sábado, 24 de enero de 2009

“Contra Señas”: El mundo es siempre una manera de mirar


Reflexiones en torno a la ascensión de Obama, acompañadas por ecos de Henry David Thoreau (*), Walt Whitman, Martín Luther King y Julio Cortázar


Una ceremonia como la ascensión al poder de un nuevo presidente en Washington, se convierte hoy más que nunca en un hecho global, capaz de ser visto de distintas formas, con distintos grados de nitidez y por supuesto con distintos colores. “El mundo es siempre una manera de mirar”, decía Cortázar. Esto ha sido corroborado de nuevo a raíz de la ascensión al poder de Barack Husseim Obama, el primer afroamericano que gobierna los Estados Unidos.

Y no solo hubo muchos ojos alrededor, sino también mucha lenguas, pulmones, estómagos e hígados. Entre estos últimos el de críticos o “cítricos” que declararon, incluso, la tempana muerte del Obama real y anunciaron su precoz transformación en un mito, para –acto seguido- acusar a la opinión pública y a los medios de comunicación tradicionales, e incluso alternativos, de tener velocidad de cometas para mitificar personajes como el recién estrenado mandatario.

Tanto el creador de la psicología analítica C.G. Jung como el escritor Mark Schorer coinciden en que los mitos forman parte de un inconsciente colectivo, es decir, de la intrahistoria. En este sentido, se convierten en relatos que expresan y responden cuestiones primordiales de la existencia del ser humano en las diversas culturas. Es mito es la palabra que custodia las raíces, el tronco, los árboles y el bosque que habitan en el interior de la mujer y del hombre.

¿No resulta entonces tirado de los pelos decir que el inconsciente colectivo o lo primordial pueden ser consecuencia de la ligereza o de las nuevas costumbres provenientes de estos tiempos? Repito la frase de Cortázar: “el mundo es siempre una manera de mirar”, una entre las múltiples formas de mirar en grupo o en soledad de las que es capaz el ser humano. Por otro lado, ¿mitificar es igual a mito? Mucho apuro y poca reflexión.

Llegado a este punto, quiero seguir hablando de reflexión y ya no de mito, pues en el trayecto recibo varios correos electrónicos, uno de los cuales me envía el poeta y periodista Carlos Orellana, quien el año pasado ganó con el libro “Soñar de ciegos”, el Premio “José Watanabe Varas” de la Asociación Cultural Peruano Japonesa.

“Mis esperanzas, entonces, se acrecientan en el sentido de creer que será un gran líder para el peor momento que vive Estados Unidos y el mundo. Aclaro, desde luego, que no todo poeta es, al margen de lo que escribe, un gran hombre. Hay muchos poetas talentosos, y hasta geniales, que son unos pobres diablos. Obama es, hasta hora, el prospecto de un gran hombre, que escribe además poesía”, dice Orellana, comentando el tema del Obama poeta.

La aclaración que hace es nítida, ser poeta no es garantía de ser un gran hombre, Rilke es genial, pero su inteligencia como padre -por ejemplo- es nula; no estaba preparado para tomar la batuta de una familia o un grupo. Sin embargo, debo decir que una cosa es la poesía, la mirada poética y otra el poeta. Este puede ser un médium y oir la voz de los dioses, pero ser un perfecto sordo frente al mundo.

Entre otras cosas que Carlos me hizo recordar fue la figura de Henry David Thoreau, el notable escritor, y filósofo estadounidense, sobre quien además me ha enviado un poema que forma parte de un nuevo libro en proceso de preparación.

Thoreau proclamó desde su obra “La desobediencia civil” que: “Nunca podrá haber un Estado realmente libre e iluminado hasta que no se reconozca al individuo como poder superior e independiente del que derivan el que a él le cabe y su autoridad, al tiempo que se imagina (sueña con) un Estado que “puede permitirse el ser justo con todos los hombres”.

Ser justo con todos los hombres, como también lo expresa después el grande Martin Luther King, en su célebre (no mitificado) discurso “Tengo un sueño” (1962).

“Cuando los arquitectos de nuestra república –dice Luther King- escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré de que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Y señala despúes que “es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros”.

“Hoy les digo a ustedes, amigos míos –prosigue el líder negro-, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano"... “Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Lejos de declaraciones de muerte y juicios que en este momento ni siquiera los futurólogos o los videntes se atreven a emitir, Barack Obama dijo en su discurso de ascensión al mando, algo que lo coloca en línea con Thoreau, pues su validez está en la entrega de la palabra como compromiso, que es lo que en verdad hace la diferencia en los años que corren.

“Seguimos siendo una nación joven, pero, según las palabras de las
Escrituras, ha llegado el momento de dejar de lado los infantilismos. Ha llegado el momento de reafirmar nuestro espíritu de firmeza: de elegir nuestra mejor historia; de llevar hacia adelante ese valioso don, esa noble idea que ha pasado de generación en generación: la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena”.

“La promesa divina de que todos somos iguales”, palabra dicha, palabra otorgada, “palabra y piedra suelta / no hay vuelta”, reza el dicho. Obama ha resaltado además lo siguiente: Lo que se nos pide ahora es una nueva era de responsabilidad. Responsabilidad, compromiso, esa es la diferencia; aún no es tiempo de juzgar ni de construir nuevos mitos ni de jugar a la mitificación.

Es el momento de mirar con ojos de águila o de mosca: desde una distancia incluso mayor que nosotros mismos y con miles de espejos fragmentados, dispuestos a una visión de 180 grados. “Aquila non Capit muscas”, dice el provervio latino, pero no estamos hablando de víctimarios ni de víctimas, de presas grandes ni pequeñas.

Es necesario soñar en grande, para pensar y vivir de esa forma; para poder volar, no hay que cortarse las alas ni odiar al viento; hay que darle oportunidad a la historia, pero sin salvoconductos irrestrictos, sin inmunidades y sin mentiras ni autoestafas. Y entonces con Thoreau recuerdo a Luther King y con ambos al viejo Walt Withman: “¡Oh Capitán, mi capitán! Ha terminado nuestro terrible viaje. / El navío ha salvado todos los escollos; / el precio que buscábamos ha sido ganado” (texto sobre Abraham Lincoln).


*En la foto, Henry David Thoreau.





