viernes, 8 de mayo de 2009

JOSÉ EMILIO PACHECO: “PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA”

Ha transitado quizás todos los estados poéticos –como los llama Hernán Sánchez Martínez- o todas las realidades no ordinarias –como las nombra Carlos Castaneda- y ha continuado su tránsito como un río de palabras, como un mar, como “Una gota de lluvia tiembla en la enredadera”. El poeta mexicano José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939) ha sido galardonado con el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que en el 2007 obtuviera nuestra poeta Blanca Varela. Esta distinción es convocada por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca (España).

Terco como el viento, ha sido consecuente con una poética en continuo desplazamiento: “Todos somos poetas de transición: / la poesía jamás se queda inmóvil”. Una poética que ingresa en territorios diversos para habitar el corazón de cada uno de ellos e intentar ser su expresión más auténtica. He dicho intentar, porque como la cita de T.S. Eliot, que aparece al inicio de “Tarde o temprano”, su obra 1958-2000) publicada por el Fondo de Cultura Económica, para los poeta “…solo existe el intento. / Lo demás no es asunto nuestro.

Pleno de poder, Pacheco no ha tenido avances ni retrocesos, sino más bien una línea de continuidad salida de las múltiples voces que lo habitan. Desde su primer libro, “Los elementos de la noche” (1958-1962) hizo patente su voluntad firme: “Sitiado entre dos noches / el día alza su espada de claridad”. Este es el rol del verdadero cantor, este es el rol de este mexicano sincero que ha confesado, aludiendo a su admiración por López Velarde, Gorostiza, Paz y Sabines, que “no podría escribir ni sabría qué hacer / en el caso de que no existieran / Zozobra, Muerte sin fin, Piedra de Sol, Recuento de Poemas”.

“Ni la misma casa ni la misma ciudad, ni los mismos amores ni las mismas costumbres, ni los mismos libros ni los mismos amigos. De aquellos tiempos lo único que conservo en mi nombre”, ha escrito en su libro “Desde Entonces”. Porque Pacheco es un poeta errabundo: todos los tiempos y todas los elementos lo acompañan, en esta trayectoria sin descanso a través de los versos y la literatura: “Fracasé. Fue mi culpa. Lo reconozco. / Pero en manera alguna pido perdón o indulgencia: / Eso me pasa por intentar lo imposible, dice al final de “Tarde o temprano”. Pero tarde o temprano la vida le ha dado la razón o la sinrazón de la poesía: espacio donde perdura el instante fugaz. “Una gota de lluvia tiembla en la enredadera. / Toda la noche está en esa humedad sombría. // De repente la luna la ilumina”.



ALGUNOS POEMAS DE JOSÉ EMILIO PACHECO



Mar eterno


Digamos que no tiene comienzo el mar
Empieza donde lo hallas por vez primera
y te sale al encuentro por todas partes.



Éxodo


En lo alto del día
eres aquel que vuelve
a borrar de la arena la oquedad de su paso;
el miserable héroe que escapó del combate
y apoyado en su escudo mira arder la derrota;
el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
para que el mar no arroje su cadáver a solas;
el perpetuo exiliado que en el desierto mira
crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;
el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
el que escucha en el alba cantar un gallo y otro
porque las profecías se están cumpliendo: atónito
y sin embargo cierto de haber negado todo;
el que abre la mano
y recibe la noche.



Prehistoria


A la memoria de Jaime Sabines

1
En las paredes de esta cueva
pinto el venado
para adueñarme de su carne,
para ser él,
para que su fuerza y su ligereza sean mías
y me vuelva el primero
entre los cazadores de la tribu.

En este santuario
divinizo las fuerzas que no comprendo.
Invento a Dios,
a semejanza del Gran Padre que anhelo ser,
con poder absoluto sobre la tribu.

En este ladrillo
trazo las letras iniciales,
el alfabeto con que me apropio del mundo al simbolizarlo.
La T es la torre y desde allí gobierno y vigilo.
La M es el mar desconocido y temible.

Gracias a ti, alfabeto hecho por mi mano,
habrá un solo Dios: el mío.
Y no tolerará otras deidades.
Una sola verdad: la mía.
Y quien se oponga a ella recibirá su castigo.

Habrá jerarquías, memoria, ley:
mi ley: la ley del más fuerte
para que dure siempre mi poder sobre el mundo.

2
Al contemplar por vez primera la noche
me pregunté: ¿será eterna?
Quise indagar la razón del sol, la inconstante
movilidad de la luna,
la misteriosa armada de estrellas
que navegan sin desplomarse.

Enseguida pensé que Dios es dos:
la luna y el sol, la tierra y el mar, el aire y el fuego,
O es dos en uno:
la lluvia / la planta, el relámpago / el trueno.

¿De dónde viene la lumbre del cielo?
¿La produce el estruendo? ¿O es la llama
la que resuena al desgarrar el espacio?
(como la grieta al muro antes de caer
por los espasmos del planeta siempre en trance de hacerse).

¿Dios es el bien porque regala la lluvia?
¿Dios es el mal por ser la piedra que mata?
¿Dios es el agua que cuando falta aniquila
y cuando crece nos arrastra y ahoga?

A la parte de mí que me da miedo
la llamaré Demonio.
¿O es el doble de Dios, su inmensa sombra?
Porque sin el dolor y sin el mal
no existirían el bien ni el placer,
del mismo modo que para la luz
son necesarias las tinieblas.

Nunca jamás encontraré la respuesta.
No tengo tiempo. Me perdí en el tiempo.
Se acabó el que me dieron.

3
Ustedes, los que escudriñen nuestra basura
y desentierren puntas
de pedernal, collares de barro
o lajas afiladas para crear muerte;
figuras de mujeres en que intentamos
celebrar el misterio del placer
y la fertilidad que nos permite seguir aquí contra todo
-enigma absoluto
para nuestro cerebro si apenas está urdiendo el lenguaje-,
lo llamarán mamut.
Pero nosotros en cambio
jamás decimos su nombre:
tan venerado es por la horda que somos.

El lobo nos enseñó a cazar en manada.
Nos dividimos el trabajo, aprendimos:
la carne se come, la sangre fresca se bebe,
como fermento de uva.
Con su piel nos cubrimos.
Sus filosos colmillos se hacen lanzas
para triunfar en la guerra.
Con los huesos forjamos
insignias que señalan nuestro alto rango.
Así pues, hemos vencido al coloso.
Escuchen cómo suena nuestro grito de triunfo.

Qué lástima.
Ya se acabaron los gigantes.
Nunca habrá otro mamut sobre la tierra.

4
Mujer, no eres como yo
pero me haces falta.

Sin ti seria una cabeza sin tronco
o un tronco sin cabeza. No un árbol
sino una piedra rodante.

Y como representas la mitad que no tengo
y te envidio el poder de construir la vida en tu cuerpo,
diré: nació de mí, fue un desprendimiento:
debe quedar atada por un cordón umbilical invisible.
Tu fuerza me da miedo.
Debo someterte
como a las fieras tan temidas de ayer .
Hoy, gracias a mi crueldad y a mi astucia,
labran los campos, me transportan, me cuidan,
me dan su leche y hasta su piel y su carne.

Si no aceptas el yugo,
si queda aún como rescoldo una chispa
de aquellos tiempos en que eras reina de todo,
voy a situarte entre los demonios que he creado
para definir como El Mal cuanto se interponga
en mi camino hacia el poder absoluto.



Lectura de Prehistoria (Fragmento)

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