viernes, 26 de febrero de 2010

Chopin cumple 200 años

El próximo lunes se celebran los doscientos años del nacimiento de una de las figuras cumbres del romanticismo musical, el músico polaco Federico Chopin (1810-1849). Controvertido, temperamental y extremo en su vida, pero esencialmente un artista conectado con las hondas y altas fibras de la música, su obra sigue siendo objeto de nuevos estudios y descubrimientos. Depurada la imagen del ser humano, queda limpia la del genio, la del autor de los nocturnos, los estudios, los valses y los preludios que aún ahora nos elevan por encima del tráfago fugaz de lo cotidiano, hacia zonas habitadas solamente por el alma en libertad. La revista El Cultural del diario el mundo, nos presenta un artículo de Justo Romero que busca desmitificar la figura de Chopin.

Chopin: un piano hecho vanguardia:
De amanerado y cursi a genio de la modernidad


La celebración del segundo centenario de Chopin invita a reflexionar sobre la particular visión que hoy existe de un compositor que ha sido tildado de “romántico”, “amanerado”, “conservador”, “poeta del piano”, “cursi”… Un sinfín de tópicos y lugares comunes que no han hecho sino difuminar y hasta distorsionar la realidad del autor de pentagramas en los que “se hallan muchas de las verdaderas raíces de la música contemporánea”, según las palabras sabias de Nikolái Rimski-Kórsakov.

Son muchos los aficionados e intérpretes que han comenzado a amar la música de Chopin después de años de rechazo, inoculados de un prejuicio que comenzó a gestarse tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los entonces nuevos vanguardistas rechazaban sin más todo aquello que no viniera de Viena, Donaueschingen, Darmstadt y otros enclaves similares de la modernidad. Un prejuicio azuzado, entre otros motivos, por el hecho de que los aspectos más superficiales de su azarosa vida constituyeran un tesoro para todo biógrafo lacrimógeno.

Jesús Bal y Gay, que es una de las mentes más agudas de la musicología española del siglo XX, reconocía su filiación a una generación de “jóvenes que hemos abominado de Chopin por antojársenos cursi, y sólo más tarde, en plena madurez, vinimos a descubrir que su música es inocente de la cursilería con que se mostraba en manos de la mayoría de los pianistas”. Bal y Gay radica la explicación de tal fenómeno en la esencia misma de la música. “Lo cursi”, escribe el musicólogo y compositor lucense, “es el fruto de una aspiración a lo exquisito y de una incapacidad radical para alcanzarlo. […] Chopin es uno de los compositores más puros, de mejor gusto que hayan existido jamás. La más rotunda negación de lo cursi. Pero su música está impregnada de un delicado patetismo, canta la mayoría de las veces a media voz y con melancolía, es preciosista en su ornamentación y en sus sonoridades. Nada de extraño tiene, pues, que la cursilería, apetente de esas cualidades -aunque incapaz de hacerlas suyas- se apodere de ella y la convierta en una de las cosas más abominables que puedan oírse”.

Raíces de futuro

La música de Chopin entraña muchas de las claves y raíces de la música del futuro. Su avanzado tratamiento de la modalidad, los “choques” disonantes de muchas de sus armonías o el agudo tratamiento que hace de los antiguos modos griegos son características de un modo de componer que entronca frecuentemente y con decidida voluntad en la música nacional de Polonia; también y casi siempre en la pasión belcantista que siempre alimentó su universo creativo.

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Vida de Chopin




Estudio Op. 25 Nro. 12 de Chopin, interpretado por Vladimir Horowitz





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