Poema inédito de Carlos Orellana (Callao, 1950)
(De su libro “La Posible hermosura del mundo”)



YO, HENRY DAVID THOREAU


Creo que antes que súbditos tenemos que ser
hombres.
Henry David Thoreau




Me opongo a la guerra,
No escogí la guerra.
No la escogió ninguno de nosotros,
Nosotros nos llamamos Pueblo,
Ellos se llaman Gobierno.
Ellos escogieron las armas
Cegados por la ambición.
Trizaron la paz,
Modificaron las fronteras
Y pretendieron que la historia
Los perdonara,
Los enzalzara,
Los coronara
Con los laureles
Del Destino Manifiesto.
Dicen ellos,
Los granjeros y los comerciantes del Norte
Que hablan a través de 100 políticos sin alma,
Que la agricultura y el comercio
Prevalecen sobre la humanidad.
Y en consecuencia nada valen,
Ni los esclavos ni Méjico.
Aquí estoy yo, Henry David Thoreau,
En la cárcel,
En el lugar dispuesto por un Gobierno
Injusto para un hombre justo.
Tras estos barrotes no los perdono,
Yo los condeno por siempre.
Hemos roto las carnes de Méjico,
Sustraído parte de ellas.
Nos hemos acostumbrado ya a la sangre y al despojo.
¿Qué haremos dentro de un siglo,
Dentro de dos?
¿Qué clase de bestias imperiales seremos?
Yo soy el pueblo de Washington y de Franklin,
Soy su voz aunque me encierren.
Aunque mi voz no se escuche ahora,
Se escuchará más tarde y por siempre.
¿Quién prevalecerá, señores,
El Pueblo o Ustedes).

jueves, 22 de enero de 2009

Poéticamente habita el hombre

Heidegger: la filosofía como crítica literaria


Pudo ser muchos hombres, pero sólo fue Martin Heidegger. Pudo ser un sacerdote católico, un artista ermitaño, un amante a tiempo completo, pero sólo fue él, es decir, un pensador que más allá de su obra cumbre, “El ser y el tiempo” (1927), encontró la forma de habitar el mundo poéticamente.

Después de renunciar al puesto de rector de la universidad de Friburgo –cargo que le fue otorgado por el régimen de Hitler en 1933- este polémico filósofo nacido en Messkirch, Alemania, el 26 de setiembre de 1889, se dedicó a dar forma a un diálogo permanente entre poesía y pensamiento, que según consideraba era el verdadero camino para que el lenguaje filosófico logrará escapar de la cárcel de la metodología, la teoría y la lógica, y contribuyera a que el ser humano se liberará de una existencia inauténtica.

Desde 1936, Martin Heidegger comenzó a dictar conferencias y a escribir ensayos contundentes a partir de la obra de poetas fundamentales, como el austriaco George Trakl y el alemán Friedrich Hölderlin, con cuya obra establece una especie de hermandad a través de la palabra.

Heidegger había leído por primera vez a Hölderlin a sus diecinueve años y desde entonces encontró que sus textos revelaban la esencia del destino del hombre en la tierra. Es a partir de esta concepción que el filósofo pronuncia en el Instituto Italiano di Studi Germanici de Roma una exposición notable sobre “Hölderlin y la esencia de la poesía”, en donde haciendo uso de una nueva manera de hacer crítica literaria, construye con tan sólo analizar cinco frases escritas por el poeta toda una interpretación de la verdad y de la belleza.

Según Heidegger la poesía no toma el lenguaje como un material ya existente, sino que ella misma hace posible el lenguaje. Por eso, señala: “La poesía es el lenguaje primitivo de un pueblo histórico”. Más adelante, en “El origen de la obra de arte”, el filósofo ampliaría esta visión, al afirmar que lo que admitimos como natural es presuntamente, lo consuetudinario de un largo hábito que ha olvidado lo insólito de que se originó, porque “lo insólito –dice- asaltó una vez al hombre como algo extraño, asombrando su pensamiento”. Para el filósofo, la palabra no puede concebirse sin el hecho previo que le dio nacimiento y, por esta misma razón, hay que volver al comienzo para encontrar la verdad.

Durante sus años difíciles, en los que tuvo que dar cuenta de su adhesión apresurada al nazismo, el filósofo que dijo: “caminos y no obras”, se aferró a la poesía como única vía para protegerse de “la noche sagrada de la locura”. Ni el amor infinito que sentía por su ex alumna, Hanna Arendt, podía salvarlo. Ella, como muchos de sus contemporáneos también entonces lo juzgaba. El perdón, no llegaría sino años después cuando la dimensión del filósofo trascendiera las equivocaciones del militante.

El que le manifestó a Karl Jaspers, su compañero en la filosofía: “Hay que adherirse a la causa nazista”, le confesó en 1950 que soñó políticamente y que por eso se equivocó. Y es que Heidegger, que podía ver la amplitud extraordinaria de un bosque y a la vez cada árbol que formaba parte de éste, era incapaz de determinar la distancia que existía entre un árbol y otro. Podía ver el horizonte y aquello que estaba cerca de él, pero no lo que estaba en medio, como la política.

Esto explica por qué se dedicó al estudio sagrado de la poesía para dar forma a su pensamiento. La poesía permite visionar, es decir, ver más lejos de las limitaciones de la realidad e instalarse en el futuro y hace posible también la determinación de aquello que da origen a las cosas al momento de nombrarlas.

“El diálogo entre pensamiento y poesía evoca la esencia del habla para que los mortales puedan aprender de nuevo a habitar el habla”, escribió Heidegger en “Una dilucidación de la poesía de Georg Tralk”. Y en esa dirección anduvo, transitando hacia sí mismo y hacia todos los hombres, antes de morir en el mismo pueblo donde vino al mundo, entre el lago Constanza y el Alto Danubio, el 26 de mayo de 1976.


(De "Contra Señas")



El disparo que da vida

En línea con el horizonte trazado por el vate alemán Friedrich Hölderlin, el poeta peruano Mario Montalbetti, a través de un libro pequeño en extensión y formato nos anuncia con el riesgo natural que toda habla trae consigo que "El lenguaje es un revolver para dos". "El más peligroso de los bienes", diría el propio Hölderlin.

Montalbetti publicó en 1978 "Perro Negro. 31 poemas" y el año pasado "8 cuartetas en contra del caballo de paso peruano" (Album del Universo Bakterial) y el libro que ahora comentamos de la Colección Underwood, sello regido por el azar que hace posible que uno se encuentre de pronto, cara a cara, con una revelación o con la belleza de un disparo al centro del sol. Underwood no se vende, se regala, pero hay que estar en el lugar preciso y a la hora precisa.

Frases aparte, en "El lenguaje es un revólver para dos" encontramos una síntesis del Montalbetti de "Perro Negro.31 poemas", en el que la ironía y el ludismo bebían del pensamiento, la ternura y la pasión, con el de "Cinco segundos de horizonte" y "8 cuartetas...", libros en los que predomina más bien el poema como puente lingüistico entre la experimientación y la imposibilidad del lenguaje para expresar una historia de verdad extrema.

Muestra de la síntisis a que aludo, se aprecia en el poema la lección de economía, un texto que sin duda debería leer con atención el nuevo ministro de Economía, Luis Carranza, para dictar las mejores medidas destinadas a contrarrestar la amenazante crisis internacional: "¿Por qué los mercados no son afectados / por los grandes abandonos, por los amores que acaban, / por los desencantos y los crepúsculos?", se pregunta el poeta, quien a partir de ello construye una magistral Lección de economía, pero de economía verbal.

