Me llamó la atención que un poeta peruano fuera reconocido casi al mismo tiempo en España
y nuestro país. En internet leí que Nilton Santiago ganó con La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad, el II Premio Internacional de Poesía Joven Fundación Centro de Poesía José Hierro y también quedó finalista en la XV versión del Premio Copé Internacional de Poesía 2012, con Porque morir no es para tanto. Este jueves 26 de julio, en el marco de la Décima Séptima Feria Internacional del Libro de Lima, serán presentados los libros ganadores del Premio Copé, así como una selección de las obras finalistas.
Aprovecho esta ocasión para ofrecerles tres poemas que Nilton Santiago gentilmente me ha enviado y que corresponden a La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad, publicado recientemente en Madrid. El prólogo ha sido escrito por el reconocido poeta Juan Carlos Mestre, quien además ha elaborado los grabados que acompañan el libro y que, como dice Santiago, son como las huellas dactilares de un ángel.
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TAMBIÉN EL CORAZÓN DE BORIS VIAN ERA UNA ROSA ENFERMA
También el corazón de
Boris Vian era una rosa enferma.
Venia cada noche a
nuestras largas sobremesas, porque nos conocía muy bien
como el cuchillo de
eviscerar conoce el intersticio de luz
en el vientre del
pescado,
también Vian conocía la
teología de los peces
y de los centauros y de
las bicicletas, porque fue él
quien le dejó la moneda
a Rimbaud cuando se le cayó su primer diente de leche.
Es cierto, Boris, quién
conoce su corazón está enfermo
pero también el que
arroja su tristeza en la boca del pescado,
como una moneda de hielo
dentro de una valija de fuego,
o los que tienen el
oscuro oficio de sacrificar a los caballos heridos.
Sí Boris, tuvimos amigos
y heridas y amigos heridos,
quizá ahora pueblen los
jardines que crecen
en esos mismos corazones
que se negaban a bombear la sangre de los que fuimos
sí también tuvimos
padres
y un nombre que
preferimos olvidar a cada instante.
Ahora que te conozco
bien, ya no compartimos nada
y
si nos encontramos algún día en el mercado o quizás en la parada de bus,
es casi un milagro, eso
que compartimos ahora que estamos juntos
y que ya no necesitamos
el uno del otro
porque después del
segundo suicido o del tercero,
es mejor acostúmbranos
al oficio de sacrificar a los pobres caballos heridos,
a las rosas enfermas.
BUSCANDO LA SOLEDAD EN CORAZONES DE SEGUNDA MANO
BUSCANDO LA SOLEDAD EN CORAZONES DE SEGUNDA MANO
Entonces, ante mi
insistencia, fuimos directos desde el 24 de Russell Square
hasta
el 23 de Fitzroy Road (Chalk Farm tube
station)
sorteando, durante el
camino, a cientos de calaveras de paraguas
y bicicletas
y también a frías
mujeres con el desayuno / el amor del día anterior a cuestas.
El cielo no era un
cielo, era más bien un cenicero repleto de colillas
(ciertamente, era un
cielo “panza de burro”,
como llamábamos al cielo
de Lima).
2000 turistas japoneses
sacaban fotos de un vagabundo dormido bajo un coche
del
siglo pasado
y otros cientos
limpiaban sus aletas de pescado
bajo el inmenso mar que
era la ciudad.
Aquellos días amanecía
de a pocos, palabra, como si una gran ballena
se hubiera tragado el
sol y hubiese luz tan sólo cuando bostezara.
Ah sí, pero finalmente
llegó el día que amaneció del todo y los queridos animales
(invertebrados)
que ahora somos
olíamos a esos huesos de
pollo que mamá arrojaba a la sopa, en silencio,
mientras se desvanecía
como un escarabajo solar.
No teníamos dinero ni
para yerba (felizmente)
y por eso decidimos
quemar el coche de alquiler en el baño
tirar todo el Pentotal
que te quedaba por el wáter.
Hoy el coche sigue
ardiendo y ya has terminado de pasar mi corazón
por el
ojo de una aguja.
