Octavio Paz no fue solo uno de los grandes amigos de Blanca Varela, recientemente fallecida, y uno de los que más la apoyó en la publicación de su primer libro, "Ese puerto existe". El Premio Nobel mexicano, quien además de excelente ensayista y crítico literario era un auténtico visionario, tuvo una mirada extraordinaria para vislumbrar el futuro de la poesía en general.
Estas cualidades le permitieron leer el destino de la obra de nuestra poeta peruana, al tiempo que interpretar con lucidez la coyuntura artística de finales de los años cincuenta. Con el paso del tiempo, sus palabras no han perdido vigencia, sino que constituyen una ventana de lectura para todo aquel que quiera mirar con determinación lo que ocurre en la actualidad en la poesía y tomar conciencia de las tendencias que nos muestra esta primera década del siglo XXI. Comparto con ustedes un fragmento del prólogo de Octavio Paz del año 1959, así como unas reflexiones que el poeta hace en voz alta sobre la esencia del ser humano.
No creíamos en el arte. Pero creíamos en la eficacia de la palabra, en el poder del signo. El poema o el cuadro eran exorcismos, conjuros contra el desierto, conjuros contra el ruido, la nada, el bostezo, el claxon, la bomba. Escribir era defenderse, defender a la vida. La poesía era un acto de legítima defensa. Escribir : arrancar chispas a la piedra, provocar la lluvia, ahuyentar a los fantasmas del miedo, el poder y la mentira. Había trampas en todas las esquinas. La trampa del éxito, la del "arte comprometido", la de la falsa pureza. El grito, la prédica, el silencio: tres deserciones. Contra las tres, el canto. En aquellos días todos cantamos. Y entre esos cantos, el canto solitario de una muchacha peruana: Blanca Varela. El más secreto y tímido, el más natural.
Extracto del prólogo de Octavio Paz a la primera edición de "Ese puerto existe" (1959), de Blanca Varela.
Octavio Paz: El hombre, ese desconocido
No hay comentarios:
Publicar un comentario