Un poeta que no teme los caminos y los riesgos, porque sabe servir de medium y de chamán: "mis palabras son un cuchillo / frío da cuando entra en tu corazón / risa da cuando entra en el mío" (Amaru Ranka). Libro que enseña un territorio vasto, a pesar de sus pocas palabras, de su sencillez, de su valentía para decir a viva voz que al final de todo poema, ninguna palabra sobrevive.

En esta aparente contradicción habita la verdad: la palabra no sobrevive sino que vive cada vez que leemos un buen texto, cada vez que volvemos a leer "El lenguaje es un revólver para dos" como si fuera el primer día. Una hermosa tragedia, una buena muerte,un atentado celeste contra la inasible realidad.


(De "Contra Señas")

miércoles, 21 de enero de 2009

Las otras voces humanas




(Yo-Yo Ma, Itzhak Perlman , Anthony McGill & Gabriela Montero en la presentación de Obama. El compositor es John Williams).

martes, 20 de enero de 2009

Obama, ¿mirada poética?

No es gratuito que la premio nobel estadounidense de Literatura, Tony Morrison, les haya confesado a sus amigos el ensayista Ariel Dorfman y el escritor Richard Ford que apoyaría a Barack Obama porque es un poeta. ¿Un poeta? respondieron sus amigos, sí un poeta insistió Morrison.

No es gratuito, digo, porque Morrison no hablaba solamente de las virtudes elocuentes y del impecable manejo del lenguaje de Obama, como lo destaca Ariel Dorfman en un artículo publicado en “Pagina 12”.

“Toni –dice Dorfman- no hablaba tan sólo de alguien elocuente, de alguien que amaba las palabras, es decir, que las consideraba amigas íntimas y carnales, sino de algo más: un ser humano animado por una visión trascendental, “a visionary”, nos dijo Toni ese domingo a fines de enero mientras atacábamos una buena merienda sureña acá, en Carolina del Norte”.

No es gratuito, igualmente, porque en la universidad, a los dieciocho años, el presidente de EE.UU. escribió poesía, textos que han sido ya traducidos al español y recibido comentarios favorables del famoso crítico Harold Bloom.

Y tampoco es gratuito porque después de que el mandatario pronuncie su discurso como nuevo presidente de Estados Unidos, la poeta Elizabeth Alexander tomará su lugar en el podio y leerá ante el mundo un texto que hablará del poder de la palabra como reveladora de la verdad y como impulso para el futuro.

Stephen Young, director de programa de la Poetry Foundation (Fundación Poesía) de EE.UU, ha dicho a la agencia AFP que la poesía "renueva nuestra atención al lenguaje y al poder del lenguaje", añadiendo que este género literario "puede ayudarnos a entender las cosas nuevas y a que renovemos la comprensión de las cosas que considerábamos ya sabidas".

"Elizabeth Alexander ha dicho una y otra vez que la poesía es un uso preciso del lenguaje, algo que quizás ha sido olvidado por nuestro gobierno en los años recientes", agrega Young. El olvido al que se refería no sólo se da en gobiernos tan poderosos como EE.UU. sino también en Europa y en América Latina.

Por su parte, en su artículo publicado en “Pagina 12”, Ariel Dorfman ha destacado: “En condiciones tan dramáticas, la existencia de una visión poética en un líder poderoso cobra su verdadera magnitud. Porque vislumbrar las palabras múltiples y claras con que lentamente vamos entendiendo lo que nos pasa hoy es indispensable para anticipar las soluciones para los difíciles años que se aproximan”.

¿Será este el comienzo de una nueva etapa de reivindicación del lenguaje, tan venido a menos por el predominio de la “imagen” y las abreviaturas usadas sin conciencia alguna en la tierra plana de Internet? Hablar de ambientalismo es también hacerlo de calidad de vida. Y calidad de vida significa igualmente “ecología de las palabras” “limpieza del lenguaje”. No se pide ni se censura el hecho de subvertir el mundo del lenguaje, sino se trata de asumir como válida la opción de ordenar –con el ejemplo- su desatado uso, para que el honor vuelva a la palabra y la palabra sea de nuevo palabra de honor.



Los poemas de Obama (versión libre, usted decide)


Pop


Sentado en su asiento, un asiento amplio y
Hundido, salpicado de cenizas
Pop cambia de canal, toma otro
Trago de ginebra Seagramas, seco, y pregunta
Qué hacer conmigo, un hombre joven, sin experiencia
Quien no logra tomar en consideración
Las difíciles trampas del mundo, ya que
Las cosas han sido sencillas para él;
Lo miro fijo a la cara, una mirada
Que se desvía en sus cejas
Estoy seguro que él no tiene conciencia de sus
Oscuros ojos, llorosos, que
miran en diferentes direcciones
Y sus lentos, incómodos, tics
No logran pasar desapercibidos
Escucho, estoy de acuerdo
Escucha, abre, hasta que me cuelgo de su pálida
Remera beige, gritando
Gritando en sus oídos, que cuelgan
Con pesados lóbulos, pero él sigue contando
Su chiste, así que le pregunto por qué
Es tan infeliz, y me responde...
Pero no me importa ya, porque
Demoró demasiado, y desde
Debajo de su asiento, saco
El espejo que he estado guardando; río
Me río fuerte, la sangre baja de su cara
A la mía, a medida que él empequeñece
Una mancha en mi cerebro, algo
Que puede haber sido exprimido como
Una semilla de melón entre
Dos dedos.
Pop toma otra trago, seco
Señala en su pantalón la misma mancha ámbar
Que tengo en el mío y
Me hace oler su olor, que viene
De él; cambia canales, recita un viejo poema
Que escribió antes de la muerte de su madre
Se para, grita, pide
Un abrazo, a medida que empequeñezco, mis
Brazos apenas alcanzan a rodear
Su grueso cuello, aceitoso, y su amplia espalda; porque
Veo su cara, enmarcada por
Los anteojos de marco negro de Pop
Y ahora, él también ríe.


Underground

Bajo grutas, cavernas de agua
Llenas de monos
Que comen higos
Pisando los higos
Que los monos
Comen, los aplastan
Los monos aúllan, desnudos
Sus colmillos, danzan
Tropiezan en
las aguas torrenciales
Húmedas lluvias, mojadas
Brillando en el azul



Imágenes de Obama con fondo de poema en portugués.




