domingo, 26 de septiembre de 2010

Escritores en la red



La revista El Cultural del diario El Mundo ha publicado un artículo que muestra cómo los escritores se unen cada vez más a las redes sociales, a las comunidades virtuales, a los nuevos modos de dialogar y viajar juntos por el mar de internet y por la vida misma. Aquí la nota de Daniel Arjona:


Los escritores se enredan

Facebook y Twitter unen ya a autores y lectores


Entraron en nuestras vidas hace un par de años, canibalizaron de inmediato nuestro tiempo y nuestra intimidad y dispararon la curiosidad por las vidas ajenas. Las redes sociales -Facebook, Twitter, etc.- han revolucionado la comunicación y han tocado muy de cerca la actividad literaria. Los escritores promocionan en ellas sus libros, cuelgan pequeñas narraciones y poemas e interactúan en tiempo real con los ávidos lectores, que por primera vez en la historia se dirigen a los autores de tú a tú.

“Tengo salmorejo para cenar, con jamón y huevo duro picado. Y son las 21,15. Una poderosa razón para despedirme por hoy. Gracias y un abrazo”. Quien despide la jornada con tan trivial y apetitosa anotación es Arturo Pérez-Reverte. Los más de 20.000 lectores seguidores de su perfil en la red social Twitter pudieron así conocer el menú casero del escritor una noche de la pasada semana.

La actividad de Pérez-Reverte en la red social en la que cada participante relata lo que le ocurre, piensa o cena es febril. Además de servirse de ella para enlazar sus artículos y anunciar novedades, responde uno a uno a todos sus seguidores, aconseja a los novelistas en ciernes acerca de cómo conjurar el miedo a la página en blanco, comenta sus preferencias literarias e incluso cuenta chistes por etapas.

Creación y cotilleo
Twitter, Facebook, Tuenti, las redes sociales han convertido la red en un gigantesco e hiperadictivo patio de vecinos donde los nativos digitales se citan, se enamoran y, en ocasiones, se matan, donde las vidas se airean como sábanas celosas y donde el Gran Hermano gasta cara de adolescente con espinillas. Escritores, editores, libreros, el mundillo literario en pleno está ahí, con mayor o menor fortuna. Los escritores españoles fueron apareciendo con cuentagotas, y descubrieron, primera a tientas y luego joviales e hiperactivos las posibilidades ilimitadas de la red social para la promoción de sus libros, como un sorprendente medio de creación literaria y, cómo no, para la satisfacción inmediata y procaz de su ego.

De hecho, los datos de las redes no hacen parecer descabellado preguntarse si acaso hay vida fuera de ellas... Facebook nació en Cambridge, Massachusetts, en 2004, como instrumento de ligoteo, y en 2010 suma 500 millones de usuarios activos. En España lo abren diariamente en sus ordenadores diez millones de personas, cinco millones y medio de ellos mujeres. Su creador, el freak adolescente Mark Zuckerberg, es a los 26 años, el más joven multimillonario de la lista Forbes, aupado sobre una fortuna de 4.000 millones de dólares, y está a punto de estrenarse un filme que glosa su exigua vida.

Sin embargo, pese a la actual ominipresencia de Facebook, todo parece indicar que Twitter recogerá en no demasiado tiempo el testigo como la más rápida y multitudinaria red social. Se sostiene en la tan peregrina cómo productiva idea de servirse de mensajes de tan sólo 140 caracteres que se muestran en el perfil de cada usuario y pueden leer y comentar todos aquellos que se hayan apuntado como seguidores suyos. Desde que Jack Dorsey fundara la empresa en 2006 ha crecido sin límite y hoy suma más de 100 millones de twitteros. Otras redes sociales son Tuenti, que arrasa entre los adolescentes o LinkedIn, para contactos entre profesionales.

