viernes, 27 de mayo de 2011

Cuatro textos inéditos de la poeta Indira Anampa



AZUFRE


Dejo caer de mis manos

piedras redondas como espuma por mi boca

tienes las manos heladas

un  vacío en la cabeza y el estomago me estalla

deja tus manos así, frente a la chimenea

en este juego se podría subastar mi cabeza

mis pies se reparten entre mis huellas

tus manos heladas, cúbretelas

la espuma forma charcos

y los otros cuerpos son limpiados

con arena fina y cal

pon tus manos cerca del fuego

el tablero es un mapa de laberintos

la radiografía de mis extremidades

podrían ser depósito de cruces

y vertedero de azufre.



SIMULACRO


Cuanto más lúgubre

más merecido

con la pared disfrazada de espejo


¿habrás sido una vez más

un nombre que levanto

contra la nada o

un simulacro que me

invento con palabras?


Mientras todos me llaman

loca

ciega

porque todo esto es peligroso

este vacío es vertiginoso

las metáforas

saltan hacia mí

como arañas venenosas

y sigo siendo el insecto

aprehendido,

hecho posible alimento,

frío y agrio;

mientras que seres

se destrozan bajo mis patas

dejándome una fina inútil

lluvia de polillas muertas.


Vencida por la lucha,

la sensación del zarpazo

en pleno vientre

cede siempre

a la inercia.


Sé que volveré

a vivir

por la mañana

en la oscura comprensión

que buscaré con armas inútiles

frente al espejo,

estas estarán allí;

rondando,

como rondan

las larvas

el círculo mágico,

que intentan

entrar

en mi secuencia ilógica.



SINGULAR


Yo y la que fui

tenemos una sola mano

con la que acariciamos

la miseria de nuestro estómago,

maldecimos el alimento

nunca probado,

maldecimos las sobras

abrazamos la quietud de nuestro estómago

rasgando su textura.


Sabemos del hambre y de sus designios,

como el hastío

y todas sus formas.


Es terrible convivir con otra

compartir la carencia, 

es inevitable conservar

la sensación de

ser cazador o presa.


Aquí ya nadie

está a salvo.


Yo y la que fui

tenemos dos bocas

dos corazones

dos ojos

y sólo conocemos

el hambre

egoísta

en singular.



REDENCIÓN


La noche nació acéfala

ni siquiera tenía pies

ni manos,

pero antes de nacer

me escupió este poema

desde dónde emergía

su propia existencia.


Nadie sabe si has muerto

si vives respirando de mi mismo pulmón

ya no sé qué hacer con este anochecer

que no conoce tu dirección

ni de esquinas vacías;

estas aves que me pican el hígado cuando desapareces

sólo la locura me acompañará siempre.


Debería cambiarme el nombre,

decir que me llamo Rosa o María,

debería decirte que soy tan común como aquellas,

debería ocultar mi lado más vulnerable

y no correr por los pasillos tratando de escapar.

Es que yo aún no conozco de máscaras

ni del peso de mi nombre extraño,

aún no sé qué hacer

con mi humanidad redimida y aumentada.

Hoy intenté ofrecer mi cuerpo

en el ritual más pagano

mientras intentaba vendarme los ojos

y resbalar frente al acero;

caí en tu recuerdo,

en el iris de tu furia

y el estruendo

me despertó

antes de haber olvidado mi nombre

y mi verbo contestatario.

La noche me cubría

con tus mil brazos imaginarios,

la noche emergía

con la muerte de mis sueños,

detrás de las sábanas

la sangre se diluía

en mi sudor,

los relojes contenían tu mirada líquida

clavada en mi sien

y supe que tenía que hacerte esta declaración

antes que las agujas del reloj

volaran sobre mi cabeza y

facilitaran mi deceso;

tenía que perdOnarme

la muerte súbita,

crear este manifiesto

aunque no naciera en mis entrañas

sabía que debía nacer de ambos

sabía que debía nacer aunque sea

en este abatido corazón…


Hoy he recontado mis intentos suicidas

he desertado de todos

ni bien empezaba por alguno

aparecía tu sombra

apagando todas mis velas

y mi tripulación asustada huía como las ratas.