Poema de Elizabet Alexander en homenaje a Obama




(De "Contra Señas")

lunes, 19 de enero de 2009

El más raro de todos

Rubén Darío como crítico literario


“Hijo mío, si así escribes ahora contra la religión de tus padres y de tu patria, ¿qué será si te vas a Europa a aprender cosas peores”, fue la respuesta que le dio a Rubén Darío el presidente del congreso de Nicaragua, en 1882, luego de que éste leyera un poema titulado “El libro”, a través del cual dejaba traslucir su pensamiento liberal, no obstante que su intención era lograr precisamente lo contrario: convencer a las autoridades del gobierno conservador de aquel entonces que poseía un extraordinario talento para merecer una beca de estudios literarios en el viejo continente.

La equivocación no estaba en el poema que había leído sino en el espíritu del autor, quien no había asumido hasta ese momento su condición de raro, de singular, de extravagante. La verdad era esa y no la que pensaba él. Su propia poesía se había encargado de mostrárselo, incluso para sorpresa suya.

Lo raro en Darío sería en adelante no sólo una característica suya, sino también una obsesión llena de hallazgos y extravíos, que tendría su comienzo en una serie de artículos de crítica literaria que escribiría para el diario La Nación de Buenos Aires, a partir de 1893.

Tres años después estos textos que hablan de obras y de vidas insulares, rebeldes, fuera del orden establecido y la retórica preponderante, serían recogidos en un libro que debatiéndose entre la vida y la muerte, el cielo y el averno, la lucidez y la neblina, contendría toda su visión del arte. El libro se llama, precisamente, “Los raros”.

Todo lo que Darío fue se encuentra recogido allí, a través de otros artistas. Es su mosaico propio, su espejo astillado. En páginas plenas de emoción y de entrega, que junto con la perspicacia del poeta le permiten explorar regiones extrañas y descubrirlas como una auténtica visión, el poeta transita los caminos de Leconte de Lisle, Paul Verlaine, León Bloy, Edgar Allan Poe, José Martí y El Conde de Lautreamont, entre otros.

De Isadore Ducase, el Conde de Lautremont dice, como una provación a la lectura de los Cantos de Maldoror: “No sería prudente a los espíritus jóvenes conversar mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarría literaria, o gusto de un manjar nuevo. Hay un juicioso consejo de la kabala: ‘No hay que jugar al espectro, porque se llega a serlo’: y si existe autor peligroso a este respecto, es el conde de Lautreamont”.

Darío jugó a ser raro y llegó a ser más raro de lo que ya era. Raro, que según el diccionario de la lengua española es sinónimo de extraño, es decir, lo que habitualmente se entiende por no familiar, lo que no agrada, algo que más bien pesa o inquieta. Extraño, que sin embargo en alemán antiguo es “fram”, que significa hacia delante a otra parte, de camino a, hacia delante al encuentro de lo previamente reservado, como lo recuerda Martin Heidegger, quien señala: Lo que es extraño camina hacia delante. Pero no va errabundo carente de toda determinación. Lo extraño anda buscando el lugar en que podrá permanecer tanto caminante. Lo extraño sigue la llamada que apenas le es desvelada y que lo encamina a su ser propio.

Darío fue, pues, un extraño. Juntó a todos los extraños que conoció en su camino y se volvió en el más extraño de todos. Quien tuvo que enfrentar su condición de pobre, mestizo y sudamericano en un mundo regido por la riqueza, el racismo y el elitismo europeo, tuvo la suficiente fuerza para reconocerse raro y partir de ello, mostrar su singularidad, su voz propia. Darío no sólo creó una escuela, el modernismo, sino una forma de ver el mundo, pero en toda su dimensión, en todos sus continentes. Después de Darío lo raro es un privilegio y no un lastre, es una verdad y no una mentira. Es el derecho a ser, a sentir, a pensar como sólo uno mismo es capaz de hacerlo.

Tan “bello como el encuentro de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de operaciones”. Verso de Lautremont, cuya primera traducción entre nosotros la hizo el propio Darío, en Los Raros, publicado en los talleres “La Vasconia”, Buenos Aires, 1896.



* Rubén Darío (Nicaragua) nació en Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, el 18 de enero de 1867 y murió en León el 6 de febrero de 1916


(De Contra Señas)




El poeta argentino Juan Gelman lee a Rubén Darío

domingo, 18 de enero de 2009

La belleza de la muerte: bicentenario de Poe


"La muerte de una mujer hermosa es posiblemente el tema más poético del mundo", escribió entre la lucidez y la melancolía Edgar Allan Poe, cuyo bicentenario de nacimiento se celebra este lunes 19 de enero.

Como lo señala en su “Filosofía de la composición”, el artista tenía una visión particular de la belleza, alejada completamente de lo “decorativo” o de lo que algunos pretenden llamar escribir “bonito”, confundiéndolo con la verdad, con la poesía.

"Considerando entonces a la Belleza como mi provincia, mi siguiente pregunta se refería al tono de su más alta manifestación -y toda experiencia ha mostrado que este tono es uno de tristeza. La Belleza, de cualquier clase, en su desarrollo supremo, invariablemente mueve a las lágrimas al alma sensitiva. La melancolía es pues el más legítimo de los tonos poéticos. "

Precursor de todos, heredero de nadie, lo tenía todo como genio que era, y sin embargo no tenía nada lo suficientemente poderoso para acompañarse en las tribulaciones de su existencia.

Espíritu de brisa y de fuego, le tocó soportar las muertes más terribles: la madre y la esposa, así como sus sucesivas muertes personales: “¿qué mal admite una comparación con el alcohol?”, escribió en su famoso relato “El gato negro”.

Influyó en grandes de épocas tan distintas como Baudelaire y Cortázar, quienes tradujeron sus relatos en un acto de reconocimiento al genio que propició muchos de los ismos: el “malditismo”, el simbolismo, el decadentismo de Wilde e, incluso el surrealismo, movimiento que hasta la actualidad alimenta las bases cada vez más diversas del arte universal.

Para el escritor español Luis García Montero, Poe elaboró el orgullo de la conciencia de la escritura, de vivir como artista. Y eso en el paradigma literario se considera, en su depuración última, que es la poesía.

“Él pensó que ser poeta /artista es una forma de vivir, no sólo una forma de escribir; pretendió transformar la vida desde la ética del artista”.

(Visitar el Museo Poe: http://www.poemuseum.org/)



Poe en “El Tunel del Tiempo” de Iker Jiménez (hace dos años)

Primera parte



Segunda parte



viernes, 16 de enero de 2009

LECTURA DE UN RÍO: ALREDEDOR DE LA MÚSICA DE ROGER SANTIVAÑEZ


La primera vez que vi a Roger Santiváñez, yo estaba parado a la puerta de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA). Cruzó velozmente la pista enfundado en un abrigo negro y misterioso, con unos anteojos redondos en la mirada. Esto me hizo entrever en él épocas remotas, anteriores –incluso- a su nacimiento y a su aparición como poeta en Lima, la ciudad sin cielo y sin corazón.