Actualidad y cotilleo
Entre los escritores, Facebook es la reina. Allí se enlazan por afinidades, cotillean la actualidad literaria a cuenta del “fraude Franzen” o el risible “plagio de Houllebecq”, comentan sus lecturas diarias, anuncian, algunos machaconamente, sus últimos libros y cortapegan, como el resto de los mortales, sus fotos estivales. Twitter es notoriamente menos hollado pese a que, en realidad, su brevedad y rapidez pueden resultar mucho más adecuadas para la promoción, además de para satisfacer a los lectores más necesitados de cariño, como ejemplifica el caso de Pérez-Reverte. Y pese a que limita sus intervenciones a 140 caracteres ya existen novelas escritas a golpe de tweet, como Serial chicken, de Jordi Cervera.

Entre los autores más vendidos lo habitual no suele ser llevar en persona las riendas de su perfil en las redes. Ni siquiera actualizar sus estados con regularidad. Llevados las más de las veces por sus editores no son más -ni menos- que gigantescos foros de encuentro de entusiastas seguidores. Es el caso de Gabriel García Márquez, en cuyo rincón en Facebook se citan más de 200.000 fans. Allí, la ausencia del autor se cubre con incansables discusiones sobre sus libros, listados de obras preferidas y entrañables declaraciones de amor por sus personajes. Escribe, por ejemplo, un tal Reison Velásques:“Estoy enamorado de Remedios la Bella, no puedo respirar cuando pienso en su belleza perturbadora, que me desvela cada noche y me ahoga la angustia de pensar que un dia desaparecerá, entre las nubes al son del aleteo de las mariposas”.

La suma de amigos / seguidores es una de las características esenciales de las redes sociales y estimula la glotonería más insospechada. La página de Carlos Ruiz Zafón en Facebook tiene 25.000 seguidores. Fernando Marías cuenta con 3.630 amigos en Facebook. Incluso el pantallófobo Mario Vargas Llosa luce 20.000 seguidores en Facebook y más de 10.000 siguen sus tweets -los de quien le lleva el perfil, más bien-. Son números importantes aunque aún muy alejados de los casi 300.000 seguidores del Twitter de Palahniuk. Por no hablar de los más de 6.000.000 que siguen a Lady Gagá. Pero son amores distintos...

Demasiadas solicitudes
Sin embargo, la actividad de algunos importantes narradores en las redes resulta errática. Lorenzo Silva no actualiza su Twitter desde hace más de veinte días y su actividad anterior no superaba el comentario por mes, para decepción de su centenar de seguidores. Otros, como Jorge Volpi se han visto tal vez superados por las multitudes virtuales como muestra el hecho de que su perfil en FB avise al lector que busca su amistad que el mexicano “tiene demasiadas solicitudes pendientes”. Por contra, los hay que no paran. El peruano Ivan Thays, activísimo, no deja un hueco de las redes sin tocar y, sin embargo, su bulímica deglución de información literaria -su blog es lo primero que consultan a diario editores como Jorge Herralde- sufrió una radical mutación el pasado julio. ¿El motivo? El Mundial de Fútbol de Sudáfrica que trocó, durante todo un mes, los comentarios librescos por los de las jugadas. Minuto a minuto, sin exagerar.

Las páginas en las redes sociales de Almudena Grandes, o Javier Marías registran una actividad dispar. La de Grandes, gobernada por sus fans, cuenta con dos años de existencia, casi 3.000 seguidores y escaso movimiento. Prueba de su resonancia internacional, el rincón más visitado en Facebook de Javier Marías es italiano. Su creador explica a los más de 2.000 lectores que Marías “è considerato il più importante autore dell'attuale letteratura spagnola”.

Resulta curioso el caso de Vila-Matas. Digno de la escritura de su autor, que disfruta, gozosa, de las imposturas literarias, el fan que lleva su perfil en FB, se ve obligado a defenderse de la acusación de ser Vila-Matas: “como creador y administrador de la página fui obligado a identificarme como Enrique Vila-Matas”.