Hoy he naufragado

en la costa más agreste

he luchado con cíclopes

y piratas sin convicción

he desenvainado la espada

frente a fantasmas sin nombre,

bestias marinas

y noches tubulares y lascivas:

he resultado vencedora.

Les he escupido este poema,

tu poema

y les he dicho a todos mis enemigos

que mi escudo lleva tu nombre,

les he dicho que si me matan

Seguirás tú

y ellos:

mis hijos.

Les he dicho

que mi inocencia

se  durmió en tus sábanas

y terminó ahogándose

en el sabor salado de mi soledad

y a nadie podría haberle

narrado este testimonio

y  si te ofrezco este manifiesto

será la única vez que le cuente a alguien

que hará de  mi muerte

su  redención

mi propia redención:

nuestra redención.


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Indira L. Anampa Santa Cruz (Lima 1989). Estudia Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad San Martín de Porres. Pertenece al colectivo Comunidad Poesía en el Sur (Villa El Salvador-Lima). Ha publicado la plaqueta Noche en Marte (Ángeles de Papel Editores, Lima 2009) y en diversas antologías y medios literarios, además de haber participado en recitales nacionales e internacionales.  Poemas suyos aparecen en la Primera Muestra Colectiva de Lima Sur (Villa El Salvador, Lima). Ha sido colocutora radial del espacio de literatura y arte, Solo para locos, en radio Planicie. Próximamente publicará el poemario Patricia Leyton.


lunes, 16 de mayo de 2011

Poemas inéditos de Alessandra Tenorio



MI PADRE HABLABA DEL TIEMPO COMO UN INVENTO SUIZO



Mi padre hablaba del tiempo como un invento suizo.

Mi padre, el hijo de mi abuelo, el relojero
que me enseñó que el tiempo era una ilusión
que los relojes corrían de acuerdo a nuestras ansias
que los calendarios podían detenerse como aviones en picada.

Mi abuelo, que construía orologios
de tamaños diferentes que marcaban números inciertos,
que quería atrapar el tiempo para detener su partida.

Mi abuelo, el que no creía en los despertadores
porque sabía cómo funcionaban.
El que secuestró la puntualidad una tarde
y se la llevó lejos de aquí.

Mi abuelo, que se fue una mañana sin enseñarme
todo lo que no sé
y que me dejó pensando
que el tiempo no es más que un invento suizo
que solo sirve para encadenarnos.

(14/07/09)



NO USAMOS PALABRAS DE AMOR


I


No usamos palabras de amor para hablar del amor.
No es que el amor no exista, tampoco que hayamos perdido las palabras.
Es solo que hay cosas que no pueden ser llamadas por su nombre.
Yo te nombro, entonces.
Casi como un conjuro.
Para que vengas o te quedes.
Te nombro con las palabras de amor que no puedo usar.
Para que sepas que esto existe más allá de lo se dice o se calla.


II


Cambiarle el nombre a las cosas es una tarea diaria.
Un escudo.
En vano he intentado pensar en las palabras,
esos soldados de mi antiguo ejército.
Parece que la guerra se hubiera extendido
Que sufriera una afasia generalizada.
He enmudecido.
No puedo entender ni el antiguo ni el nuevo lenguaje.
Solo me queda esperar que puedas enseñarme.



