jueves, 3 de febrero de 2011

Vladimír Holan, el ángel negro de Praga



El diario El País de España nos ofrece hoy un estupendo artículo del periodista Manuel de la Fuente sobre la publicación por Galaxia Gutemberg/ Círculo de Lectores de «La gruta de las palabras», obra selecta del poeta checo Vladimir Holán, traducida y prologada por su gran amiga Clara Janés.


Sintió un golpe tan fuerte como Vallejo. Pero no era París, ni había aguaceros. Era una noche gélida en Praga, 1948. Y Holan, poeta, ex comunista, nacido bajo la constelación de Virgo, el 16 de septiembre cuarenta y tres años antes, condenado al ostracismo por sus ex camaradas (por su «formalismo decadente», le señalaron) tomó la decisión de su vida: jamás volvería a salir de su casa en la isla de Kampa, sobre el río Moldava a su paso por la capital bohemia. Dicho y hecho, y así durante más de cuatro décadas, hasta su muerte en 1980, viviendo tras el ocaso, descansando por el día, Holan se sumergió en la oscuridad. Pero noche tras noche, la pluma se deslizaba sobre el papel y daba vida a una obra poética capital del siglo XX.


El silencio de aquella casa apenas era interrumpido cuando el futuro Nobel Jaroslaf Seifert, íntimo amigo, le visitaba. O cuando una joven poeta española (que lo había descubierto al leer su libro «Una noche con Hamlet») rompió todos los hielos de Holan y se ganó su corazón. La escritora era Clara Janés.

La primera visita, marcada por el silencio del poeta, acabó con puntos suspensivos...«Vuelva cuando sepa usted checo». Y durante dos años, Clara lo aprendió y volvió, aunque por lo bajini él debía chapurrear algo de español aprendido en sus traducciones de Góngora.

Quién sabe si hubo más que palabras, pero hubo desde luego una intensa pasión literaria de Clara por Holan, pasión que arde ahora con la edición de «La gruta de las palabras» (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), la obra selecta del poeta checo («el ángel negro», según Seifert) con traducción y prólogo de la propia Janés. «Una gruta es como un corazón, y Holan simplificó su estilo hasta dejar vernos el corazón, el lugar donde se halla la poesía, como pensaban los sufís. Este libro es como una cajita de música que recoge toda la música de las palabras de Holan», explica Janés.

«Me atañe el hombre»

La invasión nazi hizo cambiar los versos de Holan, para, como dice su traductora, «llegar al ánimo de los que sufrían»: «Siempre he sentido que me atañe el hombre. El poeta y el artista digno de ese nombre —manifestó el escritor en 1946— cambia el mundo y lo crea de nuevo, sea con la fuerza de la humildad, sea con la fuerza de la rebelión, pero siempre encaminando su esfuerzo hacia un fin: liberar... ¿cómo no desearía el poeta cambiar el rostro de este egoísta, brutal y catastrófico mundo, cambiarlo en vistas a una finalidad primordial: llegar por fin al hombre?, ya que millones de entre nosotros no son todavía hombres». Palabras que pueden resolver muchas incógnitas sobre la obra del praguense. No en vano, subraya Clara Janés, «siempre he creído que la poesía se resuelve como una ecuación, y en Holan el resultado al despejar la incógnita es siempre una sorpresa. El concepto en él es más importante que la palabra y puede decirse que su poesía estalla en una sucesión de conceptos».

Una traducción con la mano puesta en el corazón. El de Clara y el de Holan.

POEMAS DE VLADIMIR HOLAN


Detenido por una mujer...

Detenido por una mujer a las puertas de una ciudad desconocida
le supliqué: Déjeme pasar, sólo entraré
para salir de nuevo y volveré a entrar sólo para salir,
porque la oscuridad me da miedo como a todos los hombres.

Pero ella me dijo:
«¡Pues yo he dejado allí la luz encendida!».


Encuentro en el ascensor

Entramos en la cabina y estábamos allí solos los dos.
Nos miramos sin hacer otra cosa.
Dos vidas, un instante, la plenitud, la felicidad...
En el quinto piso ella bajó y yo, que continuaba,
comprendí que nunca más la vería,
que era un encuentro de una vez para siempre
y que aunque la hubiera seguido lo habría hecho como un muerto,
y que si ella se hubiera vuelto hacia mí
sólo hubiera podido hacerlo desde el otro mundo.

Versión de Clara Janés



Eva

A Maria Tomasova

Fue cuando el vino nuevo... El otoño
había tejido ya el mimbre en torno a las botellas,
y la serpiente, no encima de la piedra, sino debajo del brezo,
yacía sobre el vientre cubriéndose con su dorso.

"La belleza destruye el amor, el amor la belleza ", me dijo
y del mismo modo que antaño se sacrificaba a las diosas de
                        aquí y allá
un número impar de víctimas,
ella pensaba entonces nada más en sí misma,
imaginando con indiferencia
la eternidad sin inmortalidad...

Era tan hermosa que si alguien me hubiera preguntado
por dónde había ido con ella, no hubiera, sin duda, hablado
                        de paisajes
( a no ser que sintiera la impotencia de las palabras
y que sólo hiciera posible deletrear el silencio
la lluvia que cae en los presidios).
Era tan hermosa que quise
vivir de nuevo, pero de un modo distinto.
Era tan hermosa que en el fondo de mi delirante amor
me esperaba todavía íntegra toda la locura...
Versión de Clara Janés


Junto a la fuente, junto al estanque

Toda mujer hermosa es cruel
y humilla sin parecerlo precisamente a los hombres que,
                    desnudos,
arden por beber de la roca misma.

Pero es la muerte quien se les acerca, familiar,
se diría un gorrión de estación de ferrocarril,
en el momento en que ellos, junto al andén, sacan el pan
                     de su envoltorio...

Voy a tener un hijo, dijo la muerte.
Versión de Clara Janés

Noche de insomnio

Estaba solo, completamente solo,
incluso el sueño nocturno me había abandonado...
De pronto me pareció oír no unas palabras sino unos sonidos,
unos sonidos siempre en tres suspiros
Como viento y harina...
"¿Qué puede ser eso? ¡No hay tiempo que perder!",
mascullé, y enderezándome el cabello con un trago de vino
me puse en pie y, desnudo, palpé en la oscuridad
y un momento después la negra fiebre de mi mano
abría el armario... En su interior las polillas agitaban los trajes...
Soy más mortal que mi cuerpo...

Versión de Clara Janés



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