Altares de la memoria
Lugar aparte merecen los espacios, suerte de altares a la memoria, de grandes escritores ya fallecidos que se sostienen merced al esfuerzo y entusiasmo de comunidades de aguerridos lectores. En el de Miguel Delibes en Facebook le rinden homenaje más de 5.000 amigos, entre imitaciones de milanas, y declaraciones de senectud lectora -“Yo tengo 65 años, casi tantos de lectura... ¡y de locura!”-. En el de Camilo José Cela, por su parte, la discusión anda a la greña con los sesgos politizantes con que ciertos biógrafos hurtan a muchos su lectura.

Hoy es imposible imaginar a un autor anglosajón sin página en Facebook, aunque, en general los responsables de los contenidos sean sus editoriales o agentes. Así, la de Paul Auster se debe a su editor norteamericano: cuenta con 27.577 seguidores, y ofrece, además de fotosy comentarios de los fans, el vídeo de una lectura personal de Sunset Park, última novela del escritor, inédita aún en EE.UU y realizada por el propio escritor.

En cambio, es James Ellroy quien escribe sus entradas en FB, donde no duda en insultar a los lectores que se atrevan a leer sus últimas novedades, o a quienes, peor aún, ni siquiera lo intenten. Incluye 118 fotos, tres vídeos, tiene 2.139 amigos, y permite que le envíen mensajes, a la altura, a ser posible de su negro talento. La de Jonathan Franzen, el flamante autor de Freedom, en cambio, se debe a sus fans y se propone “ser la mejor colección de conocimientos compartidos sobre el tema”. Los datos biográficos que se ofrecen del autor de Las corrupciones proceden de Wikipedia, con lo que se remata el juego.

El Facebook del Nobel surafricano Coetzee es tan inquietante como él: con 3.573 desencantados seguidores, sólo tiene dos entradas, ambas del 10 de septiembre de 2008. En la segunda negaba ser el escritor, porque “no puedo ocuparme de esto”, y en la primera afirmaba que acababa de comprar la ópera de Philip Glass basada en su novela Esperando a los bárbaros: “aunque no me entusiasmó el libro, es una pieza musical excelente”. Puro Coetzee.

El popular Palahniuk
Más popular resulta el ya mencionado Chuck Palahniuk, que remite a su página oficial y que ofrece 110 fotos, cinco videos, y varios mensajes. En cambio, en Twitter, son 277.582 sus seguidores, que no dudan en comentar sus últimas entrevistas y condenar a quienes tienen la mala intención de criticar al autor de El club de la lucha.

También Stephenie Meyer bate récords en Facebook y en Twitter. Con 212.385 seguidores en FB, no depende de ella, sino de, una vez más, de sus fans. Entre sus contenidos se nos describen sus gustos musicales mientras sus seguidores se enzarzan en peleas desesperadas por defender que Crepúsculo ha acabado con Harry Potter. En Twitter, donde el numero de fans se multiplica por tres debido a la juventud de sus merodeadores, la primera medida es reenviar al curioso a la página de la escritora. Luego, hay cientos de web de fans checos, españoles, estadounidenses con sus propios fotos y debates.

Mientras, su gran rival, J. K. Rowling, disponde en FB de dos espacios con 144.046 seguidores y 71.826 seguidores, respectivamente. Desde el principio, quien escribe descubre la realidad: “Yo no soy J. K. Rowling, pero quiero que a través de esta página todos podamos demontrarle lo mucho que la amamos, a ella y a sus libros”.

El zoco y la torre de marfil
¿Cómo afecta la hipervisibilidad y la cháchara a los escritores españoles interrogados? Eloy Tizón (Madrid, 1964), cuyo perfil en Facebook es un hospitalario punto de encuentro para sus más de 600 amigos, apunta que “el excesivo contacto afecta tanto al escritor como no tener ninguno. Entre el zoco y la torre de marfil debe haber algún término medio. Facebook es una especie de gigantesca sopa de letras en permanente estado de ebullición; un pulpo; un panóptico; un escaparate que tiene mucho de espejismo”.

Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) estrena estos días novela (La luz es más antigua que el amor -Seix Barral-) y explica que se inició en las redes sociales hace unos meses: “Me gusta comprobar las afinidades electivas que dibuja y me aterra comprobar lo mal que escribe la gente en estos trances. También me espanta un poco cuando alguien escribe: ‘Me duele la cabeza' o ‘Anoche cené patatas rellenas'. Pero no por impudor. La gente está increiblemente ociosa; es decir, increiblemente sola”.

Asegura Fernando Marías (Bilbao, 1958) que Facebook le ha ayudado a vender “muchos” ejemplares de Todo el amor y casi toda la muerte, (Premio Primavera 2009). “Me fascina las fórmulas de comunicación que han generado las redes sociales. Para hablar de tus libros con los lectores son valiosísimas. Y también me inspiran, mi muro es bastate literario”.

“En este país se sigue escribiendo como si no existiera la televisión” (Ray Loriga. El hombre que inventó Manhattan). Idéntica afirmación, sólo que sustituyendo la “televisión” por “Internet”, ha sido enmendada en los últimos años por una nueva generación de escritores decididos a correr en el campo de juego fragmentario de la cultura de masas. No es extraño así que sean algunos de los nocilleros los más activos peripatéticos de las redes.

Agustín Fernández Mallo y Manuel Vilas, sin ir más lejos, aliñaron recientemente a cuatro manos una suerte de Manifiesto Facebook lúdico literario en el que secuenciaban las diferentes poses emocionales-estéticas-intelectuales que allí se prodigan. Vilas (Barbastro, 1962) defiende que “Facebook le ha venido bien a la literatura: ensancha y democratiza la difusión de los discursos literarios. Es un delirio, una casa del terror posmoderno. Hay vanidad, hay estrés, hay soledad, hay adicción, hay fotos, hay exhibicionismo...”.

Otro de los renovadores de la Literatura actual, Kirmen Uribe, Premio Nacional de Literatura por Bilbao-New York-Bilbao (2009) asegura que “la relación autor-lector está cambiando muchísimo. Ahora hay mucho más contacto. La red ha sido un motivo de inspiración muy importante en mi novela Bilbao-New York-Bilbao. ”.

“Amigos de la mili”
A Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) vacilar de número de amigos le recuerda “a aquellos tipos que tenían grandes amigos de la mili. Facebook y similares sólo sirven para hacerte perder tiempo, satisfacer las reclamaciones más banales de la vanidad y, si acaso, ligar”.

Al contrario que Reig, el escritor y ensayista Jesús Ferrero (Zamora, 1952) postula que los peligros de la red se conjuran con un control razonado de la exposición: “Las redes sociales son una especie de tam-tam de la aldea global. Lo más beneficioso es que puedo experimentar nuevas técnicas de escritura y todo clase de invenciones iconográficas y trasmitirlas inmediatamente”.

Montero Glez (Madrid, 1965), por su parte, se sirve de Facebook “para hacer propaganda de mi material. Yo me lo tomo como un juego. Al igual que cuando me iba a los billares a jugar con las máquinas de marcianitos. Es algo infatiloide, pero se trata de conectar con tus semejantes y a partir de ahí, materializar lo virtual”.

Tal vez quienes más gusten de las redes sociales con ímpetus creativos sean los poetas y, de manera especial, las jóvenes versificadoras. Y es que la Generación bloguer anda por todas partes, en las redes y en los bitácoras, cincelando versos en vivo con teclado y ratón. ¿Sus nombres? Ana Pérez Cañamares, Ana Gorría, Luna Miguel, Déborah Vukusic, Inma Luna, Rebeca Yanke...

La foto del perfil de Facebook de la poeta tinerfeña Pérez Cañamares (1968) es la de su último poemario: Alfabeto de cicatrices (Baile del Sol, 2010). Trasiega desde hace un año por allí y sabe bien de sus ventajas: “Me entero de la vida literaria de otros colegas y doy a conocer la mía; lo utilizo como trampolín para acceder a blogs y otros textos ; tengo reacciones de primera mano a mis libros. Permite una creatividad mayor de lo que pensaba en un primer momento”.

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