MANTRA

 si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
    Alejandra Pizarnik


No nombres” -me dijeron- “no nombres nada que no quieras
que exista, la palabra materializa”.
Y yo he seguido eso como un mantra.
Así soy yo: pienso que si digo lluvia, lloverá.
Pienso -como en el poema- que si digo agua beberé.
Y pienso que si no grito tu nombre ahora
acaso no existas, acaso te pierdas o te marches.
Ayer cuando pensé…
Osé pensar por un momento
que lo mejor era cerrar la puerta, llorar dos horas y poner mi corazón
en una maleta de metal. Creo que tal vez si lo hubiera dicho en voz alta
no estaría aquí escribiendo que te quiero, pese a todo.
Por eso no confío en el silencio. Porque si no nombras no existe.
Yo te nombro entonces, como te he nombrado tantas veces solo para mí.
Te nombro en voz alta para que no dejes de existir.
Te nombro para que te quedes. Para que yo no pueda irme.
Te nombro porque es la única manera que conozco de ser feliz.

(14/07/09)


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Alessandra Tenorio Carranza (Lima, 1982). Poeta y promotora cultural. Estudió literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal y una Maestría en Escritura Creativa con mención en Poesía en la UNMSM. Ha trabajado como periodista cultural, docente universitaria y dictando conferencias y talleres. En 2005, su poemario Porta/Retrato (Campo de gules, 2005) fue considerado revelación del año por el programa de televisión Vano Oficio. Su libro Casa de zurdos (Lustra Editores/CCE, 2008) fue considerado uno de los mejores poemarios del año por el Diario El Comercio. Sus poemas aparecen en diversas publicaciones y antologías de Perú, México, España, Chile y EE.UU. Asimismo dos de sus textos han sido traducidos al catalán para la antología poética Panamericana (Serie Alfa, 2005). Trabaja, actualmente, como Jefa de Imagen Institucional y Relaciones Públicas en la Casa de la Literatura Peruana.

martes, 10 de mayo de 2011

Palabras de Hildebrando Pérez sobre "Galope de Parcas" el último libro de Eduardo Arroyo





A  CABALLO ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

Por Hildebrando Pérez Grande
UNMSM

Como aquel hombre que repentinamente pierde la visión mientras espera, con cierta impaciencia, el cambio de luces de un semáforo citadino, y este hecho es el anuncio de una epidemia feroz que no lo deja ver con meridiana claridad su entorno y luego percibimos, con temor, que la ceguera avanza implacable hasta nuestras orillas, como una nube oscura que va devorando los ojos de la gente, así también se da a lugar, en la notable novela de José Saramago: Ensayo sobre la ceguera (1995), un personaje  que por extrañas circunstancias, felizmente, no ha perdido la facultad de ver, de distinguir la luz para llevar a su tribu a la redención y salvarla de un holocausto final.  Leyendo  Galope de parcas (2011), de Eduardo Arroyo  (Callao, 1948),  constatamos que en  medio de la oscurana nuestra, enceguecidos todos por el fulgor de las vanas palabras y los seductores fuegos fatuos, el poeta es la luz encarnada, en estos tiempos sombríos: palabra luminosa, pensamos, que nos llevará a buen puerto.

He citado a José Saramago porque hace unos días, navegando en las aguas procelosas del ciberespacio, me encontré con unos versos suyos que me gustaría compartir ahora con ustedes: dice el premio nobel portugués en su poema “Proceso”:
Las palabras más simples, más comunes,
Las de andar por casa y dar a cambio,
En lengua de otro mundo se convierten:
Basta que, de sol, los ojos del poeta,
Rosando, las iluminen.

Los ojos de Eduardo Arroyo, con “las palabras de andar por casa” (como el sol que alude el poema de Saramago) son,  justamente, la luz que apenas rosando las palabras de nuestra norma cotidiana, aquellas de andar y ver, recuerda  nuestros trabajos y nuestras perspectivas en un pequeño universo social que, al parecer, está sufriendo una ceguera irreparable. Tan ciegos estamos que ni siquiera percibimos que nos están robando el futuro. Las formas discursivas, el lenguaje poético transparente y la dicción de la cotidianidad, puestos de manifiesto, apuestan desde su primer verso por un  diálogo estimulante con sus lectores virtuales. Su tono conversacional, además, nos recuerda lo que dejara escrito Lorca:”La poesía es algo que anda por la calle”, como la muerte.

