colores

o que presionen una oreja a su colmena.

Digo que dejen caer un ratón en el poema
y lo observen para ver cómo sale

o que caminen dentro del cuarto del poema
y sientan las paredes

les pido que hagan esquí acuático
a través de la superficie del poema

Pero todo lo que quieren hacer
es amarrar al poema en una silla con una soga
y torturarlo hasta que confiese

Ellos comienzan a azotarlo con una manguera
para saber si dice de verdad

De Saling…


Letanía


Tú eres el pan y el cuchillo,
La copa de cristal y el vino.

Jacques Crickillon


Tú eres el pan y el cuchillo,
la copa de cristal y el vino.
Eres el rocío en el césped
de la mañana y la rueda 
ardiente del sol.
Eres el mandil blanco del
panadero y la marisma de
pájaros de repente en vuelo.

Sin embargo, tu no eres el
viento en la huerta, los
ciruelos en el mostrador
o la casa de naipes. 
Y ciertamente no eres el aire
fragante del pino.
De ninguna manera eres el aire
fragante del pino.

Es posible que seas el pez debajo
del puente,
hasta tal vez la paloma en la cabeza
del general,
pero ni siquiera puedes soñar ser
el campo de flores de maíz en 
el crepúsculo.

Y una mirada rápida en el espejo mostrará
que no eres ni las botas en el rincón ni
el bote durmiendo en su cobertizo.

Te pudiera interesar saber,
hablando de la imaginería juguetona del mundo,
que soy el sonido de la lluvia en el tejado.

Sucede que también soy la estrella fugaz,
el diario de la tarde volando por el callejón,
y la canasta de castañas en la mesa de la cocina.

También soy la luna entre los árboles,
la taza de té de la mujer ciega.
Pero no te preocupes, no soy el pan y el cuchillo.
Tú todavía eres el pan y el cuchillo.
Siempre serás el pan y el cuchillo,
por no decir la copa de cristal y –de alguna manera-
el vino


De Nine Horses (2002)





(*) Miguel Ángel Zapata estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, y obtuvo el doctorado en Filosofía en Washington University, Estados Unidos. En la actualidad reside en Long Island,Nueva York, donde se desempeña como profesor titular de literatura latinoamericana en la Universidad de HOFSTRA.