Eran los finales de los setenta. Yo llegaba al centro de Lima vestido de plomizo colegial y participaba, primero con timidez y luego con euforia desmedida, de los talleres de poesía que dictaba nuestra amiga la poeta Carmen Luz Bejarano. Aún no había ingresado a San Marcos, pero estaba decidido a llenar cuartillas toda mi vida, sin medida posible, pase lo que pase.

¿Por qué he mencionado juntos a Roger y a Carmen Luz, quizás en forma inconsciente? Porque fue por ellos, por la imagen que me transmitieron que pude vislumbrar que lo sagrado habitaba los territorios de la poesía, más allá de las proclamas coyunturales y de las apariencias políticamente correctas.

Carmen Luz y Roger nunca me defraudaron. Carmen Luz ya no está con nosotros, pero pertenece junto a Santiváñez a esa estirpe de poetas esenciales, como los concebía Hölderlin: “Pero ellos son, me dices, como los sagrados sacerdotes del dios del vino / que de tierra en tierra peregrinaban en la noche sagrada”. Vayan donde vayan, se les mire por donde se les mire siempre permanecerán cerca de la poesía, pues la representan. Esto es subjetivo y por lo tanto no admite juicios de valor, sino miradas plenamente poéticas.

Con Carmen Luz tengo una deuda pendiente, que durará toda mi vida. Con Santibáñez, siento a la distancia la hermandad de un compañero, de un militante de la poesía.

Por eso, directa o indirectamente, lúcido o ebrio, deprimido o eufórico he seguido la poesía de Roger desde sus comienzos, con “Antes de la muerte” (1979), libro que recoge ese poema emblemático dedicado a Martín Adán, que tuve el placer de escuchar una noche en un recital de Lima, cuando Hora Zero inauguraba en público su segunda etapa como grupo.

Pero vuelvo a “Antes de la muerte” y a los mitos de Adán y Heraud. Por el mito de Heraud todos (o casi todos) los poetas querían o creían que iban a morir jóvenes; y por el mito de Adán a su vez todos querían ser marginales. Morir jóvenes y ser marginales. Mezcla de pureza y deterioro, de lavanda y de olor a cantina, a aserrín. ¿Se puede permanecer joven sin estar presente y seguir hacia la vejez sin poder partir de este mundo?

Sin embargo, al margen de todo eso, la poesía respiraba impecable como el poema de Roger y su historia que comenzó en la Sagrada Familia de San Marcos (1977), continuó en Kloaka en el Centro de Lima (1982), prosiguió en Quilca y sigue hoy su travesía en EE.UU. con la inquebrantable complicidad de un río.

Palabra de río

Me refiero al río Cooper en las praderas de New Jersey, donde le fue revelado “Labranda”, el más reciente libro publicado en el 2008 por el hijo de Dolores Morales de Santiváñez, increíble título robado de forma limpísima a su linaje familiar, heredero de belleza. “Labranda” es el resultado de treinta años de búsqueda permanente de un lenguaje poético distinto, propio, que ahora fluye musicalmente hasta nosotros.

Hay un ensayo del nobel irlandés, Seamus Heaney, “La construcción de una música”, en el que reflexiona sobre la poesía y la música en los poetas Wordsworth y Yeats. Quiero detenerme en el primero.

Resulta que Wordsworth solía escribir un poema mientras caminaba, porque conforme lo iba haciendo una música singular le nacía del fondo del alma. La naturaleza lo abordaba por completo y asomaba el canto, es decir, su propia voz. “Cuanto mayor es la atención con que Wordsworth escucha hacia adentro, más alegre y abundante es su capacidad de expresarse hacia fuera”, señala Heaney.

Aplicando esto al caso de Santiváñez encontramos que la línea que atraviesa como una revelación musical su nueva poesía, es la del río, más precisamente la del río Cooper. Y así, entre señales que se eligen discurren sus versos, uno a uno, cincelados por un artesano que ha recorrido el mundo del poema durante treinta años ininterrumpidos y conoce el laberinto de las palabras, así como su agitación y su sosiego.

Santiváñez ha transitado noches enteras el cielo y el infierno, y ha salido de su propio purgatorio humano convertido en una voz, en un espíritu que se expresa, incluso, más allá de sí mismo; aunque siempre con el dominio formal de quien lleva largos trechos de vida en el vasto misterio de la poesía.

Fluye el río, Santiváñez fluye con él, conversa con él, se vuelve él, se habla. ¿Qué le dice?¿Es importante acaso?

Recuerdo una entrevista que le hizo Marco Martos a Jorge Luis Borges para esa entrañable revista “Trobar Clus”, editada por Mito Tumi, Marcela Garay y Jaime Urco. Borges recitó de memoria un poema de Jaymes Freyre y dijo: “eso no quiere decir nada y sin embargo…”…¡que bien suena todavía!, completó la idea Marco Martos.

Borges sostenía que hay versos que conmueven misteriosamente y que “desdeñar la música es renunciar a un elemento esencial del verso”. Ya el propio San Juan de la Cruz había escrito en “Cántico Espiritual” “la soledad sonora / la música callada”, verso que fue tomado por el compositor español Federico Mompou para crear toda una tendencia musical. Mompou decía al respecto: “Esta música es callada porque su audición es interna. Contención y reserva. Su emoción es secreta y solamente toma forma en sus resonancias bajo la gran bóveda fría de nuestra sociedad”.

En “Labranda” siento el fluir del río y eso es lo esencial, siento el fluir de la música y eso es su universo. Más allá de “El Río” de Heraud, lejos de la desasida mano de Martín Adán. Esta es la voz de Roger, conseguida a punta de trabajo, pero también de dictado, de escucha, de auscultación suprema de la realidad. Al inicio encontramos de saque: “Espuma en el cielo que miras / Tendida sobre la arena besada /Expropia la delectación de los astros”. Sin duda, ritmo, música, río. O “Sonrisa en su arrullo más volada / Fue cornisa donde el ángel susurró /sonámbula estrella mar secante”.

Así es, y no obstante: hay cosas que son prístinas, nítidas, puras, como: “Permanece & se ilumina tu morada bajo este sol tan puro”. Esto era inconcebible en Santiváñez y ahora está aquí sonando clamoroso, "solo en el sutil espíritu del poema” y en “las memorias chiquitas de las playas”. Para acabar diciendo con sabia naturalidad: “Del jardín su lindo azul sonido”, cosa para la cual hay que tener cojones, seguridad en el trazo a fin de no caer en la superficie sin fondo, en el vacío de la verborrea sin destino. Es tener conciencia del peligro y asumirlo. La delgada línea de la retórica nunca tocada por el talento del poeta. Ese sentirse, como decía Odisseas Elytis “con una sensación de clandestinidad dentro del paraíso”.