Estoy gratamente impresionado por la edición de este volumen de poesía, desde su espléndida portada en la que adivinamos, casi digo escuchamos, un galope tendido, desaforado. Los caballos en la literatura peruana galopan con distinta fortuna: algunos son radiantes, triunfadores, épicos como los de José Santos Chocano, pues, con su tronante galope arremeten contra todo y ocupan muchas páginas en nuestra historia patria, simplemente porque sus caballos eran fuertes, eran ágiles, eran dioses. En cambio, hay otros caballos, poco felices: aquellos que galopan con un ritmo tristón, con pasos melancólicos, como si se hubiesen sacado la lotería pero al revés. Se tropiezan como borrachitos en las mañanas lechosas de nuestra ciudad, resbalan escandalosamente, relinchan de manera impertinente, nadie les quiere tomar una foto para el recuerdo porque piensan que son caballos perdedores, en fin, caballos sin filin. Estos son los caballos de José María Eguren,  que, dicho sea de paso, su poesía galopa en medio de bosques mágicos a la sombra de la niña de la lámpara azul, desde hace cien años, pues, ahora estamos celebrando el centenario de “Simbólicas”: un libro con el cual la literatura peruana ingresa, con pisada firme y aromas misteriosos, al siglo XX.

Escuchemos, ahora,  el galopar de los corceles negros a los que en sus versos alude Eduardo Arroyo. Son caballos todo terreno, tanáticos, con resonancias de los heraldos vallejianos. Y el ritmo violento con el que se desplazan es una alegoría de la lucha perpetua entre la vida y la muerte: eros o tanatos, civilización o barbarie, heredad o exterminio parecieran decir en el frenesí de su loca carrera. Quienes compartimos el quehacer poético bien sabemos que hay temporadas oscuras, baldías, estériles, tiempos en los que pensamos que los dioses nos han abandonado, y en medio de nuestro desamparo arañamos la página en blanco sin poder reprimir una lágrima, una imprecación o una leve esperanza: acaso mañana sí será un día prodigioso, repetimos para darnos valor a nosotros mismos. Y el milagro ocurre en el momento más inesperado, cuando ya parecía que habíamos sido derrotados por el infortunio, vuelve radiante la escritura: el poeta lo dice mejor: “fluye la poesía” (pag. 17): alborotándolo todo, rompiendo tiempos de silencios implacables, poniendo las cosas en su sitio, y discurre sin pedir permiso a nadie. Así empieza el libro de Eduardo Arroyo: “Vibra alborozada la palabra / tras una larga sequía / Se incendian las arterias de pasión / Sístole y diástole en la hirviente energía…” (pag.17). La poesía contenida se desembalsa para iluminar nuestra existencia, para hablar en nombre de la tribu.

Con los mismos aires victoriosos de Walt Whitman, quien afirma en su memorable Canto a mí mismo: “Tengo 37 años y gozo de buena salud”, Eduardo Arroyo empieza su canto, su “Danza quemante /metáfora invicta” (pag.17), para advertirnos sobre “las bárbaras hordas! (pag.18) que tratan de someter a la civilización. El poeta, con su palabra tensa, nos dice que “Truenan trompetas / anunciando /el épico desfile de guerreros” (pag. 21), “Las parcas galopan en tropel sobre corceles negros / Van triturando músculos aún ávidos de vida” (pag. 22). Y “El mundo se puebla de caos / y del eco de pisadas que resuenan / como tambores de guerra” (pag.23). El poeta, pues, da cuenta en su lectura crítica de nuestro universo social contemporáneo, de la violencia, el desamor, las agresiones a la condición humana.