Cosas interesantes
pasaron esa noche.
Sí, por ejemplo,
vimos rabiosas nubes
meterse en el hígado de los asesores políticos de Dios,
vertimos nuestros
fantasmas, uno a uno, malheridos e insomnes
sobre
nuestros labios
y no sólo lloramos por
el paro o el recibo de teléfono, sino también
por los corazones de
segunda mano que esperan su turno en los supermercados,
(ese aparato subversivo
de algunos estados liberales).
Lo sé, estás cansada y
ahora duermes envuelta en la barba de tu padre,
allí, donde ambos nos
conocimos
como una sola gota de
alguna materia
de la que ya jamás
hablamos.
Es cierto, vale, esta
mañana nos ha pillado desnudos y sin huesos,
mientras tu corazón se
desvanecía
como un cubo de azúcar
en un café caliente, pero…
quién diría que hemos
dormido noches enteras sin despertar
con el solo pensamiento
de tu abuelo mirando la luna con dos gorriones
en los pulmones / quién
diría que éramos como peces
que ya en las redes se
dan besos antes de morir.
Te parecerá absurdo,
pero por en ese entonces
tenía la mala costumbre
de buscar tu soledad en el invierno que llenaba los cafés
baratos
(donde la sonrisa de los
amigos de alquiler
era tan falsa, como el
juicio a un afroamericano en Norteamérica)
mientras que veía tus
ojos sobre el espejo del baño, allí
donde no me veía hace
siglos,
sino como esa larga
grieta que se parece al contenido del corazón de Mestre
o de Mark Strand. Sí, te
buscaba
como buscabas tú la
soledad en un billete Barcelona –Lima /
Lima-
Ayacucho
o en el aliento del
pescado que nos sonríe ya en el mercado con su último suspiro.
(Antes
de morir / el salmón, conmovido, / saborea el agua).
Pero de nada nos servía
y ahora lo entiendo,
era yo el que buscaba tu
soledad para encontrar la mía.
ESTA NOCHE HA VUELTO MI ANGEL A HUSMEAR LOS
DESECHOS
En vano das de comer a
las palomas del parque muertas hace años
de hambre y sed.
Es triste, lo sé, pero
es posible que también tú tengas que morir
como los tristes
animales de los laboratorios,
(como los
desprestigiados chimpancés o los amables conejos albinos,
que, por sus grandes
ojos y por su “bajo precio”,
son los más solicitados
para el test Draize).
También ellos conocen el
contenido de los cuchillos
y el contenido de los
espejos cuando nos miramos y no nos vemos
y también las camillas
repletas de bisturís y herrumbre
sobre la que los
humanos, esos extraños seres, expiamos sus sueños.
Entonces, como un
ridículo pelicano soñoliento,
entiendo, finalmente, la
soledad de los grandes edificios abandonados
(sí Adam, como
declaraciones de amor de las ciudades)
o el suave corazón de
los gorriones al pronunciar tu nombre.
También tú has visto
cómo las mariposas trabajan la soledad del hombre,
cómo su escalofrío
penetra en nuestra espina dorsal
y en nuestros relojes
blandos, perdidos en las horas,
entre desayunos fríos y
camareros, muy mal pagados,
que cada día te hablan
del atroz ángel que todos sabemos vive contigo
pero que, según dices,
nunca has visto.
De pronto pienso en ti,
en el blanco músculo de azúcar
que brotó de la piedra
para que la veas volar
o, mejor aún, para que tan sólo lo imagines.
Sí, pienso en ti, como
una fotografía recién nacida que se diluye entre mis manos
o como ese amable ángel
que cada noche husmea mis deshechos
y me susurra al oído ese
poema que nunca escribiste:
“entre
la niebla
una
barca hundiéndose / también yo parto”.
1 comentario:
Me ha gustado el primero, sobre Boris Vian. Ese "somos los mismos de siempre pero distintos" que los que pasan cierta edad tan bien saben reconocer.
Me inquieta un poco la manía del escritor por usar paréntesis. Hay que leer, igual.
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