viernes, 23 de octubre de 2009

Poemas de María Luisa Adrianzén

Con el libro A/M, María Luisa Adrianzén (Mayu), recibió mención honrosa en el I Concurso de Poesía de Mujeres “Scriptura”, convocado por la Comisión de Escritoras del PEN CLUB INTERNACIONAL DEL PERÚ y el Centro Cultural de España en el país.
No nos sorprende esta estupenda revelación como poeta. Conocemos la cercanía permanente de Mayu con la literatura, así como de la sensibilidad y el talento que la han acompañado desde siempre y que la han llevado a crear textos que revelan una voz que se caracteriza por su valentía para expresar paisajes interiores a través de los escenarios que componen la realidad exterior. Es en esa fusión en la que se apoya para construir una mirada personal y ponerla al alcance de los demás con toda la claridad posible. A continuación cuatro textos que muestran la personalidad poética de Mayu Adrianzén.




UNO

Dicen que escribir es una forma de domar a las bestias que llevamos a cuestas. Tal vez sea verdad. Yo llevo una entre las piernas. Es la bestia del amor.

Mi corazón late en mi sexo. Nada hay más cierto en mí. Y mi sexo es un animal que galopa feroz, encendido, vibrante. No sé si yo soy ese animal, solo sé que mi piel, mi sangre, mis articulaciones le pertenecen. Que el hálito que es la vida respira en su calor. En mi vulva hirviente. Abierta. Deseosa.

He intentado matarlo, estrangular al animal de mis entrañas. Vencerlo es morir viviendo. Entonces fui un remedo que no sabía despertar en la mañana. Mi cuerpo se lleno de dolor, no de un dolor metafórico, fue un dolor real que carcomía mis rodillas, que no me dejaba caminar. Y mi sangre comenzó a salirse, a no encontrar su rumbo en mis venas. Se salía por mis encías, por mis labios. Se salía bajo mi piel. Ningún médico encontró la causa porque mi sangre estaba sana. Pero se iba dejando mi cuerpo moreteado, manchado, golpeado. El animal no iba a morir sin pelear, no quería morir solo quería hacerlo conmigo. Quería no dejarme caminar, despertar, quería obligarme a cortar mi cuerpo para dejar que la sangre se vaya de una vez. Libre. Mi corazón late en mi sexo. En cada estremecimiento. Sin ellos deja de latir. Y la sangre se desparrama toda.



PEZ

No hay femenino de pez. No puedo decir la pez, pero ahora está muerta. Con la boca enterrada entre las piedras. Atracada. Inmóvil. Tampoco puedo asegurar que fuera hembra, solo lo imaginé cuando la introduje en la pecera. Porque era hermosa.

Roja y brillante, casi transparente. Nadaba sinuosa, moviendo en ondas sus aletas largas y flacas. Por eso pensé que debía ser mujer. Es tonto pero lo creí cuando la dejaba en el agua. Que si era frágil y bonita solo podía ser un pez hembra.

Y está muerta. Sus aletas se partieron, sus piernas se enredaron entre las algas de su casa.

Por eso murió, porque dejó de ser bella, tu belleza.



SEGUNDA CARTA

No me hagas caso mi amor, solo escribo para apaciguar mi miedo.

Pongo el cuchillo en tus manos porque a mí me da temor llevarlo. Sostenlo mi amor.

Yo sé que me amas.

Que darías tus nervios para que me cosa un vestido que me adorne.

Y yo te obligo a agujerearme.



CINCO

Por qué no puedo amar sin antes sentir dolor. Por qué necesito esta herida de sangre blanca.

Sentir que mi cuerpo es el grito de un animal agonizante.

Por qué espero que muerdas antes de besar.
Y dejes tu olor hasta asfixiarme para luego maldecirlo. No sé existir sin él.


Quiero correr pero pongo mis piernas en tus manos para que me quiebres los huesos. Y lloro.


No sé huir. No sé escapar de este encierro. Y solo soy un poco de carne que me atrapa.


Una hembra que mira como hembra.


Te odio mi amor.

Te amo.




Imágenes de la premiación.




2 comentarios:

Lauren Mendinueta dijo...

Felicitaciones para María Luisa. Bellos poemas.

Juan de la Fuente Umetsu dijo...

¡Qué bueno, Lauren!
Un abrazo, le cuento a María Luisa.
Juan Carlos