Pero el poeta no sólo registra con palabras desgarradas todo lo que ocurre en su horizonte ecuménico. Siguiendo la estela poética de Valdelomar y Vallejo, quienes cantaron de manera entrañable el núcleo familiar, los claroscuros de la vida doméstica, así también Eduardo Arroyo vuelve su mirada al hogar y canta, por ejemplo, a sus padres, a la mujer, a los hijos, y en un verso hondo y dolido, a su hermano: “Yo tengo un hermano que perdió la razón” (pag. 43). La poesía testimonia el amor fraternal de manera conmovedora y nos ofrece el perfil de aquel hermano que:”Vive insondable abismo / Se agita entre laberintos de sombras” (Pag. 43). Sin embargo, sobreponiéndose a los oscuros designios de las parcas, sin oír el galope amenazante de la muerte, el poeta le dice al hermano: “caminemos juntos y abrazados / hasta el fin de los tiempos” (pág.44). Estamos, pues, ante una poesía que estremece,  que nos sobrecoge por su intensidad y sinceridad de afectos, poesía que es una muralla frente a la muerte y el olvido.

No quisiera concluir este brindis por la notable poesía de  Eduardo Arroyo sin señalar que poemas como “Naturaleza viva”, “Instante” y “Diciembre” nos iluminarán en los días que aún nos queda galopar por estas praderas y avenidas y calles que para consuelo nuestro llamamos, como un amuleto de la buena suerte, providencia.

lunes, 9 de mayo de 2011

Dos cantos del libro de Roger Santiváñez, "Roberts Pool Crepúsculos"


Les presentamos dos cantos del libro de Roger Santiváñez, Roberts Pool Crepúsculos, de próxima aparición bajo el sello de Hipocampo Editores, en la serie premio libros de poesía breve 2010



1. Cooper River Park


& el destello del brillo del río
Contemplo inmóvil en la verde orilla
Suavísimo repliegue acuático mi

Niatura dibujada por la diosa in
Visible oculta tras la fronda ce
Leste que a la bóveda se funde

En mi dolor terrestre como la
Nube majestuosa desaparecida
Recién al formarse & ser deli

Cuescente presencia frágil nada
En la silente extensión flotante
O suspenso suspiro de incomprendida

                    Rosa



2

Refulgen ninfas sobre las aguas pardas
& las hojas susurrantes hacen su son
La floresta divina a la brisa estival se

Entrega es  una solitaria rosa perfecta
Entre nubes perla quemada & azul por
Los arrecifes del cielo encendido & ya

Crepuscular plomizo en el fondo de sí
Mismo constelado algodón-azúcar en su
Boca deliciosa derretida incomputable

Allí donde su luz fue el secreteo de las
Horas ondulantes forma del anhelo en
Extinción que sin embargo aún canta su

                   Canción


domingo, 8 de mayo de 2011

San Marcos: dos publicaciones "Actas del congreso internacional José María Arguedas" y "Telúrica y magnética"



Arguedas Centenario. Actas del congreso internacional José María Arguedas. Vida y obra". 

(Lima: Academia Peruana de la Lengua/Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM/Editorial San Marcos, 2011)

Presentan:

Marco Martos Carrera (Academia Peruana de la Lengua)
Gladys Flores Heredia (UNMSM)
Javier Morales Mena (UNMSM)

Día y hora: lunes 9 de mayo de 5-6 p.m. en la Casona (Paque Universitario)


Revista Telúrica y magnética número 3

(Lima: Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM/Editorial San Marcos, 2011. Contiene: Dossier de poesía barroca, Dossier de Literatura Amazónica: Homenaje a Francisco Izquierdo Ríos, 
Dossier Homenaje a Mario Vargas Llosa y Dossier de Crítica Literaria Latinoamericana)Presentan:
Luis Izquierdo Vázquez (Rector de la UNMSM)
Aníbal Paredes Galván (Editorial San Marcos)
Gladys Flores Heredia (UNMSM)
Jorge Kishimoto (UNMSM)


Día y hora: martes 10 de mayo de 5-6 p.m. en la Casona (Paque Universitario)