Asumir esta decisión, es estar más allá de los parámetros impuestos por la emoción como criterio único frente a toda creación artìstica, tal como lo denunciaba también Elitys. “Desgraciadamente –decía- la humanidad produce mucho sentimiento y poco espíritu”, y agregaba que este espíritu para ser recibido requiere de un salto por encima de la emoción.

Frente a la poesía de Santiváñez sí importa lo que se percibe, pero sólo es posible captar lo incomunicable que ya por esencia es la poesía, a través de una especie de exaltación, de vibración, de un sobrecogimiento libre de restricciones emocionales. Para ello, es cardinal estar “con el espíritu en la punta de los dedos”, como también apuntaba el célebre maestro griego. “Cuando contemplo las aguas solares del río / Cardenales amanecen amansan la caída del día / Ya no nombra las sombras el eco de un ekeko”, dice Santivánez.

Lo demás lo dejo al viento que este poeta sudaca y sincero, ha inaugurado: “Es el viento inmigrante clandestino”, nos ha dicho. Si no nos responde el viento al escucharlo, entonces sigamos escuchando la música del río: atravesemos esos raros laberintos de “Labranda”, labrando para sembrar las metáforas y la música de los días memorables que vendrán a nosotros. ¿Verdad, Roger?


(De “Contra Señas")






De pospost

miércoles, 14 de enero de 2009

Soñar despiertos




En marzo de este año, se cumplen cuarenta años en que el ex beatle John Lennon y su esposa, Yoko Ono hicieron una protesta singular, desde una cama en el Hotel Hilton. Ya se están haciendo los preparativos en Holanda para celebrar esta propuesta imaginativa: soñar despiertos con un mundo en paz.

(Ver más en: http://www.fromhollandwithpeace.com/Welcome.html).

Más allá de la mirada




Entrar en un cuadro como en una historia o como en un sueño, ya es posible a través de las nuevas tecnologías. Tocar el color con ojos de águila está al alcance de nosotros: Google Earth lo ha hecho posible en el Museo del Prado. El detalle, el trazo, la huella que los genios impregnaron en el tiempo está allí, ¿será revelada?

El cazador de muertos

El hombre de anteojos plateados examina detenidamente la imagen de una mujer desnuda y sin rostro en una especie de extraño catálogo de cuerpos. Siente que su corazón palpita ahora más allá de la realidad. Afuera, mientras pasa una por una las hojas del catálogo, el sol se va hundiendo en el mar como un largo y lento bostezo. Aquí adentro en la cafetería, justo en la mesa del costado, un padre y un hijo están observando al hombre de la misma dulce forma con que a veces se mira a la muerte.

Esta representación de la muerte -que está junto a ellos de perfil, sorbiendo un café más raro aún, más irreal, y por lo tanto más humano- está mirando con poderoso interés una imagen que ni el padre ni el hijo comprenden.

El hijo escucha hablar al padre. Todavía falta una hora para que ella llegue y dé sentido a la escena. Esperan una respuesta. El padre habla y el hijo considera que su voz tiene un propósito que sobrepasa los límites del encuentro. Por primera vez estarán el padre el hijo y ella, y ella tendrá que dar una respuesta definitiva. La voz de mi papá es hermosa, -piensa el hijo-, no importa lo que diga. Eso es otra cosa.

La tarde se diluye por la ventana o la ventana se diluye a través de la tarde. Vuelan las últimas aves del acantilado sobre los techos modernos de los restaurantes recién inaugurados. Sólo en este café hay paz, no es como otros -piensa el hijo-, pero no es un sentimiento suyo: es en realidad el sentimiento intolerante de su padre transmitido por herencia. Mémesis. La tarde se diluye como un río o como una raspadilla y penetra por debajo de la puerta hasta mojar de sombra las sillas en las que padre e hijo se miran ahora en silencio.

Sentado, aquí adentro, la muerte se va apoderando paulatinamente del hombre de anteojos plateados: eso siente el padre, eso siente el hijo. Juntos miran, claramente, el extraño catálogo de fotografías que está junto a ellos y que él manipula con pausa: una página tras otra de mujeres desnudas y sin rostro, abandonadas o encontradas sobre algún piso de la historia. Eso miran. Eso están mirando ahora.

Hasta que al fin aparece ella, con rostro. También está desnuda y muerta, una foto más en el catálogo.


(De “Microclimas”)

Para acompañar la mirada

Mirada poética

martes, 13 de enero de 2009

El bien de estar mal

En 1879, Fiedrich Nietzsche comienza a despedirse del mundo. La enfermedad lo aqueja hasta el punto de no permitirle ver claramente una hoja de papel, tiene que escribir lo más cerca posible, rozando casi con sus ojos las palabras manuscritas. El cuerpo parece abandonarlo, el tiempo amenaza detenerse para él. “Estoy llegando a los treinta y cinco años ‘la mitad de la vida’. A esa edad perfiló Dante sus visiones, según recuerda el primer verso de su poema. Yo me encuentro ahora a la mitad de la vida, pero tan ‘rodeado por la muerte’ que ésta puede poner su mano sobre mí en cualquier momento”, le escribe a un amigo.

En esta situación, el filósofo sólo tiene dos opciones: someterse a los dominios de la sífilis o sobreponerse a la enfermedad. Pero al mismo tiempo la enfermedad parece remontar toda posibilidad de decisión, el hombre parece no tener fuerzas para enfrentar la incertidumbre de morir pronto. Sin embargo, una especie de sol nacido del centro mismo de sus dolencias comienza a irradiar y la creación se instala con grandes fuerzas, justo en el momento en que Nietzsche está dejando de tenerlas. Entonces, la supuesta despedida del mundo comienza a materializarse en un viaje imaginario a través de las palabras. Nietzsche decide caminar, incluso, más allá de su cuerpo. Decide amar su dolor.

De esta forma nacería lo que el autor nombra exactamente como lo que en verdad era, “El caminante y su sombra”; sombra que es luz que irradia de su centro, centro que es la sombra que ilumina su andar y cobija su cuerpo. Y que le permitió vivir muchos años más, permitiéndole escribir su obra cumbre, “Así hablaba Zaratustra”.

“Lea usted, mi querido amigo, este manuscrito con detenimiento, y pregúntese siempre si en él se encuentran rastros de sufrimiento y de depresión. Yo no lo creo, y esta fe es ya un síntoma de que en estas ideas tienen que albergarse energías, no desmayos ni desalientos (...)”, le dice nuevamente Niezsche a su amigo Peter Gast a quien le ha enviado adelantos de “El caminante...”

