El poeta Hildebrando Pérez nos envía generosamente el siguiente texto que publicó hace poco en Prensa Latina. Hoy es domingo, ayer se cumplió una semana de la muerte física de Antonio Cisneros, sirvan estas palabras sinceras para acompañarnos en el recuerdo de un artista inacabable.
ANTONIO CISNEROS: PORQUE
FUI MUERTO Y SOY RESUCITADO
Por Hildebrando
Pérez Grande
La muerte es un escándalo. Más aun cuando nos
parte el alma de un hachazo feroz. Y más aun cuando se trata de alguien que,
desde diversos códigos y banderas y quehaceres comunes, forma parte de nuestras
vidas. Es el caso del poeta y amigo Antonio Cisneros (Lima, 1942 -2012). Como
él lo diría con su inconfundible tono burlón: no sé cuanto marca en el debe o el haber de mi vida, pues, desde los inicios de la década del 60’,
tuvimos la dicha de conocerlo en las aulas sanmarquinas. Qué se perdió o ganó entre estas aguas. / Acuérdate, Hermelinda,
acuérdate de mí.
Desde
Destierro (1961) hasta Un crucero a las islas Galápagos (2005),
pasando por libros memorables como Canto ceremonial contra un oso hormiguero
(1968), que fue celebrado en todo el ámbito hispanoamericano y que aun mantiene
su predicamento poético y Como higuera en un campo de golf (1972), acaso
su libro más entrañable, sin postergar ese notable cambio de registro que hace
gala en Las inmensas preguntas celestes (1992), la poesía de Antonio Cisneros ha sido una fiesta de la palabra, la
inteligencia, el humor, la ironía y de una mirada impecable y redentora de la exaltante
realidad que nos rodea, con el toque de una irreverencia saludable.
Desde
la década de los 70’, la obra lírica de Antonio Cisneros lo perfila como uno de
los mayores poetas en lengua española y uno de los más traducidos a otros
idiomas modernos, hecho que lo distingue
visiblemente dentro de su marco generacional. Los estudiosos, desde diversas
perspectivas críticas, coinciden en alabar
el virtuosismo de su escritura, su temprana maestría con el lenguaje
poético contemporáneo, el atinado uso del distanciamiento brechtiano y el rigor
crítico con el que rechaza el facilismo, el panfleto, el tono dulzón y
melodramático y ejerce más bien la mirada interdisciplinaria, la actitud
dialógica, la crítica puntual de los
desmanes de la alienación contemporánea, y la manera cómo verbaliza
estremecedoramente–con el lenguaje culto o el vitalísimo lenguaje de la calle-,
su sincera reconversión, esa suerte de dar la palabra al hijo pródigo, quien,
con la magia de un nuevo lenguaje, distante ya del versículo y la vana actitud
iconoclasta, expresa una visión ecuménica con una nueva y espléndida dicción. Por todo ello, nuestro poeta mereció
las más altas distinciones y reconocimientos tanto en el plano nacional como el
internacional.
La
obra lírica de Antonio Cisneros no sólo
honra a la poesía hispanoamericana sino que también es un discurso ejemplar que desde hace ya medio
siglo batalla de manera transparente por nuestra planetaria condición humana. Es
verdad que ahora estamos tristes, consternados,
más despoblados que nunca, pero por siempre escucharemos su tambor.
POEMA DE ANTONIO CISNEROS
POR ROBERT LOWELL
Del avión al taxi,del taxi al sudor frío, del sudor al
POEMA DE ANTONIO CISNEROS
POR ROBERT LOWELL
Del avión al taxi,del taxi al sudor frío, del sudor al
diafragma
cerrado.
90.000
kilómetros de sangre a la deriva en el fondo de un
taxi.
Rojos
caballos bajando las colinas, evitando las altas
hierbabuenas,
corriendo,
siendo, riendo,
hundiéndose
en las aguas como el sol del Pacífico.
Más
libres que un cadáver azul a la deriva.
Sólo
tumbos y chillidos de delfín.
Sin duelo
alguno en los acantilados. En el fondo de un taxi.
(No hay
quien tome tu mano y te consuele y te seque el
sudor
y te
recuerde -en 14 segundos- el mar Atlántico contra
un bosque
de pinos
y el
orden de la tierra perfecta como una tía vieja.)
Azul a la
deriva
No hay
duelo en los semáforos que guardan el camino
ni un
abeto en tu puerta todavía.
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