domingo, 10 de abril de 2011

Charles Simic: no hay nada en el mundo que refleje mejor al ser humano que la poesía



El poeta ganador del prestigioso Premio Pulitzer y laureado reiteradas veces en EE.UU., Charles Simic  (Serbia 1938), ha remarcado, en Córdoba - España, que “la poesía no cambiará por la irrupción de las nuevas tecnologías ya que es lo más "primitivo" del ser humano y ha dicho que su fuerza reside en el hecho de que no hay nada en el mundo que refleje mejor al individuo”.

Simic, que junto a José Manuel Caballero Bonald, Coral Bracho, Cees Nooteboom y Pilar Paz Pasamar clausura esta noche la octava edición de Cosmopoética 2011, ha negado con rotundidad que la poesía esté muerta y le ha augurado un buen futuro porque es lo único que puede captar los "elementos básicos de la condición humana: los sentimientos".
Por esta razón, Simic sostiene, en una entrevista con la Agencia EFE, que no hay nada más universal que la poesía y ahora, al contrario de lo que pasaba antes, "todo el mundo lee poemas de todo el mundo".
"Hace cincuenta años estaba en París con unos colegas y les pregunté su opinión sobre Blas de Otero o Miguel Hernández y muchos no tenían ni idea. Ahora todos leen cosas de todos", ha opinado Simic, quien cree que aunque que el número de lectores puede haber disminuido ahora la "audiencia es más universal".
El autor de obras como "Desmontando el cielo", "El mundo no se acaba" o de "Ojos sujetos con pinzas" centra gran parte de su obra en los conflictos bélicos y en las atrocidades que él mismo vivió durante la II Guerra Mundial cuando era un niño.
"Si escribes contra la guerra, tu país te califica como un antipatriota y esto es un problema", según Simic, quien ha explicado que no puede abstraerse de la terrible situación que vive la población civil de los países en conflicto porque él sabe lo que están pasando.
"Cuando veo o leo algo de la guerra puedo imaginarme a las personas que intentan encontrar algo de agua o alimentos para alimentar a sus hijos mientras caen las bombas", ha manifestado Simic, quien ha confesado que aunque sabe que la poesía en sí misma no puede hacer nada para evitar estas situaciones necesita escribir porque no puede olvidar a las víctimas.
Sobre las revueltas populares de los países árabes, Charles Simic, reconocido como poeta laureado de los Estados Unidos en quince ocasiones -una de ellas por la Biblioteca del Congreso estadounidense-, ha afirmado que lo que está ocurriendo es algo "maravilloso" pero que es difícil predecir cómo van a terminar porque "los dictadores no están solos. Tienen ayuda de gente muy poderosa", advierte.
Respecto a la guerra de Libia, el poeta ha reconocido cierto hartazgo cuando las fuerzas aliadas esgrimen razones humanitarias ya que, en su opinión, no están interviniendo para ayudar a la población civil sino para controlar el petróleo.
Por otra parte, Charles Simic ha lamentado el "narcisismo" de la sociedad actual y ha asegurado sentirse muy "extraño" cuando observa a la juventud estar más "desconectada" que nunca.
"Antes, los chicos en las universidades salían de las clases riendo, charlando, gritando. Pero ahora, se ponen los cascos de sus Ipod o Iphone y se van desconectando uno a uno. Da miedo que nadie hable con nadie", ha declarado Simic, quien ve una paradoja que la gente crea que ahora se comunican más que nunca.
"Es un mundo muy complicado, siempre lo he dicho. Pero ahora, más", concluye.




Cuatro poemas inéditos en castellano




AUTORRETRATO EN LA CAMA

Para los visitantes imaginarios tenía una silla
de mimbre que encontré en la basura.
Había un agujero donde debería estar el asiento
y sus patas se tambaleaban
pero conservaba una apariencia digna. 

Jamás me senté en ella, aunque
con ayuda de un cojín uno podría haberlo intentarlo
cuidadosamente, con las rodillas juntas
como ella aquella vez,
reclinada y riéndose por la incomodidad.

La lámpara en la mesilla de noche
hacía lo que podía para conferirle
un cierto aire de misterio a la habitación.
Había también un espejo, que hacía
que todo se tambalease como en una pecera

si por casualidad miraba en su dirección,
con la nariz roja, a punto de estornudar,
con un grueso gorro de lana tapándome las orejas,
leyendo a algún ruso en la cama
y preocupado por mi alma, de eso estoy seguro. 


EL TÍO DINAH NAVEGÓ HASTA CHINA

Barbudos ancestros, de vosotros ¿qué se hizo?
¿Os escondéis del mundanal ruïdo
en una cabaña en los bosques
para escuchar cómo vuestros bigotes crecen en paz?

Clérigos que se mesan largas barbas,
soldados con perilla,
jóvenes empalagosos con barba de chivo,
borrachos locales orgullosos de sus tupés. 

Prima Kate, ¿era un mostacho auténtico
el que lucías en la iglesia
cuando esperabas que tu novio
subiera corriendo las escaleras un día cualquiera?

Y tú, abuelo, le pediste a Dios a gritos
que hiciera algo con el mundo
y él se quedó en silencio y dejó que cayese la noche
al ver que tu barba era más blanca que la suya.


HUÉRFANOS DE LA ETERNIDAD

Una noche caminábamos tú y yo juntos.
La luna era tan brillante
que podíamos ver la senda entre los árboles.
Luego las nubes la escondieron
y tuvimos que tantear el camino
hasta que sentimos la arena bajo los pies desnudos
y escuchamos el rumor de las olas.

¿Recuerdas que me dijiste:
“Todo, fuera de este momento, es mentira”?
Nos desnudábamos en la oscuridad
al borde del agua
cuando arranqué el reloj de mi muñeca
y sin ser visto ni decir
nada, lo arrojé al mar.


1938

Los nazis marcharon sobre Viena.
Superman hizo su debut en Action Comics.
Stalin purgó a sus amigos revolucionarios.
El primer Dairy Queen abrió en Kankakee, Illinois.
Yo, en mi cuna, me meaba en los pañales.

“Debes de haber sido un hermoso bebé”, cantaba Bing Crosby.
Un piloto al que los periódicos llamaron “Camino Equivocado Corrigan”
despegó de Nueva York con dirección a California
y acabó aterrizando en Irlanda mientras yo veía a mi madre
sacarse un pecho del camisón azul y dirigirse hacia mí.

Aquel septiembre hubo un huracán que trasladó un cine
desde la playa de Westhampton a algún sitio en medio del mar.
La gente temía que el mundo estuviera a punto de acabarse.
Un pez que se creía extinto desde hacía setenta millones de años
apareció en una red de pesca en la costa de Suráfrica.

Yo estaba en mi cuna mientras los días se hacían más breves y fríos.
La primera gran nevada cayó durante la noche
sumiendo mi habitación en un gran silencio.
Me parece haberme oído llorar durante mucho, mucho tiempo.

(Traducciones de Martín López-Vega)


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