lunes, 22 de octubre de 2012

Barral y el "Chino" Domínguez, una crónica de Mary, su hija



Comparto con ustedes esta crónica de Mary Domínguez (Bitácoras Urbanas), hija de Carlos “Chino” Domínguez, sobre el encuentro que nuestro poeta de la fotografía tuvo con el emblemático Carlos Barral cerca de la mar de Calafell, junto con ese grande de la poesía y de la vida que es César Calvo.


ENTRE CARLOS Y CARLOS, UNA HISTORIA DE FOTOS**

Corría el año 1986 cuando mi padre en compañía del poeta César Calvo -al que por alguna razón, siempre le dije tío César- se despidió y partió rumbo a Europa sin saber cuál era su destino. Unos días antes, el poeta le dijo: Chino! Tienes tu pasaporte? Dámelo que nos vamos de viaje. ¿Cómo y por cuánto tiempo, ni él lo sabía… Primer destino, Barcelona.

“Allí tengo muy buenos amigos, que me gustaría que conocieras”, le dijo Calvo a mi padre y así fue. Mientras yo seguía pensando que algún día conocería la misteriosa Barcelona me quedé leyendo una vez más. Tomaron el avión un veintitantos de marzo, no lo sé, pero el 30 de aquél mes  -mi padre- Chino Domínguez, se sentó en una de las mesas de L’Espineta junto a Carlos Barral, licenciado en Derecho, ex senador y parlamentario europeo, pero sobre todo poeta, uno de los más complejos y completos de su generación.

“El poeta del Mar” solía llamarle padre. “Es todo un personaje, es una imagen perfecta para fotografiar,” me comentó alguna vez, y era cierto, las fotos hablan por sí mismas.
Pero lo más envidiable era las noches de tertulia y bohemia que pasaron en Calafell de las cuales son testigos silenciosas las olas de aquel mar catalán.

“Su delgadez visible era como un Quijote y combinaba con el bronceado adquirido en su piel y su gorra de su entrañable Capitán Argüello con el cigarro en la mano, me marcó al personaje perfecto, le tomé muchas fotografías, adoraba Calafell”,  contaba mi padre en una de nuestras conversaciones.

Barral en su hogar, hoy Casa-Museo

Yo soñaba con algún día conocer a los personajes que mi padre me había conocido pero el tiempo es mi peor enemigo, sin embargo, hace unas semanas fui tras los pasos de su paso por Calafell.
Totalmente cambiada a las fotos que él me mostró, caminé por la playa hasta llegar a la casa de Barral, hoy convertida en Museo y una de las casas más emblemáticas de la zona entré por la pequeña puerta azul.

Cerré mis ojos, el olor a mar inundaba su interior, reparada por el ayuntamiento ayudan a mantener la historia viviente y el legado literario del poeta barcelonés que lo albergó desde su infancia.
“Las noches eran interminables –solía decirme mi padre- entre el poeta Calvo y Barral, las tertulias eran más que entretenidas me daban ese ambiente de poesía, olor a mar, antigüedades y bohemia que necesitaba para hacer las fotos”.


Subí a conocer la casa, se guardan perfectamente parte de su biblioteca, fotografías, pinturas y dibujos. Pero allí en un breve espacio –como la canción de Pablo Milanés …El breve espacio en que no estás, se encontraba su máquina de escribir, detenida en el tiempo con las huellas de quizás : Las aguas reiteradas, Lecciones de cosas: Veinte poemas para el nieto Malcolm o sus Memorias de infancia, incompletas e inéditas.

Cerré mis ojos para soñar y sentí las risas de sus hijos corriendo por la casa y el vaivén de las olas del mar romper en la orilla. El clap clap de la vieja máquina de escribir, el olor a tabaco de aquellas noches de tertulia de un encuentro de grandes amantes de la bohemia. Largas pláticas y las miradas cómplices de amor de Barral y su esposa Ivonne. Era tal y como lo vi una y otra y otra vez en las fotos de mi padre. Ese era el Carlos Barral que conoció el Chino Domínguez.
Me despedí del maestro junto a mi padre que seguro me veían entre aquellos recuerdos.  Caminé de la mano con mi esposo sin poder explicarle esa sensación de emociones encontradas que sentía dentro de mí. Caminamos por las arenas hasta divisar L'Espineta, la taberna marinera de Barral.

Taberna marina L'Espineta

Casi al entrar un joven de pelo castaño claro con pequeños brotes dorados –me dijo ser su hijo-  y no podía ser de otra manera era la imagen de Barral, aunque me dijeron que uno de los nietos tiene el parecido exacto. Era Alexis entrando y saliendo del local.

-Pasen! Pasen! – nos dijo.


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*Foto Carlos "Chino" Domínguez

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