El próximo lunes 13 de abril aparecerán en librerías de España las cartas entre Julio Cortázar, su esposa la fotógrafa Carol Dunlop y la traductora serbia del escritor Silvia Monrós-Stojakovic, publicadas por Alpha Decay.
Antes de comentar este hecho, que no es uno más entre las sucesivas cosas que han aparecido tras la muerte del escritor argentino, quiero citar algo que en su momento señalaron el poeta José Ángel Valente y la filósofa María Zambrano. Valente dijo que “la palabra poética es la palabra dicha contra la muerte” y Zambrano que “Lo que diferencia a los géneros literarios unos de otros, es la necesidad de la vida que les ha dado origen”, es decir que “No se escribe ciertamente por necesidades literarias, sino por necesidad que tiene la vida de expresarse”.
Una vez aquí, puedo referirme ya a las cartas que tienen como telón de fondo “Los autonautas de la cosmopista”, una obra que a manera de bitácora escribieron a cuatro manos Cortázar y su esposa, después de haberse embarcado en viaje de treinta y tres días por la autopista desde París a Marsella a bordo de un Volkswagen Combi. Durante el trayecto, que implicaba vivir sin salirse de su destino aparcaron en un total de sesenta y seis lugares (a dos por día) para ser testigos y participar en acontecimientos inusuales, como una especie de primer día en la vida de dos seres que se amaban y que amaban por completo la vida.
En este libro, los autores advierten al lector que este seguirá a los protagonistas “por un camino que comportará jornadas llenas de sol, pruebas de la existencia de la bondad humana, y también de amenazas latentes; donde se comprobará una vez más, para citar a un ilustre zapateador, que cada nube tiene un forro de plata, y donde nuestros valientes expedicionarios descubrirán que a veces es ventajoso no estar en ninguna parte”.
El viaje comenzó en mayo a en 1982, aunque la carta en la que Carol le habla de este acontecimiento a Silvia está fechada en agosto de 1981, con seguridad es una travesura de estos eternos niños juguetones que eran los autonautas de la cosmopista, quienes incluso en medio de la tragedia trataron de jugarle una pasada al destino, le hicieron muecas, le sacaron la lengua, se rieron de él y de sí mismos como si todo fuera una bella y seria payasada.
“La banda de asfalta (sic) hecha para ir de un lugar a otro a máxima velocidad se ha vuelto una cosa casi abstracta , y hasta estamos a punto de preguntarnos, a veces, si no hemos llegado a la inmovilidad total –si no es la autopista y los parkings que se mueven, y no nosotros. Estamos felices, locos, hemos por fin entrado en un espacio que nos da tiempo. Es todo escritura, música, lectura, erotismo. ¿La gente va a creer que teníamos que venir a la autopista para conseguir un poco de paz?”, le escribió Carol a Silvia.
Son palabras contra la muerte porque por aquella época a Cortázar le han detectado Leucemia y a Carol un “pequeño principio de cáncer”, como lo llama ella. A diferencia de su mujer, el escritor ignora lo que le pasa, sigue su camino literario y personal sin las preocupaciones de la enfermedad, y Carol tiene que callarse toda aquella sombra que los rodea a ambos en un mismo y lamentable momento. Sin embargo, Carol tiene suficientes ganas de vivir para confesarle a Silvia: “estoy con una crisis de alegría”.
“Ya avanza bastante el libro, una locura que tendrá fotos, comentarios scientíficos (sic) y cuentos y poemas y lo que venga… Nos divertimos como locos. Los locos que somos”, dijo la esposa de autor de “Rayuela”, para referirse al género sin género de su experiencia por la cosmopista.
Carol se adelantó a Cortázar en el último viaje por este mundo el 2 de noviembre de 1982: “Estoy en un pozo negro –le escribió el narrador a su traductora-. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón”. Él, por su parte, se dedicó a terminar la obra: “No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo (…) Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola”, le dice a Silvia en una carta fechada el 13 de diciembre de 1982. El libro se publicó en octubre de 1983. Cortázar murió pocos meses después, el 12 de febrero de 1984.
Aquí puedes descargar “Los autonautas de la cosmopista”.
El diario el país ha publicado en su web algunas de las cartas.
2 comentarios:
El libro promete, me confieso lectora de diarios y correspondencias,ya tengo ganas de tener esta entre manos. Muy buena entrada. Abrazos
Gracias, Lauren. Me gusta también la poesía portuguesa y los fados. ¿Sabes, me gustaron tus traducciones del poeta portugues? Mi correo es jdelafuente278@gmail.com, si deseas envíame el tuyo para compartir trabajos. No lo tomes como una intromisión, sino como una manera de intercambiar textos por esa vía y por supuesto ideas.
Nuevamente, gracias.
Juan Carlos
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