sábado, 9 de abril de 2011

Carmen Luz Bejarano: "Triunfo de Ícaro"


En el número 8 de la histórica revista Haraui (marzo, 1967), editada por Francisco Carrillo, la poeta Carmen Luz Bejarano (1933-2002) publicó “Triunfo de Ícaro”, un texto de antología no sólo por su fuerza, su misterio y su magia, sino también por la innegable solidez de su lenguaje. Hace poco, desde EE.UU., el poeta Róger Santiváñez me habló con gran admiración de este poema y me pidió que lo posteara en este humilde blog. Sirva como ocasión el homenaje que se le tributará a Carmen Luz el próximo 19 de abril en la Casa de La literatura,  para dejarles aquí esta notable aventura poética.



Triunfo de Ícaro


Carmen Luz Bejarano


Erguidos
los escombros  las sombras
los muros apremiantes
el cuerpo y sus espejos trizados
la soledad innúmera
entre innúmeras bocas y dedos alargados
las cabelleras ebrias en el viento
más ebrio aún y galopante
la muerte cabalgada
la noche con su aullido
de perros y campanas
la sangre que ladra
y salpica sus garras y corolas
la fuente
la cascada
el torrente
la furia del bosque y sus ahocardos
sus buitres sus entrañas
la antorcha pisoteada
la luna y su pupila extravagante
observando su imagen fracturada

Sísifo
la montaña  el abismo  alucinante
Sísifo alucinado
rodando de la sombra al estruendo
la caída inevitable
la grieta   la rasgadura
el sexo hambriento    el hoyo perenne
la fuerza que gravita   que aplasta
la pezuña triunfal
de coágulo y ceniza

Erguidas
las lianas invisibles
apestadas
ahorcando los sauces  los cipreses
el suicidio colectivo impersonal
para sorber el sol de las luciérnagas
inventadas
para errar los caminos
la madeja de Ariadna sin senderos



Job
Rascándose con sus tejas
Sonoras y afiladas
Trasmutado en pezuña y en colmillo
sonriente
aplastando sus muertos
sus cuchillos locuaces
sus recuerdos
rascándose implacable
por un ojo lejano que no existe
Job con su sonrisa vacua y sus llagas
donde columpia su cuerpo crapuloso
humedece su arcilla
su barro deleznable
hunde el hocido revolviendo la charca
por un trozo de vidrio
la eternidad vidrada
Job
mascándose   mirándose  atorándose
con huesos de sus huesos triturados

Erguida
el ave estrafalaria
Ícaro
albatros poseído por la lujuria del vuelo
fabuloso
lunático
Ícaro
con el cráneo rebotando en las laderas
el cráneo trizado expulsando
la miasma resplandeciente
que fructifica el aire
Ícaro rompiedo las barreras del sonido
Erguido
el robot  el pez carpa  el necrófilo
erguido el hongo y sus alas radioactivas

Saturno
babeando  deglutiendo  exterminando
a los hijos de sus hijos
a las vírgenes y sus lámparas
al nazareno y sus apóstoles

Se yergue la quijada iridiscente
la cámara de gas
la A la H
y todo el alfabeto
eructando
cabalgando sobre campos
de trigo y alegría
sobre risas y mesas familiares
sobre la ronda ingenua y sus cuadernos
sobre la leche inmaculada
y el agua reidora
sobre el pez estelar y sus océanos
sobre la hierba tímida
y sus alas sojuzgadas
sobre la piel y el vientre del durazno
y la manzana
sobre la crisálida de la uva
taladrada
violada
asesinada
sobre la gran Babel y su arco iris



Erguidos
los campos si Orfeo ni David
Noé desconcertado
las palomas traen ausencia de olivo
en sus picos augurales
Noé solloza
por su barca  los maderos  y sus gólgotas
sus parejas estériles

Los niños espantan sus moscas
Mientras les crece el ansia
de la flor matusalénica

Einstein
con su ensueño de leznas y zapatos
increpa
a su melena   a su cerebro
sus oríginales cromosomas
su tempestad numérica
Einstein
zapateril pasea
sus torcidas    raíces
sus impulsos abuelos
sus pánicos anhelos
y solloza
solloza por los campos devastados
por la lezna y los clavos desasidos
por la traicionada ronda
de mágicas sandalias
por la canción de los zapatos
rozando las mejillas del rocío y la rosa
solloza
por el trino el rebusno y los balidos
y la cascada risa de la hierba creciente
por la pezuña purificada humanizada
con su índice reciente
y su pulgar dulcísimo
por el guijarro purísimo
casi flor en su esencia
por el aire zumbante
zumbando de abejorros
y por el hongo
un hongo simplemente en el latir de un árbol
humilde pequeñito adosado a su sombra
un hongo simplemente
sin ijares de espanto ni alas nocturnales
ni murciélagos ni truenos
un hongo
con sus fiestas y sus brumas chinescas
su algarabía de agua y su gris franciscano



Erguido
Ícaro enciende sus alas
Suelta su propia sombra
Burla su gravedad
La sierpe despojándose su terrícola piel
Ondea en el espacio
La sabia geomatría

La luna
Despanzurrada abierta
Muestra sus vísceras
Sus universos verdes azules ebrios
Y gime
Secretamente gime su decantada plata
Su azucena perdida
la luna desfasada zozoba
en la fuente tristísima
y en el océano
turbio de peces y de algas moribundo
peces   algas   muertes
mortales trashumantes
con sus arpones ciegos segadores
con su infantil aroma trastocado en cicuta

Erguidas
ya no escamas de ensueño
mi la ceniza del trigo y su lluvia dorada
ni el blancor rutilante de la urbre
no la luna ni el viento
ni el abejorro socarrón
petulante hombrón de aire
ni el aire

Job en su estercolero
Lázaro devuelto a sus cuencas vacías
a sus bofes dispersos
Einstein con sus zapatos de humo
y sus garras recientes
Cristo expulsándose a sí mismo
de los templos
cristofariseo
Abel con su quijada abelcaín
Abelsaturno caínabel abelrobot
diosabel la muerte galopante
galopada
con sus ijares lúbricos y su sexo vibrátil
abriéndose cerrándose
rítmico
tragándose a la esfera el universo
donde Sísifo multiplicado
increíblemente numeroso
solloza
jadea
sucumbre



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