El filósofo ha elegido hablar sin dolor en el momento en que todo se opone a ello. Ha decidido hablar de la esperanza, de cambio, del mundo, con ojos de viajero. Y, no obstante, lo hace como su cuerpo se lo permite, con brevedad y contundencia, como si cada párrafo fuese un disparo certero: “Hay individuos nefastos que, en vez de resolver un problema, los oscurecen a todos los que se ocupan de él, haciéndolo más difícil de resolver. Quien no sepa dar en el blanco, que se abstenga de tirar”. Nietzsche se intala nuevamente en el aforismo, ratificando que este es el mejor instrumento verbal que tiene para desarrollar su filosofía. Y es que el filósofo es incapaz de eleboraciones sistemáticas y vastas. Su oído atento y preciso, sólo le permite captar lo esencial y llevarlo al papel con la misma esencialidad.

Lo que Nietzsche hizo es un acto sobrenatural, que es la condición propia del ser humano, es decir, ubicarse por encima de la naturaleza para re-crearla, no para observarla simplemente en su acontecer sino para ser su acontecimiento. Y esto es ubicarse a años luz de la resignación inocente y sin salidas del hombre de las cavernas, para quien la enfermedad no tenía cabida en su mundo. Si aquel ser primitivo padecía de una enfermedad, al sentirse indefenso, se refugiaba en el fondo de una cueva y, por eso, es que en lo profundo de las cuevas se han hallado la mayor parte de los vestigios humanos.

El ser primitivo estaba solo, sin él. Nietzsche, en cambio, encontró la manera de estar consigo y acompañarse. Y por eso su sombra. “Quien lleva al papel lo que sufre es un autor triste; pero se convierte en un autor serio cuando nos dice que ha sufrido y por qué en el presente le consuela la alegría”, escribió porque aprendió a sentirse bien en el abismo de su mal.

(De "Contra Señas")

lunes, 12 de enero de 2009

(Historia)

Las ciudades se levantan, las mujeres y los hombres duermen. Sólo los niños asoman a sus puertas para recibir a la mañana, porque esta vez la mañana no llegará.

(De "Microclimas")

domingo, 11 de enero de 2009

Paisaje

El mundo es ahora una franja de "gasa".

Presentación de "Las barcas que se despiden del sol"


Rostros sobre la pared

Están vivos desde siempre y te miran.

Siluetas que se alargan y se esconden como si dudaran de tu presencia o supieran demasiado de ti. ¿Los ves ahora? Están en calma como la furia del océano que te habita. Y tienen los gestos serenos de quien espera que el mundo comience una vez más.

Te han vuelto a sorprender ahora: secretos dibujados por azar o milagros como secretos en tus ojos. ¿Los escuchas? Están respirando batallas, tal vez encuentros clandestinos con la historia después de haberla negado alguna vez y para siempre.

¿Están en ti o fuera de ti?

Sólo atinas a perseguir esa legión de siluetas que invade ahora las paredes de tu baño y que crece sin límites posibles hacia el resto de la casa. ¿Las dejarás ahí, tranquilas?

Sí las dejarás. Apagarás la luz como si fuera un templo con sus vivos y sus muertos.
Ni vencedor ni vencido, te acostarás. Entrarás en el sueño como en una pared. Esos rostros te perseguirán toda la noche. Y en la mañana, al despertar, no los verás ya más frente a ti como extraños, sobre las paredes de tu casa.

Tú estarás entre ellos.

(De "Microclimas")

miércoles, 7 de enero de 2009

Artículos sobre "Las barcas que se despiden del sol"



Poemas de "Las barcas que se despiden del sol"




me he vuelto de piedra
para esconder mis límites
de piedra y aire me he vuelto a mirarte
creciéndome en el pecho como un astro
he trazado signos en mis ojos
escaleras pequeñísimas donde ninguna huella calce
templos de polvo
tan azules que el mediodía se volvería negro
y el cielo temblaría de vergüenza
de piedra y aire me he vuelto para verme
partir dentro de mí
hasta dejar de ser el agua
que se perdió
entre las aguas




te seguí:
hice
un agujero
en la
lluvia




oración
(i.m. carmen luz bejarano)


la noche se ha extraviado
en mi jardín el viento ha perdido
la luz lo borra todo
el pez tierra me ha hablado
y el agua de su voz se ha vuelto barro.
estoy aquí.
sólo la muerte me acompaña.
le hablé de ti y me dijo:
¿vas a romper la ola que aún no ha crecido?

entre invisibles edificios vi tu cuerpo emerger como el cielo.
soñé que me hablabas
yo sé que me hablaste.
y llegué hasta aquí




yo soy la piedra que ha salido a buscarte:
mujer o agua. yo
la canción detenida, el abrazo solo, el camino que recuerda
que fue un río y se arrepiente.
amenazado de luz.
me confieso portador de la noche y llego a ti, que ya te fuiste.
el mar en mi piel, la piedra en mi piel, el escenario
donde una mirada se extiende como un cuerpo.
yo
que soy la piedra que ha salido a buscarte
estoy ahora recostado en mi cuerpo, y me pregunto: ¿seré yo?
llegué tarde, porque salí temprano de mi casa
y me tropecé con la esperanza




La nave viaja en sí misma. el viento seduce los caminos. los héroes yacen en la playa de un sueño, suave como una espada abandonada en el cielo. tránsfugas celestes que callan la primera palabra. el hombre en su bajío, siente. reman sus ideas con la luz de un río. la piedra canta, el ave despierta y cruza la noche con su mirada. no hacen falta atajos. el hombre está de pie, junto a tu puerta y grita eternamente que le abras.
hay peces sujetando los colores del agua


(De "Las barcas que se despiden del sol" / Tranvias Editores / The Latino Press 2008)

POEMAS DE "DECLARACIÓN DE AUSENCIA"






UN HOMBRE BUSCA
Su cuerpo en la noche. Yo

No soy ese hombre. Soy
El cuerpo de ese hombre

Viajando en la noche.





ESTACIONES



1


HONRADAS LAS CENIZAS CON QUE ASCIENDEN
esas alas atrapadas por el peso del vacío.
Honradas y fértiles bajo la espuma
de un cielo húmedo y salvaje.
Sedientos y callados,
habremos de augurar el circunloquio
de un ebrio
que nos cuenta su verdad
y nos olvida.



2


SECAS LAS BRUMAS LOS ATAJOS:
¿dime por qué cantas
señor de la intemperie?
A cada nota los silencios
hablan del andamio de los astros.
Yo sostengo que he vuelto
a rodar sobre las playas.
Muerto y frecuentado por los otros
habré un día de llegar
donde mi cuerpo se esconde



3


ESCRITOS ESTAN LOS DESIGNIOS DEL LODO.
A su lado descansan
ciertos rostros ausentes.
Quien los viese diría
que la espera se oculta al final
bajo las piedras.

La espera: ha de venir con los trenes.
Me mirarás y habrás marchado.
Seco ser entre las brumas
se encierra tu epitafio.


4



DE LEJOS LA MAREA cesa
de crecer en nuestros vientres.
Hay algo de ángeles.
Y algo de locos.
Y algo de poetas.
Algo de caer azules
sobre los mares incoloros.
La noche y su destino.
La luna y su cobijo.
Seco mis ropas al sol de la costumbre.
Para que canten.
Para que sean libres
y yo canto.




DECLARACIÓN DE AUSENCIA


Palabra de viento, silencio que habla, dime
¿Dónde está tu madre? ¿Dónde
El tejido de sus horas,
Sus noches sin noche,
Su fuego que se oculta y me habla de ti.
Y entre ráfagas de sombra
Socava la luz, la puerta falsa, la cocina?
¿He de esperar que regrese?
Palabra de agua mis obsesiones fluyen atascadas.
Mis ideas me piensan, mis rastros me caminan.
Pero no, hijo mío, Telémaco, no es del dolor que te hablo.
¿Dónde está tu madre?
Palabra de atajo, comprende mi extravío.
Hace meses que despierto sin haber dormido.
¿Estaré soñando? ¿Estaré buscándola?
Sólo escucho sirenas.
Sirenas y naufragios cotidianos.
Luces rojas que anuncian su partida. En mis ojos
Se incendia la casa, se incendia la historia.
Y yo no lo creo.
Y yo no lo creo.




LA CANCIÓN DE LAS MAREAS


Convocado por el lodo.
Amado y desterrado por el miedo.
Luz de esos campos regidos por la noche.
El viento de una tarde se agita en mis papeles.

Miro el olvido:
El corazón que huye.
Es una flor creciendo en los arbustos.

Me preguntaste por la historia.
En tus manos se agitaban los peces.
En mi casa los náufragos dibujaban paisajes.
Ebrios
Perseguían a sus sombras
Y olvidaban el fondo del mar.

Me preguntaste por un barco
De arena y de musgo.
Mis palabras permanecen allí,
Detenidas.

Tú las miras venir hacia ti.
Acaricias su silencio.


¿Escuchas?


Hay algo que ha crecido al margen de nosotros.
La música, la tarde, la cocina.
Al abrir mis ojos, apareces.
Al abrir mis ojos,
Ya no estás.
La ausencia es este mar que aprenderá a quedarse.




VIAJE


Mi cuerpo es mi viaje.
Mi forma de partir o de quedarme
Detenido en una huella
Que tal vez crecerá hasta alcanzarte.
En el fondo del mar
O en la ciudad sin fondo en que te pierdes
Mi forma está presente como un eco.
Espejo de una voz antigua que se mira y te recuerda.
Sonrisa abrazada a la tristeza.
Sonrisa hermana de los puentes.
Tú eres mi puerta entreabierta.
Mi ventana a la noche.
Desde allí te miro.
Y me veo alejar.




LECTURA PARA CIEGOS



1


Frente a la ventana: un árbol
Creciendo sobre una azotea.
Una mujer:
Colgando sus sueños en un cordel.
Un perro:
Olfateando los últimos restos de la noche.
Frente a la ventana:
Otra ventana. Y un hombre,
Cuya mirada se ha extraviado.
Entre tantos árboles
Azoteas perros
Sólo importan la mujer
Y el hombre.
Muchos sueños colgando de un cordel
Y una mirada extraviada que los busca.
Frente a la ventana: otra ventana:
Un hombre una mujer
Amándose.



2



¿Cómo lavar este paisaje?

¿Cómo alcanzar aquello
Que se oculta en los sueños
Y en el tiempo que camina por los techos?
Y ¿qué rostro mirar que sea nuestro
Y no la terrible apariencia
De algo que existe más allá de la mirada?
Y ¿qué decirle a esta mujer que lava
El pasado de los hombres
Y su propio pasado?

Sólo preguntas podemos ofrecer.
Sólo preguntas que la mujer recibe
Y lava y cuelga
En el mismo cordel, en donde yacen
Secas y arrugadas las respuestas.




(Del libro "Declaración de Ausencia" / Asaltoalcielo Editores 1999)

ESCENARIO

Esta mañana empezó con el ruido del teléfono. El sueño que tanto había esperado, terminó de pronto, con un amargo sabor en la boca. Al otro lado de la línea contestó un suspiro y el viejo sintío que allí continuaba su sueño. Pero no. Ahora está caminando por la azotea, como si buscara algo entre el sucio desorden del suelo. El viejo sabe moverse libremente en ese espacio neutro, sin reproches; apoyado simplemente en sus pasos que casi se detienen, casi avanzan, casi tropiezan, con él. Una mujer aparece en escena.
Desde aquí, es imposible estar seguro si se trata de su mujer o de su hija. Una sombra impertinente en los quehaceres del viejo. Me pregunto de dónde vendrá. Hasta este momento, sólo estaba la azotea (el viejo y la azotea son una misma visión). Pero de pronto apareció la sombra. Yo debería saberlo, yo no debería dudar. Su mujer murió hace años y su hija, solamente su hija podría ser. Pero no. Tampoco podría ser otra persona. Nadie ha entrado en esa casa hace días. Estoy seguro. Además, he visto salir a la hija temprano en la mañana. No estoy seguro. Tal vez podría ser otra persona. Pero la sombra no puede ser más que la mujer o la hija. La hija no es, no ha regresado aún. Toda la mañana he estado aquí, estoy seguro. Ahora ya no hay nadie. Viejo, azotea, mujer; me pregunto en qué momento se han marchado. Por un instante el viejo regresa. Creo que está buscando algo. Creo que está buscando desesperadamente algo. Lo encuentra. No sé qué es. Veo su espalda (pesada y a la vez ausente). Entra a la casa, desaparece. Golpes, golpes cada vez más fuertes. Alguien gime. Luego, hay un grito desgarrador, agónico. El viejo vuelve a su rutina. Está tranquilo, normal, demasiado cómplice de sí mismo. Abajo la gente ha salido a sus puertas. Todos miran hacia la azotea. El viejo los ignora, parece un árbol que se mueve. Parece el rostro de un árbol que se mueve, burlón y sin permiso, en este anochecer sobresaltado. Otra vez no hay nadie en la azotea. La calle vuelve a estar sola. ¿Quién era esa sombra? ¿Era la mujer o la hija? No lo sé. Quizás nunca lo sabré. En la calle, aparece la hija. Creo que está nerviosa y asustada. ¿Alguien la habrá llamado por teléfono? ¿Alguien la habrá advertido de los gritos? Busca insistentemente la llave de la puerta. No la encuentra. Dejo de mirar. Me restrego los ojos y los párpados. Vuelvo a mirar por mi ventana. La hija sigue buscando insistentemente la llave. Un momento después el viejo le abre la puerta. Le sonríe. Indiferente y tranquilo le sonríe. En verdad, no parece estar sonriéndole a alguien.


(De "Microclimas")